Caperusiuta Roja

sangre en mi vestidura evidenciando la gran labor realizada, tomo mi escopeta, la cruzo alrededor de mi pecho asegurando así la finalización del día y el regreso a casa, donde podré tomar un descanso sumamente merecido.

Camino por el sendero que me conduce a mi espléndido hogar, donde no solo me espera mi esposa y mis hijos, sino también todo un grupo de amigos en una grandiosa celebración del día del cazador que harán en mi honor, por mi tan arduo y valioso esfuerzo, pues siempre soy aquel motivo de admiración y deslumbramiento en todos ellos.

Continúo mi trasegar, siento fatiga y algo de sed, acercarme al estanque más cercano es mi próximo objetivo, no está nada mal tomar un momento de reposo para beber un poco de agua y comer un par de frambuesas. Sentado y recostado en un fuerte y vigoroso árbol, me levanto y emprendo nuevamente mi camino, topándome inmediatamente con una cabaña vieja y descuidada, tal como la habitante de ésta, la abuelita de caperucita roja.

Trato de ignorar aquel lugar desdeñado; y pasar por allí y hacer de cuenta que éste no existe, pero me logra cautivar rápidamente un sonido poco inusual que proviene de ésta, tentándome por saber quién lo produce y qué genera su causa. Me acerco con paso lento a la entrada y veo la puerta ajustada, lo que me parece sospechoso, pues en estos alrededores suelen merodear ladrones aprovechando la más mínima oportunidad para saquear las casas.

Oh sorpresa que me da, cuando entro y hallo al lobo del bosque durmiendo profundamente en la cama de la abuela de caperucita, produciendo ronquidos engorrosos y con la panza hinchada, ¿Será que se la comió? –pensaba-. Mejor haré de cuenta que no vi nada y me marchare, pero algo me detiene y me intriga internamente, siento como si una voz muy dentro me hablara y me digiera:

–Piensa… ¿Qué pasaría si ayudaras a esa anciana y luego cuando llegaras a tu casa contaras todo lo que hiciste? Sería una gran hazaña, así todos te admiraran más y podrás ser tú, su más grande ídolo-

Aún indeciso, me arriesgo a seguir lo que me dice el inconsciente, tomo un bisturí de la mesa de noche, hago una larga incisión en su vientre, tratando así de poder devolverle la vida a la anciana, cuando de repente me doy cuenta que, el maldito lobo no solo se había comido a su abuela sino también a su nieta, caperucita, quien es la primera que emerge de su panza, posterior a los diez segundos su abuela casi agonizando.

Listo, mi trabajo aquí ha terminado. Yo les he salvado la vida y merezco sus más infinitos agradecimientos. Caperucita roja y su abuela, se inclinan rindiéndome pleitesía

Prosigo en mí caminar largo y sereno, pensando que palabras usar para presumir y alardear mi acto heroico a toda mi familia y a todas esas personas que están en casa esperándome para festejar.

Subo la última colina que conduce a mi morada,

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