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DON QUIJOTE DE LA MANCHA


Enviado por   •  5 de Abril de 2014  •  9.243 Palabras (37 Páginas)  •  268 Visitas

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acertado que se cumpla la voluntad de qu

ien lo ordena y afuera de todo razonable

discurso; y no le tuviera bueno Augusto Cé

sar, si consintiera que se pusiera en

ejecución lo que el divino Mantuano dejó

en su testamento mandado. Así que,

señor Ambrosio, ya que deis el cuerpo de

vuestro amigo a la tierra, no queráis dar

sus escritos al olvido; que

si él ordenó como agraviado, no es bien que vos

cumpláis como indiscreto, antes haced, dand

o la vida a estos papeles, que la tenga

siempre la crueldad de Marcela, para qu

e sirva de ejemplo en los tiempos que están

por venir a los vivientes, para que se aparten y huyan de caer en semejantes

despeñaderos; que ya sé yo y los que aq

uí venimos la historia deste vuestro

enamorado y desesperado amigo, y sabemos la amistad vuestra y la ocasión de su

muerte, y lo que dejó mandado al acabar de

la vida: de la cual lamentable historia

se puede sacar cuanta haya sido la crueldad de Marcela, el amor de Grisóstomo, la

fe de la amistad vuestra, con el paradero

que tienen los que a rienda suelta corren

por la senda que el desvariado amor dela

nte de los ojos les pone. Anoche supimos

la muerte de Grisóstomo, y que en este

lugar había de ser enterrado, y así de

curiosidad y de lástima dejamos nuestro de

recho viaje, y acordamos de venir a ver

con los ojos lo que tanto nos había lastimado en oíllo; y en pago desta lástima y del

deseo que en nosotros nació de remedialla

si pudiéramos, os rogamos, oh discreto

Ambrosio, a lo menos yo os lo suplico de

mi parte, que dejando de abrasar estos

papeles, me dejéis llevar algunos dellos. Y

sin aguardar que el pastor respondiese,

alargó la mano y tomó algunos de los

que más cerca estaban. Viendo lo cual

Ambrosio, dijo: por cortesía consentiré

que os quedéis, señor, con los que ya

habéis tomado; pero pensar que dejaré de

quemar los que quedan es pensamiento

vano. Vivaldo, que deseaba ver lo que los

papeles decían, abrió luego el uno dellos,

y vio que tenía por título: Canción desesper

ada. Oyólo Ambrosio y dijo: ese es el

último papel que escribió el desdichado y po

rque veáis, señor, en

el término que le

tenían sus desventuras, leedle

de modo que seáis oído, ue

bien os dará lugar a ello

el que se tardare en abrir la sepultura.

Eso haré yo de muy buena gana, dijo

Vivaldo. Y como todos los circunstantes te

nían el mismo deseo,

se pusieron a la

redonda, y él, leyendo en vo

z clara, vio que así decía:

Capítulo 14: Donde se ponen los versos desesperados del difunto pastor,

con otros no esperados sucesos

CANCION DE GRISOSTOMO

Ya que quieres, cruel, que se publique

de lengua en lengua, y de una en otra gente,

del áspero rigor tuyo la fuerza,

Haré que el mismo

infierno comunique

al triste pecho mío un son doliente,

con que el uso común de mi voz tuerza.

Y al par de mi deseo que se esfuerza

a decir mi dolor y tus hazañas,

de la espantable voz irá el acento,

y en él mezclados por mayor tormento

pedazos de las míseras entrañas.

Escucha, pues, y presta atento oído

no al concertado son, sino al ruido

que de lo hondo de mi amargo pecho,

llevado de un forzoso desvarío,

por gusto mío sale y tu despecho.

El rugir del león, del lobo fiero

el temeroso aullido, el silbo horrendo

de escamosa serpiente, el espantable

Bbaladro de algún monstruo, el agorero

graznar de la corneja, y el estruendo

del viento contrastado en mar inestable:

Del ya vencido toro el implacable

bramido, y de la viuda tortolilla

el sensible arrullar, el triste canto

del enviudado buho, con el llanto

de toda la infernal negra cuadrilla,

Salgan con la doliente ánima fuera,

mezclados en un son de tal manera

que se confundan los sentidos todos,

pues la pena cruel que en mí se halla

para contarla pide nuevos modos.

De tanta confusión, no las arenas

del padre Tajo oirán los tristes ecos,

ni del famoso Betis las olivas:

que allí se esparcirán mis duras penas

en altos riscos y en profundos huecos,

con muerta lengua y con palabras vivas;

O ya en oscuros valles o en esquivas

playas desnudas de contrato humano,

o adonde el sol jamás mostró su lumbre,

o entre la venenosa muchedumbre,

de fieras que alimenta el Nislo llano:

Que puestos en los páramos desiertos

los ecos roncos de mi mal inciertos

suenen con tu rigor tan sin segundo,

por privilegio de mis cortos hados

serán llevados por el ancho mundo.

Mata un desdén, aterrada paciencia

o verdadera o falsa una sospecha;

mata los celos con rigor tan fuerte;

Desconcierta la vida larga ausencia;

contra un temor de olvido no aprovecha

firme esperanza de dichosa suerte.

En todo hay cierta, inevitable muerte;

mas yo, ¡milagro nunca visto! vivo

celoso, ausente, desdeñado y cierto

de las sospechas que me tienen muerto:

y en el olvido en qu

ien mi fuego avivo.

Y entre tantos tormentos, nunca alcanza

mi vista a ver en sombra a la esperanza;

ni yo desesperado la procuro,

antes por extremarme en mi querella,

estar sin ella eternamente juro.

¿Puédese por ventura en un instante

esperar y temer, o es bien hacello,

siendo las causas del temor más ciertas?

¿Tengo, si el duro celo está delante,

de cerrar estos ojos, si he de vello

por mil heridas en el alma abiertas?

¿Quién no abrirá de par en par las puertas

a la desconfianza, cuando mira

descubierto el desdén, y las sospechas

¡Oh amarga conversión! verdades hechas,

y la limpia verdad vuelta en mentira?

¡Oh en el reino de amor fieros tiranos

celos! ponedme un hierro en estas manos.

Dam, desdén, una torcida soga.

¡Mas ay de mí! que con cruel victoria

vuestra memoria el sufrimiento ahoga.

Yo muero, en fin, y porque nunca espere,

buen suceso en la mu

erte ni en la vida,

pertinaz estaré en mi

...

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