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Visión Del Futuro De Los Lamanitas


Enviado por   •  1 de Octubre de 2011  •  2.236 Palabras (9 Páginas)  •  881 Visitas

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VISION DEL FUTURO DE LOS LAMANITAS

Elder Spencer W. Kimball

Discurso pronunciado el 3 de Noviembre de 1947, en la Conferencia

Lamanita, Mesa Arizona.

Traducido por Eduardo Balderas

Mis queridos hermanos y hermanas, deseo

referirme a uno o dos pasajes del Libro de Mormon:

“Ahora bien, lo que nuestro padre quiere decir

concerniente al injerto de las ramas naturales, por

medio de la plenitud de los gentiles, es que en los días

postreros, cuando nuestros descendientes hayan

degenerado en la incredulidad, sí, por el espacio de

muchos años, y muchas generaciones después que el

Mesías sea manifestado en la carne a los hijos de los

hombres, entonces la plenitud del evangelio del Mesías

vendrá a los gentiles; y de los gentiles vendrá al resto

de nuestra posteridad.

Y en aquel día el resto de los de nuestra posteridad sabrán que son

de la casa de Israel, y que son el pueblo del convenio del Señor; y

entonces sabrán y llegarán al conocimiento de sus antepasados, y

también al conocimiento del evangelio de su Redentor, que él ministró a

sus padres. Por tanto, llegarán al conocimiento de su Redentor y de los

principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser

salvos. “ (1 Nefi15:13-14)

“Y significa que viene el tiempo, después que toda la casa de Israel

haya sido dispersada y confundida, en que el Señor Dios levantará una

nación poderosa entre los gentiles, sí, sobre la superficie de esta tierra; y

nuestros descendientes serán esparcidos por ellos.

Y después que nuestra posteridad haya sido dispersada, el Señor

Dios procederá a efectuar una obra maravillosa entre los gentiles, que

será de gran valor para nuestra posteridad; por tanto, se compara a que

serán nutridos por los gentiles y llevados en sus brazos y sobre sus

hombros.

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Por tanto, los sacará otra vez de su cautividad, y serán reunidos en

las tierras de su herencia; y serán sacados de la oscuridad y de las

tinieblas; y sabrán que el Señor es su Salvador y su Redentor, el Fuerte

de Israel.” (1 Nefi 22: 7-8, 12)

Grandes promesas se hicieron en estos versos a la Casa de Israel de la cual

vosotros sois parte, Iban a venir gentes de esta continente que esparcirían a los

lamanitas. Entonces iba a seguir el establecimiento de una grande nación entre los

Gentiles, que afligirían a los lamanitas, pero al que por fin les llevaría la luz del

evangelio.

Colon descubrió América. Después de él llegaron muchos exploradores y

colonizadores. Los puritanos y los peregrinos, quienes eran de la mejor gente de

Europa, vinieron a América para establecerse y buscar hogares. Entonces, de

acuerdo con las escrituras, nación una grande nación, formada de entre los Gentiles.

Por cuatrocientos años los lamanitas fueron esparcidos y expulsados por ellos.

Cortés, Pizarro y varios otros fueron culpables de mucho de esto. Pero en fin, hace

unos cientos setenta años, se estableció la nación más grande debajo del cielo, una

nación que iba a conceder libertad religiosa para que el evangelio pudiera ser

restaurado. Así fue que cuando hubo suficiente libertad religiosa de tal manera que

las aves del cielo no podían comerse la semilla del evangelio, ni se perdería entre

las piedras, se restauro el evangelio mediante los Gentiles. Salio a la luz el Libro de

Mormon y se tradujo de las planchas sobre las cuales se hallaba la historia de los

primeros habitantes. Cumplieronse las profecías relativas a que estos preciosos

anales habrían de ir a los Gentiles, y por ellos llevados a los lamanitas, y que estos

saldrían “de la oscuridad y las tinieblas”.

Así es que el evangelio ha venido a vosotros. Sois la levadura que leudara la

masa. Esta es nuestra tierra y pertenece a nosotros que somos de la casa de Israel, y

de la cual vosotros sois parte. Es la tierra más preciosa y abundante de todo el

mundo, y todo lo que contiene está reservado para nosotros. Leemos lo que dice

Doctrina y Convenios en tocante a esto:

“de cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será

vuestra, las bestias del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los

árboles y anda sobre la tierra; sí, y la hierba y las cosas buenas que

produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, alfolíes,

huertos, jardines o viñas; sí, todas las cosas que de la tierra salen, en su

sazón, son hechas para el beneficio y el uso del hombre, tanto para

agradar la vista como para alegrar el corazón.” (D.YC. 59:16-18)

Las Americas encierran mucha de la riqueza del mundo. En fuerza hidráulica,

en metales, en bosques, en depósitos petrolíferos, en las muchas riquezas naturales

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la tierra es rica y producirá en abundancia. Es para todos nosotros y para vosotros,

pero solamente con la condición de que vivamos de acuerdo con los mandamientos

de Dios. Se ha prometido protección a los pueblos de las Americas en contra de sus

enemigos, y ningún rey, ni emperador, ni imperio, ni combinación de éstos podrá

jamás subyugar a América, si su pueblo vive de acuerdo con los mandamientos del

evangelio de Jesucristo.

Ahora bien, a Dios le agradaría vernos disfrutar de todas estas abundancias del

mundo. Creó la tierra para nosotros, y nos puso sobre ella para que nos

probásemos. No quiere que ninguno de nosotros sea pobre, o se muera de hambre o

de frío, sino quiere que nosotros gocemos de todas esta ricas bendiciones que nos

ha dado sobre esta tierra. Pero hay ciertos mandamientos que cumplir. Sabemos

cuáles son: No matarás; no cometerás adulterio; no robarás; debéis conservar

vuestros cuerpos limpios, y sanos y fuertes, viviendo de acuerdo con la Palabra de

Sabiduría y la Ley de Castidad. Debéis tener limpias vuestras mentes llenándolas

de pensamientos útiles y constructivos. Debéis apoyar a las autoridades de la

Iglesia, y esto se refiere no solamente a las Autoridades Generales de la Iglesia,

sino que debéis apoyar a las autoridades de vuestra misión y a las autoridades de

vuestras ramas, y debéis amaros, y honraros, y apreciaros el uno al otro. Quiere

decir que observareis el día del Señor para santificarlo, que pagareis vuestros

diezmos

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