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El Legado De Las Religiones


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2012  •  2.279 Palabras (10 Páginas)  •  336 Visitas

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El legado de las religiones no son sus creencias.

Por Marià Corbi. (*)

España.

El lazo íntimo entre las creencias el poder y la violencia es un motivo más para aprender a heredar el legado de las creencias, pero sin ser creyentes.

Las creencias, con sus pretensiones exclusivas y excluyentes, por su misma naturaleza ni pueden ser asimiladas fácilmente por los hombres y mujeres de las nuevas sociedades, ni, diría yo, es conveniente que lo hagan.

Generarían, como lo hicieron y lo están haciendo, intentos de imposición. Para conseguirlo luchan por el apoyo del poder o buscan hacerse con él.

Esos intentos de imposición están íntimamente ligados a la violencia moral y, si es preciso y posible, física.

El nuevo mundo de las sociedades globales ha de excluir esos riesgos y esos peligros si queremos que nuestra sociedad sea una globalidad pacífica que incluya a todos, sin que nadie pretenda ser superior a los demás, menospreciarlos o incluso eliminarlos, si fuera posible.

Sólo el cultivo de una cualidad humana profunda, heredera de la sabiduría de todas las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad, pero libre de religiones, creencias, imposiciones y violencias, puede ser el fundamento útil al desarrollo de las nuevas sociedades de conocimiento en la globalidad, en las que todas las culturas y tradiciones espirituales de la humanidad confluyen en una sociedad de conocimiento y cambio continuo.

Actitud de las organizaciones religiosas frente a esta transformación cultural.

Las instituciones religiosas actualmente practican la política del avestruz, meter la cabeza en la arena para ignorar las dificultades.

Cualquier empresa que fuera a la baja tan constantemente, durante tanto tiempo y cada vez con más celeridad, haría un estudio profundo para ver lo que está pasando e intentarlo corregir.

Las instituciones religiosas no lo hacen. Y cuando lo hacen, parten de los mismos presupuestos, creencias y actitudes que les han llevado a la crisis.

Estos comportamientos son los propios de los organismos anquilosados que han perdido por completo la flexibilidad necesaria para adaptarse a las transformaciones de las condiciones de vida y de la cultura de las nuevas sociedades fundamentadas en la creación continua de nuevos conocimientos y tecnologías y, a través de ellos, en la continua creación de nuevos productos y servicios.

Esa actitud no augura nada bueno, es signo de esclerosis, de grave envejecimiento y de muerte.

Las instituciones religiosas se niegan a reconocer que estamos sufriendo quizás la mayor transformación de las condiciones de vida colectiva de la historia de nuestra especie. Estamos frente a la crisis axiológica más grave de nuestra historia.

-Estamos pasando de sociedades que vivían de hacer siempre fundamentalmente lo mismo, de no cambiar, de excluir los cambios de importancia y todas las posibles alternativas, sociedades que eran estáticas, a sociedades que viven del cambio continuo en todos los niveles de la vida: cambios continuos en la interpretación de la realidad en todos sus niveles, de las tecnologías, de los modos de trabajar, de las formas de colaboración y organización, de los sistemas de cohesión colectiva y de los valores y fines.

Hemos pasado de sociedades preindustriales a sociedades plenamente industrializadas, de conocimiento y cambio continuo.

Hemos pasado de sociedades que se educaban y programaban para no cambiar, a sociedades que tienen que programarse y educarse para cambiar continuamente y estar siempre dispuestos al cambio en el ámbito que sea y cuando sea necesario.

De sociedades que vivían repitiendo los esquemas básicos del pasado, a sociedades que no pueden repetir el pasado sino que tienen que proyectar el futuro al ritmo acelerado de la marcha de nuestras tecnociencias.

De sociedades que decidían el presente mirando al pasado, a sociedades que han de decidir el presente diseñando el futuro.

De sociedades que se articulaban en torno a creencias intocables que implicaban la sumisión de la mente, del sentir y la organización bajo un sistema de coerción a sociedades que se articulan en torno a la creatividad, la libertad, la voluntariedad y la creación de los propios postulados axiológicos y proyectos colectivos a todo nivel.

De sociedades provinciales, que creían poseer la verdadera norma de humanidad, la verdadera religión, la verdadera moralidad, el verdadero sistema de vida y de organización, a sociedades globales donde conviven todas las culturas, todas las religiones y sistemas de espiritualidad, los diversos sistemas de comportamiento, de moralidad y de vida.

-Ya nadie puede pretender poseer la verdad con exclusión de toda otra verdad. Quien piense así es un gran peligro para las sociedades globales.

No reconocer todos estos tránsitos y transformaciones y pretender continuar pensando, sintiendo, actuando, organizándose y viviendo como si no ocurriera nada, es una actitud suicida.

Las instituciones religiosas se empeñan en fijar a las personas y a los colectivos con las normas del pasado. Eso supone querer clavetear a los colectivos en las estructuras y modos de vida del pasado, que ya no existen porque se las llevaron las aguas torrenciales de las nuevas sociedades. Nadie puede frenar esas aguas.

Eso supone predicar unas normas de vida propias de otros tiempos, a unos hombres que, como se les piensa, ya no existen. ¿Cabe un sin sentido mayor?

Las generaciones más jóvenes (cuarenta largos hacia abajo), no tienen otro remedio, si quieren adaptarse y vivir en las nuevas sociedades que huir de creencias, religiones, sumisiones de modos de vida propios de sociedades que se han tenido que abandonar.

Los más jóvenes tienen un claro sentido de lo que es vida y de lo que es carente de vida y optan, sin pensarlo siquiera, por lo que no es carne muerta.

Las organizaciones religiosas y sus jerarquías se empeñan, a contra corriente e inútilmente, en mantener la religión, la espiritualidad y la calidad humana, en los patrones que fueron adecuados durante milenios para sociedades preindustriales. Patrones que creen intocables, a los que deberían someterse las personas y los colectivos.

Esas creencias las procuran imponer contando con el poder político y su capacidad de coerción. No renuncian a someter al poder para contar con él para imponer creencias, normas de moralidad y de organización familiar y colectiva acreditadas en el pasado en unas condiciones de vida que ya no existen y que son totalmente inadecuadas a las nuevas sociedades industriales de conocimiento.

Todo esto son signos claros de que las organizaciones religiosas no saben y no quieren saber en qué mundo viven. Se empeñan

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