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El castigo de apolo


Enviado por   •  10 de Marzo de 2024  •  Trabajos  •  2.526 Palabras (11 Páginas)  •  51 Visitas

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EL CASTIGO DE APOLO

Mi abuelo era un sirviente antes de ser él rey de Ftía, igual que su padre y el padre de su padre. Cuando el rey Peleo se quedo sin herederos por la muerte de su hijo Aquiles, tuvo una hija con una sirvienta, esperando que fuera mayor para poder casarla, mi abuelo se enamoró de ella y prometió casarse con ella a toda costa.

El viejo rey no estaba contento con que su hija estuviera enamorada de un sirviente, pero siendo tan viejo y estar cada día más cerca de la muerte, declaro un torneo para competir por la mano de la princesa y así, llegaron príncipes de toda Grecia dispuestos a casarse con aquella joven de tan solo catorce años. Mi abuelo participo en el torneo y para asombro de todos, logro ganar contra el hijo de Agamenón, asesinándolo en el proceso.

Del matrimonio de mi abuelo, nació mi padre, Erasmo, que poco después de cumplir los diecisiete años fue casado con mi madre, Briseida, segunda hija del rey de Lesbos.

Mi madre aprendió con el tiempo a querer a mi padre, a pesar de tener un temperamento difícil de manejar. Mis padres se querían y estaban tan seguros de eso que nos tuvieron a mi y a mis hermanos.

Aldebarán y Pólux, los primeros en nacer, eran mellizos, aunque en realidad solo tenían una cosa en común, el color de sus ojos, ambos llevaban el sol en ellos, cosa que era heredada de mi madre y lo único que les envidiaba.

Aldebarán era el mellizo mayor, con cabello dorado como el atardecer, piel bronceada y unos preciosos rizos que me dejaba peinar cuando estaban desordenados. Tenía una personalidad energética, siempre alegre y con una sonrisa en el rostro, sabía como consolarme cuando me sentía mal, y siempre jugaba conmigo. El era un sol que podía iluminar la vida de cualquier persona. Físicamente era fuerte y atractivo (o al menos eso decían las doncellas).  

Pólux era el menor, tenia una piel muy blanca para ser de Ftía, sus cabellos eran como plata fundida, y tenía el cabello más largo que yo. Era callado, reservado y con un temperamento difícil, como el de nuestro padre; sin embargo, siempre admire su inteligencia y su facilidad para poder crear planes y siempre salir ileso de los regaños de nuestra madre. Él era flaco y alto, era fuerte, pero no tanto como Aldebarán, tenía más bien, un cuerpo delgado, aunque no estaba en los huesos, aun así, tenía más mozas babeando por el que por otro chico de Ftía. No era una persona fácil de querer, pero yo lo amaba con mi corazón, hubiera hecho cualquier cosa por él y por Aldebarán.

Y yo, bueno, en esa vida fui nombrada Aria, yo era una niña alegre y curiosa, de cuerpo delgado y piel bronceada, tenía el cabello largo y de color negro, como el de mi padre, mis ojos no eran como los de mis hermanos, eran de un tono verde fuerte, mi padre decía que eran como los de mi abuela.

Mis hermanos mayores no se llevaban muy bien, eran polos opuestos y eso normalmente llevaba a peleas tontas de adolescentes. Mis padres trataban de que pasaran tiempo juntos, eso no funcionaba, solo hacía que se odiaran un poco más cada día. Mientras los tres crecíamos se notaba la diferencia que hacía mi padre para tratarnos, mientras que a Al lo consentía y trataba como un niño mimado, a Pol y a mi nos trataba como si fuéramos una decepción, a Pol por no parecerse a él (mi padre creía que Pólux era fruto de la infidelidad de nuestra madre con algún dios) y a mí solo por el hecho de ser una mujer.

Aun así, mi madre siempre nos adoro a los tres, ella decía que Aldebarán era su sol, Pólux su luna y yo su estrella. Todo era fácil hasta que nuestra madre enfermó de una infección extraña, mi padre movió todo el poder que tenía para poder conseguir un medico competente.

Y lo encontró en la isla de Cos, lo mando llamar a Ftía inmediatamente.

Una tarde de verano, nuestra madre falleció, la enfermedad que tenía se la llevo en menos de dos semanas. Fue muy difícil, yo tenía quince años y mis hermanos dieciocho cuando murió.

Desde ese momento, todo se torno oscuro; padre comenzó a consumir mucho vino, hasta el punto de quedar totalmente dormido en su trono. Aldebarán siempre estaba con él, ya que nuestro padre considero el momento oportuno para empezar a instruirlo para el próximo rey de Ftía, y eso claramente no le agrado para nada a Pólux.

- ¡Está loco! ¿Cómo se atreve a nombrarlo su heredero? - llegó gritando Pol a mi habitación.

Cerré el libro que estaba leyendo y lo miré, mi hermano estaba enojado, estaba realmente enojado. Tenía el ceño fruncido y apretaba sus manos de la rabia, no sabía que decirle, nunca lo había visto tan furioso con mi padre.

- ¿¿Cómo es que puede creer que una persona como Aldebarán sería realmente un buen gobernante?? Erasmo es idiota, pero no tanto. – dijo y empezó a moverse por la habitación con desesperación, cual león encerrado en una jaula.

-Bueno, padre piensa que es un gran hombre y tiene sentido que lo nombrara su heredero, Al es el mayor de nosotros. – mencione sin ningún miedo, después de todo, Pol no se atrevería a golpearme por decir lo que pienso.

Pólux me miro fijamente, parecía que sus ojos estaban en llamas, tenía la mirada de mi madre cuando hacíamos algo incorrecto.

- ¿Estás de acuerdo con él? ¿Piensas que el sería un buen gobernante? - susurro impresionado. – Pensé que estabas de mi lado- dijo mientras me juzgaba con la mirada. No respondí y le miré mal, tan solo con decir eso ya me había hecho enojar.

-No estoy del lado de nadie, estúpido. Los dos son mis hermanos y si yo decidiera quien tiene que ser el heredero de Ftía, elegiría primero a un asno antes que a alguno de ustedes dos. – conteste furiosa por su comentario.

Pólux me miro divertido, le gustaba hacerme enojar, pero al menos había logrado que se olvidara de ese tema.

-Bien, bien, pero no me insultes pequeña estrella. Deberíamos de ir a cenar.

Al día siguiente Pólux no le dirigía la palabra a Aldebarán y tampoco a padre, estaba enojado y a la única a la que le hablaba era a mí. Al y padre pensaron que se le olvidaría con el tiempo.

Cuan equivocados estaban.

Había pasado un año, un año entero y aun no le hablaba a ninguno de los dos. Con el tiempo, también se había distanciado de mí, solo me hablaba para preguntar si estaba bien y como iba con mis clases de canto, a excepción de eso, solo salía de sus aposentos para comer y salir a la biblioteca.

Tramaba algo y yo tenía la ligera idea de que era.

Un día por la tarde, Aldebarán lo alcanzo antes de que se encerrara en su cuarto.

-PÓLUX!!! -gritó- ¡¡Espera, quiero hablar contigo!!- y acto seguido se aventó encima de el para que no escapara, cayendo los dos al suelo en el proceso.

- ¿¿ESTAS LOCO ALDEBARÁN??- le gritó- Casi me matas, idiota.

- ¿Por qué te niegas a hablarnos a mi y a padre? Ya ni siquiera comes con nosotros Pólux - dijo el rubio dolido.

- Porque debería de ser yo el heredero Aldebarán, no tú, no con esa actitud de chiquillo mimado que no sabe lo que quiere, ¿Crees que realmente te respetarían? Dime, ¿de verdad lo crees? - se burló el de cabello plateado.

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