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Antologia De Poemas


Enviado por   •  31 de Enero de 2012  •  3.941 Palabras (16 Páginas)  •  579 Visitas

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A la Espera de la Oscuridad.

Alejandra Pizarnik.

Ese instante que no se olvida,

Tan vacío devuelto por las sombras,

Tan vacío rechazado por los relojes,

Ese pobre instante adoptado por mi ternura,

Desnudo desnudo de sangre de alas,

Sin ojos para recordar angustias de antaño,

Sin labios para recoger el zumo de las violencias

perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,

Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;

Abrázalo pequeña estatua de terror.

Señálale el mundo convulsionado a tus pies,

A tus pies donde mueren las golondrinas

Tiritantés de pavor frente al futuro.

Dile que los suspiros del mar

Humedecen las únicas palabras

Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,

Acurrucado en la cueva del destino

Sin manos para decir nunca,

Sin manos para regalar mariposas

A los niños muertos.

La Caricia Perdida.

Alfonsina Storni.

Se me va de los dedos la caricia sin causa,

se me va de los dedos... En el viento, al pasar,

la caricia que vaga sin destino ni objeto,

la caricia perdida ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,

pude amar al primero que acertara a llegar.

Nadie llega. Están solos los floridos senderos.

La caricia perdida, rodará... rodará...

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,

si estremece las ramas un dulce suspirar,

si te oprime los dedos una mano pequeña

que te toma y te deja, que te logra y se va.

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa,

si es el aire quien teje la ilusión de besar,

oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,

en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Sé Bella y sé Triste.

Charles Baudelaire.

¿Qué importancia tiene vuestra bondad?

Se Bella y se Triste, las lágrimas

agregan encanto a tu rostro

como la lluvia al paisaje,

La tormenta rejuvenece las flores.

Te amo más cuando la alegría

huye del balcón de tu frente,

Cuando tu corazón se hunde en el horror,

Cuando sobre tus cejas se despliega

La temible nube del pasado.

Te amo cuando tus grandes ojos derraman

Un agua tibia como sangre,

Cuando a pesar de mi mano acompañante,

El peso de la angustia horada tu voz

Como un quejido agonizante.

Y aspiro, divina voluptuosidad,

Himno de profunda delicia,

Todos los sollozos de tu pecho,

Y creo que tu corazón se ilumina

con las perlas que caen de tus ojos.

Canción a la Noche.

Daniel Henry Deniehy

Oh, la Noche, la Noche, la Solemne Noche;

La Tierra cede bajo su caricia silenciosa,

y el Cielo, ornado de diamantes, simula un templo amplio,

donde los astros se rinden bajo el trono de la Deidad.

Oh, la Noche, la Noche, la Hechicera Noche;

el reinado grotesco del día ha terminado,

y miríadas de Elfos se acercan en calma,

con sus áureas barcas desde las Costas del Sueño.

Oh, la Noche amada,

Alegre y Desolada,

tu bravo Céfiro galopando sobre el aire,

cuando alta brilla la luna

en el rociado Espacio,

y la Brisa es dulce como el beso de una Dama.

Oh, la Noche, la Noche, la Encantadora Noche.

Desde la fuente a la sombra del mirto,

las primeras notas de la serenata

flotan suavemente en el aire soñoliento;

mientras claros ojos brillan entre las vides,

y blancos brazos se inclinan sobre los balcones,

bañando de suspiros al Caballero que aguarda,

así como la hierba ansía el abrazo de la mañana.

Amor en sus Ojos,

Amor en sus Suspiros,

Amor en cada pecho adornado con Lirios;

en palabras tan sinceras

que el oído más atento no las capta,

y el anhelante Corazón tal vez las Pierda.

Oh, la Silenciosa Noche, donde los sueños de los estudiantes

juntos se lamentan en la Tumba del Sabio;

y los ojos de la Madre sobre la Cuna

derraman lágrimas sobre la mejilla pálida.

Oh, la Pacífica Noche, donde el pobre Vagabundo

es atravesado en el campo de batalla,

mientras llora la trompeta y el sable canta.

Sobre ellos, la Solitaria y Triste luna es testigo de la matanza.

Las Lágrimas fluyen

sobre la mejilla de Hierro

del centinela que yace solo.

Pensamientos que ruedan

por su Alma intrépida;

mutilando su rostro, severo en el Día.

Oh, la Sagrada Noche, donde se acerca la Memoria, con su rostro Suave y Dulce hacia mí.

Pero sus melodías son Tristes, como las aéreas baladas

que el infante oye sobre las maternales faldas.

A tu alrededor, delicadas formas huyen,

con níveas frentes y dorados cabellos,

con ojos que ciegan como los Cielos de Verano,

y Labios que hablan de perdidos días pasados.

Amplio es tu Vuelo,

Oh, Espíritu de la Noche,

por valles, corrientes y arboledas,

pero mayor es en la Penumbra

del austero cuarto del Poeta.

Allí eliges, esquiva; vagar.

Mi Musa Triste.

Delmira Agustini.

Vagos preludios. En la noche espléndida

su voz de perlas una fuente calla,

Cuelgan las brisas sus celestes pífanos

en el follaje. Las cabezas pardas

de los búhos acechan.

Las flores se abren más, como asombradas.

Los cisnes de marfil tienden los cuellos

en las lagunas pálidas.

Selene mira del azul. Las frondas

tiemblan... y todo! hasta el silencio, calla...

Es que ella pasa con su boca triste

Y el gran misterio de sus ojos de ámbar,

A través de la noche, hacia el olvido,

Como una estrella fugitiva y blanca.

Como una destronada reina exótica

de bellos gestos y palabras raras.

Horizontes violados sus ojeras

Dentro sus ojos (dos estrellas de ámbar)

Se abren cansados y húmedos y tristes

...

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