REGLAS DE INTERACCION

Un ejemplo de las reglas de interacción comunicativa a las que el contexto nos somete es la forma en que hablamos en nuestra casa o con nuestros amigos, donde podemos usar modismos, apodos, aludir a cosas que nadie entendería si no es de la familia o del grupo.

Regularmente no hablamos igual en nuestro trabajo y con el jefe, o en la escuela con el profesor. También ocurre que cuando conocemos un chiste muy grosero sabemos que no podemos contárselo a nuestra abuelita, por ejemplo; o de qué manera hablarle a alguien para lograr algo, recuerda cómo le habla Johannes a Cordelia.

Así, las reglas de la comunicación dialógica nos llevan a tomar posiciones, Johannes asume la posición de seductor, Cordelia la de víctima (como dice el dicho: seducida y abandonada). Nuestra posición frente al jefe es de subordinado, o si somos el jefe, nuestra posición es de autoridad; con nuestros cuates, en cambio, las posiciones son de pares, pero con nuestra abuelita, asumimos una posición de condescendencia, etcétera.

Para ser un interlocutor, es decir, participante de un diálogo, se debe ser consciente de estas reglas que nos hacen saber qué decir a quien, cuándo y cómo decirlo y cuándo callar, porque a veces, tenemos que resolver ¿de qué manera decir algo para no ser castigado?, ¿debo asumir la posición de víctima o de dignidad ofendida? o ¿será mejor no decir nada, callar y asumir una posición de sumisión? Atenerse a estas reglas es tan necesario en la comunicación privada como en la pública.

Por eso, en esta etapa de trabajo nos limitaremos a un obstáculo de la comunicación dialógica, a las prohibiciones de orden ideológico que no permiten el libre flujo del diálogo, del intercambio de ideas en la comunicación pública. Prohibiciones de las cuáles, la quema de libros, es una de las más visibles, pero no la única.

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