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Prólogo a los niños mexicanos que están por nacer


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  Informes  •  676 Palabras (3 Páginas)  •  451 Visitas

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“Prólogo a los niños mexicanos que están por nacer”

Queridos niños: lo primero que deseo a ustedes que están por nacer, es que nazcan. El destino, la suerte, el horóscopo, o para decirlo en cristiano la Divina Providencia, les ha deparado el privilegio de nacer en México. En otros países hubieran podido ser más ricos que aquí, pero jamás hubieran disfrutado del más transparente aire, el colorido de nuestro Folklore <3, las bellezas naturales, la picante sabrosura de los guisos, el clima de libertad, el amor de la madre; ah y las sorpresas que les esperan…

Dentro de este territorio el hombre conjuga once verbos: nace, habita, se relaciona, estudia, trabaja, se divierte, hace política, se casa, va a misa el domingo, se enferma y se muere, como ven no son muchas las cosas que ustedes podrían hacer.

Pero aquí son dos cosas diferentes, ustedes pueden vivir en casa propia o morirse de renteros, pueden graduarse de profesionales o quedarse como candidatos de la campaña de alfabetización, pueden llegar a capitanes de empresa o vender banderitas tricolores cada 16 de septiembre, ustedes pueden divertirse en la alberca climatizada de su residencia o jugar fut en la tierra de la barriada, pueden verse ungidos diputados o ejemplares ciudadanos toda su vida, pueden casarse o ser casados; lo único donde no hay alternativa es que se van a morir.

Queridos niños, les ha tocado vivir en un país del que se puede decir todo menos monótono y aburrido. En otros países consiste en saber cuántas horas de trabajo produce o cuantos kilos de carne consume. Aquí el problema es saber si su “curriculum vitae” se acabara o lo acabaran.

“El nacimiento”

Todavía no nace un mexicano, y ya empieza la discusión de los sexos, es claro que el papá lo prefiere hombre, con un hijo varón, el papá demuestra no sólo la superioridad del sexo masculino, lo muy hombre que es él, lo muy macho. Valentía, arrojo, dominio, fuerza, trabajo fecundo y creador.

Con un hijo varón, el papá asegura la continuidad del apellido, la procesión de la sangre, el orgullo, el racismo paterno que lo inclina a preferir un niño, porque un júnior es un júnior.

Con un varón el papá se mira repetido, igual sexo, igual nombre, igual raza de bronce; su futuro ayudante en el trabajo y socio de su negocito, celoso guardián de sus hermanas.

La madre resignada, prepara dos canastillas, la azul y la rosa, que al fin y al cabo la que no se use se usará después, otras mamás mucho más funcionales, preparan solamente un ropón blanco que sirva para lo que venga, lo que Dios manda, todo es bueno y Dios nunca se equivoca.

Tan voluminosas y delicadas, hasta media hora antes del suceso, en que arreglan su maleta y encomendadas a Dios, se van al hospital a aliviarse. La única enfermedad en México de que inefablemente se cura la mujer.

Otras futuras madres, menos

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