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Regreso a Roma.


Enviado por   •  12 de Enero de 2013  •  Informe  •  1.185 Palabras (5 Páginas)  •  324 Visitas

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PBRO. JOSE FRANCISCO MENDEZ

ALUMNO: ALBERTO GAVIA NAVARRETE

EL GRAN CISMA, origen. (1378-1417)

Regreso a Roma.

Se dice que Urbano V murió a poco de su regreso a Aviñón. Después de su partida, estallaron disturbios en Italia por todas partes, sobre todo por la republica de (Florencia). Los italianos no han acabado de comprender, que para los católicos de otros países el papa sigue siendo el jefe supremo de la Iglesia, incluso cuando sirve a los intereses locales de Italia. El nuevo papa Gregorio XI envió a Italia soldados que (se hicieron odiosos) por su salvajismo. Su caudillo era el Cardenal Roberto De Ginebra, el futuro antipapa Clemente VII. Como dato, en 1378, se lanzo el entredicho contra Florencia.

• Para este tiempo en Siena vivía una piadosa virgen, <<Catalina Benincasa>>, (mística y prudente) dotada de una amplitud de visión. –lo que le importaba no eran las naciones, sino la <<Iglesia y las almas>>. Terciaria dominica. Personalmente y por medio de cartas, se empeño en reconciliar al papa con la republica de Florencia, haciendo posible el regreso del primero a Roma.

No fueron, naturalmente, solo las exhortaciones de santa Calina, lo que movió a Gregorio XI a emprender el definitivo regreso a Roma. El 13, Sep. 1376, Gregorio XI abandono Aviñón para siempre. Por lo tanto, con su prudente conducta el papa consiguió calmar los ánimos y hasta indicar el camino de la reconciliación con Florencia.

La elección de Urbano VI.

Para esto se reunieron en conclave en el Vaticano dieciséis cardenales, (4 italianos, 1 español y once franceses. Los romanos pedían a gritos a un papa romano. Los cardenales eligieron al arzobispo de Bari, Bartolomé Prignaño. Italiano de nacimiento y no era cardenal. Parecía el indicado para ser papa de transición. Mientras se buscaba al elegido, que estaba en Roma. Los cardenales y sus conclavistas temiendo por sus vidas revistieron precipitadamente con las vestiduras papales al anciano cardenal Tibaldeschi que era romano, lo pusieron en el trono y se dieron a la fuga. Al final se calmaron los ánimos y el magistrado de la ciudad aseguro a todo el mundo que el pontífice no era Tibaldeschi, sino Bartolomé. Y fue coronado bajo el nombre de Urbano VI. Todo hubiera ocurrido llanamente, de no haber dado pruebas Urbano, desde el comienzo de su pontificado, de torpezas y terquedad. Trataba del peor modo a los cardenales. Se enemisto con la reina de Nápoles, Juana I. Los cardenales se arrepintieron de haberlo elegido. Y con el pretexto de la canícula, huyeron de Roma y se congregaron en Anagni, incluso los italianos. Desde este lugar publicaron el 9 de agosto 1378, un manifiesto declarando que la elección celebrada cinco meses antes, por tanto era nula.

La Reina de Nápoles y el Rey de Francia, Carlos V, les prometieron apoyo. Bajo la protección del conde Gaetani, con el que Urbano VI también se había peleado, los cardenales se retiraron a Fondi, y en cuanto recibieron las cartas del rey de Francia, procedieron a elegir al Cardenal Roberto de Ginebra con el nombre de Clemente VII. Así empezó el gran cisma de Occidente que había de durar 40 años.

El Cisma.

Para la cristiandad resultaba difícil decidir de qué lado estaba el derecho. La elección de Urbano VI se había celebrado en circunstancias anormales. Clemente VII, elegido unánimemente por los cardenales, se establecieron en Aviñón, que desde hace dos generaciones pasaba ante la cristiandad como la residencia habitual de los papas.

Pero

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