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Pata Patana autor:Ana María Guiraldes


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2014  •  Síntesis  •  1.619 Palabras (7 Páginas)  •  291 Visitas

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Pata Patana autor:Ana María Guiraldes

Hacia exactamente una hora que los clientes esperaban a que la Pata Patana abriera su bazar. La tortuga era la primera en la fila, quería comprar un género para mandar a confeccionar una capa para su caparazón; luego venía la modista, que necesitaba comprar tijeras para cortar la capa para la caparazón de la tortuga; luego el afilador, que compraría un esmeril para afilar las tijeras con que la modista cortaría la capa para la caparazón de la tortuga; mas atrás el papagayo, que buscaba miel para aclarar la garganta y avisar con buena voz cuando el afilador pasara por donde vivía la modista con su equipo para afilar las tijeras que ella usaría para cortar la capa para caparazón; seguía el barrendero que esperaba comprar una buena escoba para barrer la calle por donde iría el papagayo voceador y el afilador con su esmeril, para que cuando saliera la costurera a afilar las tijeras con que cortaría la capa para su caparazón, la calle estuviera lista. Así la tortuga no se arrepentiría de haberse mandado a hacer una capa donde una modista que tenia su calle tan bien cuidada

Todos esperaban, pero el bazar seguía serrado.

Es que la Pata Pagana se levantaba tarde. Tenía mucho que soñar. Le gustaba soñar en colores y en ese momento tenía los colores confundidos: a ella le gustaba el mar azul y no rosado. Y como el sueño era voluntarioso, no quería

Cambiarse de color.

La pata patana se dio una vuelta, el mar se derramó y le mojó la cama. La pata se levantó dormida, puso una toalla en la sabana y se acostó de nuevo. Ahora el mar se convertía en nieve. A ella le encantaba la nieve y se acomodó para soñar bien. Pero… ¡no, pues!, la nieve es blanca como corazón de piña y no celeste…… ¡Y el sol amarillo como corazón de margarita y no verde!

Afuera la fila de clientes se paraba en un pie y luego en otro. Entonces, llegó un heladero y comenzó a vender. Pero como todos tenían la plata justa, nadie compraba nada. El heladero sacó un slam de bocado y comenzó a comerlo bien lento, para que los otros se tentaran. La tortuga miró para arriba, la modista para abajo, el afilador para un lado, el papagayo para otro, y el barredor cerró los ojos.

Y adentro, en el dormitorio, la Pata Patana hablaba dormida y se reía a gritos porque un rayo de sol verde le hacia cosquillas debajo de un ala.

¡Que Pata tan Patana!

Pero la tortuga se impacientó. Ella necesitaba con urgencia mandarse a hacer una capa para su caparazón; una linda capa de algún género elegante, como popelina o franela o algo así. Y de algún color vistoso, como gris, negro o café oscuro.

Y los demás esperaban que ella comprara de una vez por todas el género, así todos tendrían trabajo.

Los clientes comenzaron a toser bien fuerte para que la dormilona escuchara, y el papagayo gritó: ” ¡BUSCAN! ” Pero adentro la dueña del bazar seguía feliz de la vida tapada hasta el cuello y roncando ZZZZZZ de colores tan vivos, que la pieza parecía a punto de estallar en burbujas verdirrojas y rosililas.

-¡Me voy!- decidió la tortuga.

Adelantó una pierna, luego la otra, giró hacia la izquierda, y partió a zapateaditas lentas.

¿Quiénes la seguían?

Todos. Incluso el heladero comiéndose un zurp de chocolate y diciendo: “¡mmmmm!” Pero la tortuga miraba hacia arriba, la modista para abajo, el afilador para un lado, el papagayo para el otro y el barrendero iba a tientas.

La tortuga pisaba sobre un pasto tan suave y de un verde tan verdecito, que tuvo una idea:

-Campo- pidió una vocecilla aguda -¿me vendes medio metro de pasto para hacerme una capa verde?

Todos a sus espaldas esperaron ansiosos, pero el campo no respondió

Porque no sabía hablar.

Mala suerte.

La fila siguió caminando a zapateaditas. Ahora la tortuga sintió que algo le rozaba la cabeza, y miró hacia arriba. Eran los flecos de un sauce. Que suaves y flexibles eran esos flecos. Elegantísimos, pensó la tortuga.

- Sauce- dijo, en tono educado -, ¿me venderías medio metro de flecos para hacerme una capa flecada?

Los que seguían no respiraron para escuchar bien la respuesta.

Y el sauce sólo se puso a llorar y no respondió nada.

Vaya, que problema.

Pero como la tortuga todavía iba mirando hacia arriba, vio una nube blanca felpuda y abrigadora que paseaba muy oronda por el cielo. Ah, que bello género para una capa de cumpleaños.

-Nuubee- gritó, para que la oyera.

-NUUUUUUBEEE- gritaron todo incluido el heladero, que seguían mostrando helados, sin perder la esperanza.

Como la nube no respondía, la tortuga gritó:

-¡Nube…!,¿me vendes medio metro de nubes?

Pero ella, sin siquiera inmutarse, siguió su paseo, arrastrando su vestido vaporoso.

Entonces la modista gritó:

- Aunque el campo o el sauce o la nube te hubieran vendido, no habría

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