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Ciencia, Educación Y Monopolio


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2014  •  1.031 Palabras (5 Páginas)  •  257 Visitas

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Cuando llegó el momento de la entrevista de las jóvenes, la gente se dirigió a la finca del duque. Como algunas alcahuetas no habían podido llegar al número de nueve, otras habían perdido algunos individuos por el camino, sea por enfermedad o por fuga, sólo llegaron ciento treinta a la cita, ¡pero cuántos atractivos, gran Dios!, nunca, creo, se vieron tantos reunidos. Se dedicaron trece días a este examen, y cada día se pasaba revista a diez. Los cuatro amigos formaban un círculo en medio del cual aparecía la muchacha, primero vestida tal como estaba en el momento de su rapto, y la alcahueta que la había corrompido contaba la historia; si faltaba algo a las condiciones de nobleza y virtud, la muchacha era rechazada sin ahondar más en el asunto, se marchaba sola y sin ningún tipo de socorro, y la alcahueta perdía todo el dinero que le hubiese costado la muchacha. Tras haber dado la alcahueta toda clase de detalles, se retiraba y se procedía a interrogar a la doncella para saber si lo que se había dicho de ella respondía a la verdad. Si todo era cierto, la alcahueta regresaba y levantaba las faldas de la muchacha por detrás a fin de mostrar sus nalgas a la asamblea; era lo primero en examinar. El menor defecto en esta parte motivaba su rechazo instantáneo; si por el contrario nada faltaba a este tipo de atractivos, se la hacía desnudar completamente y, en tal estado, la muchacha pasaba y volvía a pasar, cinco a seis veces seguidas, de uno a otro de los libertinos, los cuales la hacían girar, la manoseaban, la olían, la alejaban, le examinaban sus virginidades, pero todo esto de una manera fría, y sin que la ilusión de los sentidos viniera a turbar el examen. Tras esto, la chiquilla se retiraba, y al lado de su nombre escrito en un billete, los examinadores ponían aceptada o rechazada, y firmaban la nota; luego estos billetes se ponían en una caja, sin que ninguno de ellos se comunicasen sus ideas. Una vez examinadas todas, se abría la caja: para que una muchacha fuera aceptada era necesario que tuviese en su billete los cuatro nombres de los amigos a su favor. Si faltaba uno, era rechazada, y todas, inexorablemente, como he dicho, se marchaban a pie, sin ayuda y sin guía, excepto una docena quizás con las cuales se divirtieron nuestros libertinos, después de haber efectuado la elección, y después cedieron a sus respectivas alcahuetas.

En la primera vuelta hubo cincuenta personas rechazadas, fueron repasadas las otras ochenta, pero con más esmero y severidad; el más leve defecto significaba la inmediata exclusión. Una de ellas, bella como el día, fue rechazada porque tenía un diente un poco más alto que los otros; otras veinte muchachas fueron excluidas también porque sólo eran hijas de burgueses. Treinta saltaron en la segunda vuelta, no quedaban, pues, más que cincuenta. Se resolvió no proceder a un tercer examen sin antes haber perdido el semen gracias a aquellas cincuenta mujeres, a fin de que la calma perfecta de los sentidos redundara en una elección más

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