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Hoja De Presentacion


Enviado por   •  14 de Marzo de 2013  •  31.587 Palabras (127 Páginas)  •  724 Visitas

Página 1 de 127

Un puente hacia Terabithia

Katherine Paterson

DESTINO INFANTIL Y JUVENIL

destinojoven@edestino.es

www.destinojoven.com

Editado por Editorial Planeta, S. A.

Licencia editorial para editorial Planeta, S. A. por cortesía de Editorial Noguer, S. A.

Título original: Bridge to Terabithia

Publicado por primera vez por Harper Collins Children's Books, una división de

Harper Collins Publishers, Inc.

© Katherine Paterson, 1997

© de la traducción: Barbara McShane y Javier Alfaya, reproducida con

autorización de Grupo Santillana, S. A. de ediciones

© de la revisión: Editorial Noguer, S. A.

© Editorial Noguer, S. A., 1999

La canción "Free to be..." "Young and me" por Stephen Lawrence y Bruce Hart:

© Ms. Foundation for Women, Inc.

Primera edición en esta colección: marzo de 2007

Segunda impresión: abril de 2007

Editorial Planeta, S. A.

Avda. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona

ISBN 978-84-08-07209-6

Depósito legal: B. 22.909-2007

Impreso por Cayfosa

Impreso en España - Printed in Spain

Escribí este libro

para mi hijo

David Lord Paterson,

y él, después de leerlo,

me pidió que incluyera

el nombre de Lisa

y es esto lo que hago

para David Paterson

y Lisa Hill.

banzai

ÍNDICE

CAPÍTULO 1 Jesse Oliver Aarons, Jr. 6

CAPÍTULO 2 Leslie Burke 12

CAPÍTULO 3 La chica más rápida de quinto 18

CAPÍTULO 4 Soberanos de Terabithia 25

CAPÍTULO 5 Los gigantes asesinos 37

CAPÍTULO 6 La llegada del príncipe Terrien 44

CAPÍTULO 7 La habitación dorada 49

CAPÍTULO 8 Pascua 58

CAPÍTULO 9 El maleficio 64

CAPÍTULO 10 El día perfecto 69

CAPÍTULO 11 ¡No! 75

CAPÍTULO 12 Desamparado 80

CAPITULO 13 La construcción del puente 84

CAPÍTULO 1

Jesse Oliver Aarons, Jr.

Barabúm, barabúm, bum bum bum. Barabúm, barabúm bum bum. Burum, burum, burum, buuuurum, rum, rum, rum.

Bien. Su padre había puesto en marcha el motor de la camioneta. Ahora ya se podía levantar. Jess se deslizó fuera de la cama y se puso los zahones. Ni siquiera se pondría camisa porque una vez que empezara a correr sudaría a chorros aunque el aire de la mañana fuera fresco, ni tampoco zapatos porque las plantas de sus pies eran tan duras como la suelas de sus desgastadas playeras.

—¿Te vas, Jess? —May Belle se incorporó soñolienta en la cama doble donde dormían Joyce Ann y ella.

—Chiss —le advirtió.

Las paredes eran delgadas. Mamá se pondría tan furiosa como una mosca atrapada en un bote de mermelada si la despertaban temprano.

Le dio unas palmaditas a May Belle en la cabeza y subió las arrugadas sábanas hasta su pequeña barbilla.

—Sólo hasta el prado de las vacas —susurró.

May Belle sonrió y se acurrucó bajo las sábanas.

—¿Pa correr?

—A lo mejor.

Por supuesto que iba a correr. Se levantaba temprano todos los días del verano para ir a correr. Imaginaba que si se entrenaba bien —y caramba, cómo lo hacía— podría llegar a ser el corredor más rápido de quinto cuando empezara el curso. Tenía que ser el más rápido —no uno de los más rápidos, ni el segundo más rápido sino el más rápido—. El mejor.

Salió de casa de puntillas. Estaba tan destartalada que chirriaba cada vez que se daba un paso, pero Jess había descubierto que si caminaba de puntillas sólo se oía un débil crujido y normalmente podía salir sin despertar a mamá, Ellie, Brenda o Joyce Ann. Con May Belle la cosa era distinta. Iba a cumplir siete años y le adoraba, lo que a veces estaba muy bien. Cuando eres el único chico, espachurrado entre cuatro hermanas, y las dos mayores hacen como si no existieras desde que te negaste a que te vistieran y a que te pasearan en su oxidado y viejo cochecito de muñecas, y la más pequeña se echa a llorar si la miras bizqueando los ojos, es bonito que alguien te adore. Aunque en ocasiones es incómodo.

Comenzó a trotar cruzando el patio. Su aliento salía a bocanadas y hacía frío para ser el mes de agosto. Pero aún era temprano. Al mediodía, cuando su madre le mandara a trabajar, ya haría más calor.

Miss Bessie le miró soñolienta mientras trepaba por un montón de chatarra, sobre la empalizada, y se metía en el prado de las vacas. «Muuuuu», dijo, mirándole exactamente igual que otra May Belle, con sus grandes, lánguidos ojos castaños.

—Ea, miss Bessie —dijo suavemente—, vuélvete a dormir.

Miss Bessie se fue caminando lentamente hasta un trozo verduzco —la mayor parte del campo era pardo y seco— y tomó un bocado.

—Eso es lo que tienes que hacer. A tomar el desayuno. No te preocupes por mí.

Siempre comenzaba en el extremo noroeste del prado, agachado como los corredores que veía en «El ancho mundo del deporte».

—¡Bang! —dijo, y salió disparado a dar vueltas al prado.

Miss Bessie caminó lentamente hacia el centro, siguiéndole todavía con su lánguida mirada mientras masticaba poco a poco. No tenía aspecto de ser muy espabilada, ni siquiera para una vaca, pero lo era lo suficiente como para apartarse del camino de Jess.

Sus cabellos de color pajizo le golpeaban la frente, y los brazos y las piernas se movían cada cual a su aire. Nunca había aprendido cómo se debe correr pero tenía piernas largas para un chico de diez años y no había otro tan resistente como él.

La escuela primaria de Lark Creek carecía de todo, especialmente de equipamiento para atletismo, así que a la hora del recreo, después de almorzar, los mayores se quedaban con las pelotas. Si algún chico de quinto empezaba el recreo con una pelota, seguro que se la quitaba alguno de sexto o de séptimo antes de llegar a la mitad. Los chicos mayores se adueñaban siempre del centro del campo de arriba para jugar a la pelota, mientras que las chicas exigían la pequeña superficie superior para jugar a la rayuela, saltar a la comba y andar por allí parloteando. De ese modo los chicos de los cursos inferiores habían empezado con lo de correr. Se ponían en fila en la parte más alejada del campo de abajo, donde había

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