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Rol Docente


Enviado por   •  19 de Abril de 2014  •  2.045 Palabras (9 Páginas)  •  596 Visitas

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La profesionalidad del rol docente

La docencia: ¿oficio, empleo, trabajo o profesión?

Es frecuente escuchar, en distintos ámbitos incluido el de la docencia, expresiones tales como: “El trabajo docente’ “La actividad docente”, “El oficio del docente”: pero, por el contrario, es poco frecuente oír decir: “La profesión docente”: ¿Qué reflexión merece esta realidad? Evidentemente no se puede interpretar que se trata simplemente de una cuestión terminológica, sino que hay que considerar que hace, profundamente y desde el imaginario colectivo, al lugar que la sociedad y los mismos docentes (lo que es más preocupante), asignan a su rol.

Caracterizar cada uno de estos términos ayudará a tomar postura fundamentada acerca del tema.

Cuando se habla de Oficio se hace referencia al conocimiento y comprensión de una tarea y a las habilidades necesarias para ejecutarla, que se logran y desarrollan en el ejercicio mismo de la actividad: no impone capacitación formal, Así planteado, ¿puede considerarse la docencia como un oficio?

En relación con el concepto de Trabajo, la definición del diccionario dice: “Ocupación retribuída”, “acción de trabajar” (tener una ocupación estable, ejercer una profesión, arte u oficio). ¿Se ubica la actividad docente en estas acepciones? No siempre responde a la primera pues son muchas las situaciones en que el docente trabaja sin recibir retribución, pero sí a la segunda, en tanto desempeña una profesión.

La noción de Empleo remite al vínculo laboral de una persona con una empresa dentro de un marco institucional y legal, definido y establecido con anterioridad a su incorporación a la organización. En el espacio de la educación formal la actividad docente se enmarca en esta categoría.

Al momento de considerar el concepto de Profesión, la expresión poco frecuente en el discurso de la sociedad y los docentes, la mayoría de los autores que tratan el tema coinciden en que las notas esenciales de la actividad profesional son:

 Formación específica acreditada por título habilitante.

 Conducta ética (deontología profesional).

 Sensibilidad y responsabilidad social.

Esta caracterización de profesión no deja lugar a dudas respecto a la profesionalidad de la tarea docente.

También se hace referencia a este carácter profesional de la tarea docente, en forma explícita, en el documento para el debate de la Ley de Educación Nacional cuando, en su punto 6 expresa: “Los análisis sobre las estrategias más efectivas para lograr una educación de buena calidad para todos coinciden en señalar que si bien los recursos materiales son una condición necesaria, no son suficientes. El actor clave es el docente y sólo se podrá alcanzar ese objetivo con políticas integrales destinadas a mejorar la calidad de su formación inicial y continua, a mejorar sus condiciones de trabajo y a diseñar un modelo de carrera docente que permita su desarrollo profesional”

Pilares de la profesión docente

Toda profesión comparte las notas esenciales mencionadas, pero sobre ellas se inscribe lo propio, lo inherente a cada una de ellas.

La profesionalidad docente se construye sobre dos pilares fundamentales:

La formación disciplinar: Poseer una sólida preparación científica que le permita acercar al que aprende información cierta y actualizada de la disciplina a su cargo.

La formación pedagógica: Que le posibilitará realizar una adecuada transposición didáctica, sintetizadora de distintas variables intervinientes en el hecho educativo.

Se puede afirmar que lo que llamamos profesionalidad docente se logra en el punto de intersección y equilibrio entre la formación disciplinar y la formación pedagógica. En capítulos anteriores se hizo referencia a la necesidad del saber y saber enseñar.

El “modelo tradicional de docente”, que tanto cuesta revisar, ponía énfasis en considerar buen docente al que sabe mucho”, sin valorizar su rol de mediador entre el conocimiento y el que aprende, clave de todo proceso exitoso de enseñanza-aprendizaje.

El “modelo de docente renovado” que se desea consolidar desde algún tiempo, preocupado por las carencias que en cuanto a formación pedagógica reconoce en los educadores, descuida lo que hace a formación científica.

En ambos casos la mirada parcialmente focalizada en lo que se desea jerarquizar, impide valorar la necesidad de un justo equilibrio entre ambos pilares. “Sabe mucho, explica bien, nos hace pensar, responde nuestras dudas, plantea problemas, respeta nuestras respuestas” son expresiones que sería importante escuchar con frecuencia en boca de los alumnos y que reflejan el punto de equilibrio propuesto.

Considerar en exclusiva la relación vincular docente- alumno no permite, por sí sola, defender la profesionalidad del rol docente; este vínculo se establece en un marco institucional y en relación con una comunidad, una sociedad con características propias y demandas específicas.

Se pueden establecer tres dimensiones en el rol profesional docente:

Área de la relación docente-alumno, grupo de clase. Refiere a los intercambios específicos a nivel aula y aprendizaje. Pero coincidiendo con E Imbernón: “… no podemos caer en el error de verlo como el (ámbito) más importante, el ámbito fundamental, ya que la ruptura del aula cerrada es una de las necesidades apremiantes para no caer en tareas reproductoras y alienantes”.

Área de las relaciones institucionales. La relación docente alumno se da en el contexto de una cultura institucional determinada que va a estimular, y a veces condicionar, el tipo de vínculo. Como integrante de la institución el profesor interactúa con los otros actores institucionales: cuerpo docente, directivos, administrativos, etc., integra grupos de trabajo, participa en la gestión de las propuestas del proyecto educativo institucional.

Área de las relaciones sociales-comunitarias: Todos los actores pertenecen a una comunidad, responden a modelos culturales, sostienen tradiciones, portan valores, tienen necesidades, poseen un imaginario de su rol, son protagonistas de un momento histórico y como tales se hace necesario que den respuesta a las demandas de su tiempo. Al respecto, dice Imbernón: “El conocimiento profundo del medio en el sentido más sociológico, en el contexto) le permitirá integrarlo como un fin o utilizarlo como un recurso; como un fin, en el sentido de potenciar el conocimiento del mismo y propiciar la integración de su patrimonio cultural por parte del alumnado; como recurso, en el sentido de aprovecharlo para vehiculizar el conocimiento y los aprendizajes... “

Estos factores dan como

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