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Renta Aduanera


Enviado por   •  2 de Junio de 2013  •  1.517 Palabras (7 Páginas)  •  358 Visitas

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LA SILVA CRIOLLA DE FRANCISCO LAZO MARTÍ

Invitación

(A un bardo amigo)

Es tiempo de que vuelvas;

es tiempo de que tornes…

No más de insano amor en los festines

con mirto y rosas y pálidos jazmines

tu pecho varonil, tu pecho exornes.

Es tiempo de que vuelvas…

Tu alma –pobre alondra—se desvive

por el beso de amor de aquella lumbre

deleite de sus alas. Desde lejos

la nostalgia te acecha. Tu camino

se borrará de súbito en su sombra…

Y voz doliente de las horas tristes,

y del mal de vivir oculto dardo,

el recuerdo que arraiga y nunca muere,

el recuerdo que hiere,

hará sangrar tu corazón, ¡oh Bardo!

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Ven de nuevo a tus pampas. Abandonada

el brumoso horizonte

que de apiñadas cumbres se corona.

Lejos del ígneo monte

ven a colgar tu tienda. Ven felice,

ven a dormir en calma tus quebrantos,

y como el sol de la desierta zona

en viva inspiración ardan tus cantos.

Guárdate de las cumbres…

Colosales, enhiestas y sombrías

las montañas serán eternamente

la hermosa pantalla de tus días.

Deja para otra gente

el gozo de mirar picos abruptos,

y queden para ti las alegrías

de ver, al despertar, alba naciente,

y de abrazar con sólo una mirada,

de Sur al Septentrión. Y del Ocaso

hasta el fúlgido Oriente

la línea, el ancho lote, siempre al raso

de la tierra natal.

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¡Libra tu juventud! El rumbo tuerce

de la fastuosa vía

en la que el vicio su atracción ejerce

y se tiñe de rosa la falsía

donde el amor procaz vive a su antojo

y cubierta de pámpanos la frente

celebra en la locura del despojo

parda penumbra y carnación turgente.

Si es oro la lisonja al bravo y fiero

Señor –de cuantos míseros se humillan—

desprecia el arte vil, por lisonjero,

en que nombres y almas se mancillan;

y si quieres al fin que no te alcance

de la vergüenza el dardo,

de igual manera que al hirviente cardo,

a la pasión venal esquiva el lance.

Es tiempo de que vuelvas,

es tiempo de que tornes.

No más de insano amor en los festines

con mirto y rosa y pálidos jazmines

tu pecho varonil, tu pecho exornes.

I

Torna a soplar del Este

el viento alegre y zumbador. Ondea

cual agitada veste

el sedoso follaje. El sol orea

la charca pantanosa,

y por el reino de la luz pasea

legión de garzas de plumaje rosa.

Florecer es amar… Sobre la falda

de las toscas malezas entreteje

la parásita en flor, áurea guirnalda;

cuelga blanco vellón, de su costado

el nido comenzado;

regio collar de abiertas campanillas

la trepadora mazadaza enreda,

y en dos porciones de oraza rota,

despide al aura leda,

del nevado cairel de su bellota

trenza brillante el orozul de seda.

Tras la menuda flor cuaja el uvero

su gajo tempranero;

sus nacarados frutos en el limo

el punzador curujujul engendra;

la maya erige colosal racimo

y desprende el merey sabrosa almendra;

señuelo de su copa en lozanía,

escondidos granates el orore

en mil estuches cría;

emulando la escarcha

el espinito su jazmín estera,

y del verde mogote en la cimera

abre su flor simbólica la parcha.

En el aire, en la luz, en cuanto vive,

amor su aliento exhala;

y su aliento febril –tras el espeso

ramaje que es baluarte y es escala—

estremece del pájaro travieso

el mullido pulmón bajo del ala.

Torrente luminoso

de cumbre cenital se precipita;

del árbol generoso

la regalada sombra al sueño invita;

por el margen del caño

espárcese el rebaño;

tiemblan reverberando los confines,

y borracha de sol y miel llanera,

celeste mariposa mensajera

batiendo va sus cuatro banderines.

II

Ya no viene bramando cual solía

al declinar el día,

por uno y otro rumbo la vacada;

ni plantado en mitad del paradero

escarba y muge fiero

el toro padre de cerviz cuajada.

Ya no turba el reposo de los hatos

madrugador lucero;

ni despiertan el eco adormecido

el amante reclamo del bramido

a la par de la copla del vaquero.

A más benigno suelo,

a más fértil región de aguas profundas

y de lucientes pastos regalados,

a las islas distantes y fecundas,

fuéronse al fin pastores y ganados.

¡Cantando una tonada clamorosa

y bajo el fiero sol de la sabana,

al paso lento de la res morosa

con rumbo al Sur cruzó la caravana!

III

Ya dos veces, monstruoso y despiadado

sobre la tierra pródiga, el incendio

su abanico flamante ha desplegado;

ya dos veces, por furias impelido,

las yerbas infecundas

su aliento abrasador ha consumido;

y de pie sin cejar, y frente a frente

con el río que impasible está

...

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