ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Tengo Ganas De Ti-federico Moccia


Enviado por   •  9 de Mayo de 2013  •  3.593 Palabras (15 Páginas)  •  329 Visitas

Página 1 de 15

Uno

«Me quiero morir.» Eso es lo que pensé cuando me marché. Cuando

cogí el avión, hace apenas dos años. Quería acabar con todo. Sí, un

simple accidente era lo mejor. Para que nadie tuviera la culpa, para

que yo no tuviera que avergonzarme, para que nadie buscara un porqué...

Recuerdo que el avión se movió durante todo el viaje. Había

una tormenta y todos estaban tensos y asustados. Yo no. Yo era el

único que sonreía. Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro,

cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando...

cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo

el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la

más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este

pensamiento: «Ella no está.» Ya no está. Y entonces, simplemente,

querrías no estar tampoco tú. Desaparecer. Paf. Sin demasiados problemas,

sin molestar. Sin que nadie tenga que decir: «Oh, ¿te has enterado?

Sí, precisamente él... No sabes cómo ha sido...» Sí, ese tipo

contará tu final, lleno de quién sabe cuáles y cuántos detalles, se inventará

algo absurdo, como si te conociera de siempre, como si sólo

él hubiera sabido realmente cuáles eran tus problemas. Es extraño...

Si quizá ni siquiera has tenido tiempo de entenderlos tú. Y ya no podrás

hacer nada contra ese gigantesco boca-oreja. Qué palo. Tu memoria

será víctima de un imbécil cualquiera y tú no podrás hacer

nada por remediarlo. Sí, ese día hubieras querido encontrar a uno de

esos magos: colocan un pañuelo sobre una paloma recién aparecida

y, paf, de repente ya no está. Ya no está y basta. Y tú sales satisfecho

del espectáculo. Quizá hayas visto bailarinas un poco más gordas de

lo debido, hayas estado sentado en una de esas sillas antiguas, algo

rígidas, en una sala ubicada en el mejor de los casos en un sótano

cualquiera. Sí, también olía a moho y a humedad. Pero una cosa es

cierta: no te preguntarás nunca adónde ha ido a parar la paloma. En

cambio, nosotros no podemos desaparecer tan fácilmente. Ha pasado

el tiempo. Dos años. Y ahora saboreo una cerveza. Y acordándome

de cuánto me hubiera gustado ser esa paloma, sonrío y me siento

un poco avergonzado.

—¿Le apetece otra?

Un azafato en pie junto a su carrito de las bebidas me sonríe.

—No, gracias.

Miro por la ventanilla. Nubes teñidas de rosa se dejan atravesar,

blandas, ligeras, infinitas. Una puesta de sol lejana. El sol, que hace

un último guiño. No puedo creerlo. Estoy regresando. A-27, ése es mi

asiento en el avión. Fila de la derecha inmediatamente detrás de las

alas, pasillo central. Y estoy volviendo. Una guapa azafata me sonríe

de nuevo mientras pasa cerca. Demasiado cerca. Parece enviada por

los Nirvana: «If she comes down now, oh, she looks so good...» Lleva

un perfume ligero, un uniforme perfecto, una camisa casi transparente

hasta el punto de dejar apreciar el sujetador de encaje. Camina arriba

y abajo por el avión, sin problemas, sin preocupaciones, sonriendo.

«If she comes down now...»

—Eva es un nombre precioso.

—Gracias.

—Usted es un poco como la primera Eva, usted me tienta...

Se queda un momento en silencio, mirándome. La tranquilizo.

—Pero es una tentación lícita. ¿Me podría dar otra cerveza?

—Es la tercera...

—Pues claro, si sigue pasando así por mi lado... Bebo para olvidarla.

Sonríe. Parece sinceramente divertida.

—¿Cuenta siempre lo que beben los pasajeros o soy yo, que le he

quedado grabado en la memoria?

—Decida usted. Sepa que es el único que ha pedido cerveza.

8 Federico Moccia

Se marcha, pero antes de irse sonríe de nuevo. Después rebota

alegremente mientras se aleja. Asomo la cabeza al pasillo. Piernas

perfectas, medias gruesas de compresión, oscuras, y zapatos serios de

uniforme como las demás. El pelo recogido, una doble coleta con algún

que otro enredo de más, de un rubio ligeramente mechado. Se

para. La veo hablar con un señor de mi misma fila que está un poco

más adelante. Escucha sus peticiones. Simplemente asiente, sin hablar.

Después dice algo riendo y lo tranquiliza. Se vuelve una última

vez hacia mí antes de marcharse. Me mira. Ojos verdes. Una raya ligera.

Una sombra alta color ébano y algo de curiosidad. Estiro los brazos.

Esta vez soy yo quien sonríe. El señor dice algo más. Ella contesta

con profesionalidad y después se aleja.

—Muy mona, esa azafata.

La señora de mi lado se inmiscuye en mis pensamientos. Atenta y

sonriente, ojos picarones tras unas gruesas gafas. Cincuenta años bien

llevados, no como sus dos pendientes, demasiado grandes, precisamente

como el azul pesado que lleva en los párpados.

—Sí, una gnocca.

—¿Qué?

—Es una gnocca. En Roma decimos eso de una azafata como ésa.

Realmente decimos mucho más, pero no me parece apropiado comentárselo.

—Gnocca... —Sacude la cabeza—. No lo he oído nunca.

—Gnocca... A veces, preciosa gnocca. Es una expresión simpática

robada a la pasta. Sabe cómo son los ñoquis, ¿no?

—Sí, claro. Los he oído nombrar y los he comido un montón de

veces.

Se ríe divertida.

—Perfecto, ¿y le han gustado?

—Muchísimo.

—¿Ve?, pues entonces es fácil. Cuando a una chica se le dice que

es una gnocca, quiere decir que está «buena», como los ñoquis que ha

comido usted.

—Sí, pero me resulta extraño pensar en ella como en un ñoqui. Me

parece..., ¿cómo se dice?..., eso: ¡grosero!

Tengo ganas de ti 9

—¡No! Tiene que pensar en esos ñoquis que llevan la salsa caliente

por encima, ese tomate dulce, esos que se deshacen en la boca, que

casi se pegan hasta que la lengua tiene que despegarlos del paladar.

—Sí, ya lo he entendido. Parece que le gustan a usted mucho los

ñoquis.

—Bastante.

—¿Los come a menudo?

—En Roma, muy a menudo. En Nueva York no he probado la comida

italiana..., ¿qué sé yo?, por principios, supongo.

—Qué extraño, dicen que hay un montón de restaurantes italianos

buenísimos. Oh, mire, está volviendo la... gnocca.

La señora

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (24 Kb)
Leer 14 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com