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Los Antiguos Mexicanos


Enviado por   •  10 de Junio de 2012  •  11.023 Palabras (45 Páginas)  •  1.108 Visitas

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De la práctica reflexiva al trabajo sobre el habitus1

PERRENOUD, Phillipe2

La práctica reflexiva postula de forma implícita que la acción es objeto de una representación. Se da por supuesto que el actor sabe lo que hace y que, por tanto, puede cuestionarse los móviles, las modalidades y los efectos de su acción.

¿En qué se convierte la reflexión cuando su objeto desaparece, cuando su propia acción escapa al control del actor? No es porque esté bajo efectos hipnóticos o en un estado de inconsciencia. Tampoco es porque no tenga la menor idea de lo que hace. Es porque no sabe exactamente cómo lo hace y, en el día a día, lo hace y no se somete a razones imperativas para concienciarse de ello.

Desde el punto de vista histórico, el paradigma reflexivo se remonta a los oficios técnicos o científicos. Ahora bien, cuando un ingeniero calcula, cuando un arquitecto diseña los planos, cuando un médico prescribe un tratamiento, el carácter eminentemente racional de los procedimientos enmascara el carácter parcialmente inconsciente de la actividad. La dimensión reflexiva no le confiere forzosamente la cualidad de sensible, puesto que se centra en primera instancia en los distanciamientos deliberados del procedimiento, basados en la experiencia y en una especie de intuición (Petitmengin, 2001). En realidad, si intentamos analizar, por ejemplo, con el enfoque de Vermersch, lo que entendemos por el «sexto sentido», know how, insight, vista, Gestalt y otras formas de designar a un pensamiento que no se ciña a las reglas del arte, probablemente encontraremos el pensamiento prerreflexionado y el inconsciente práctico.

Cabe la posibilidad de que la insistencia en el componente reflexivo, asociada a la lucidez y al pensamiento consciente, haya impedido a Schön y a sus congéneres reconocer abiertamente que toda acción compleja aunque, en apariencia, sea fundamentalmente lógica o técnica, únicamente es posible a base de funcionamientos inconscientes. En los oficios de lo humano, los profesionales no rechazan radicalmente esta idea, pero quizás sea por una razón poco acertada: la dimensión intersubjetiva evoca los mecanismos de negación y de rechazo y, por lo tanto, el inconsciente freudiano. Es decir que, se trata del inconsciente práctico, el que han acotado durante varios años los trabajos sobre la acción

1 Este capítulo se basa en los aspectos esenciales de un artículo aparecido en Recherche et Formation, con el mismo título (Perrenoud, 2001d).

2 Tomado de Desarrollar la práctica reflexiva en el oficio de enseñar. Profesionalización y razón pedagógica, Barcelona, Editorial Graó 3ª. Ed. 2007, pp. 137-162.

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prerreflexionada basados en la entrevista de explicitación (Vermersch, 1994; Vermersch y Maurel, 1997) y los trabajos de ergonomía, psicología y sociología del trabajo dirigidos a un análisis preciso de la actividad (Clot, 1995, 1999; Guillevic, 1991; de Montmollin, 1996; Jobert, 1998, 1999; de Terssac, 1992, 1996). Inevitablemente, suscribimos la teoría piagetiana del inconsciente práctico y los esquemas (Piaget, 1973, 1974; Vergnaud, 1990, 1994, 1995, 1996) Y su correspondiente sociológica, la teoría del habitus, vinculada a la obra de Bourdieu (1972, 1980), recientemente reanudada por Lahire (1998, 1999) Y Kaufmann (2001), o incluso ampliada por filósofos (Bouveresse, 1996; Taylor, 1996).

Igualmente, se vislumbra una confluencia con los trabajos sobre la transferencia y las competencias, que hacen hincapié en los procesos de movilización de recursos cognitivos que permanecen mucho tiempo en el inconsciente, si no en su existencia, por lo menos en su funcionamiento. Esta «extraña alquimia", de la que habla Le Boterf (1994), no es otra cosa que el funcionamiento del habitus que, enfrentado a una situación, lleva a cabo una serie de operaciones mentales que garantizará la identificación de los recursos pertinentes, su transposición eventual y su movilización orquestada para producir una acción adecuada. La alquimia es extraña porque la «gramática generativa de las prácticas» no es una gramática formalizada (Perrenoud, 2000a).

La conjugación entre estas distintas corrientes permitirá plantear y, probablemente, empezar a resolver la cuestión que aquí nos ocupa: ¿cómo se puede articular el paradigma reflexivo y el reconocimiento de un inconsciente práctico? El problema se plantea desde un punto de vista teórico (Perrenoud, 1976, 1987, 1994a, 1996c, 1999b) igual que en el marco de formación de los enseñantes (Faingold, 1993, 1996; Perrenoud, 1994a, 1996e).

¿Acaso podemos reflexionar sobre nuestro propio habitus? ¿Qué precio tendremos que pagar por la labor de concienciación? y, ¿adónde nos llevará esta reflexión? ¿Acaso da rienda suelta a los esquemas o se limita a alimentar situaciones de sorpresa, de vergüenza y de malestar?

La ilusión de la improvisación y la lucidez

Toda reflexión sobre la acción propia o de los demás lleva consigo una reflexión sobre el habitus que la sustenta, sin que el concepto, y todavía menos la palabra, se utilicen de forma general. Todos sabemos que se ponen en juego facultades estables, que designarán el carácter, los valores, las actitudes, la personalidad y la identidad. De ahí a aceptar que lo que sostiene su acción se le escapa en parte, dista sólo un paso que normalmente nadie franquea de buen grado.

Nuestra cultura individualista favorece lo que Bourdieu ha denominado «la ilusión de la improvisación». Cada uno se imagina que «inventa» sus actos, sin percibir la trama constante de sus decisiones conscientes y todavía más, sus reacciones en casos de urgencia o rutinarios. Resulta difícil medir el carácter repetitivo de las propias acciones y reacciones, y todavía resulta más difícil percibir de forma reiterada los efectos negativos de no hacer caso, asustar o ridiculizar a tal alumno o alumna, de formular consignas, de impedir que los aprendices reflexionen por sí mismos anticipando sus preguntas, etc.

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Todo el mundo se resiste a la idea de que se mueve por habitus sin tener conciencia de ello y, todavía más, sin llegar a identificar los esquemas en juego. Nuestro deseo de control nos lleva a sobrestimar la parte consciente y racional en nuestros móviles y nuestros actos. Si bien es cierto que, a veces, admitiremos que es más eficaz o expeditivo actuar sin demasiada reflexión y dejar que se desaten los «automatismos». Pero nos gustaría creer que se trata de una renuncia deliberada, que podríamos recuperar el control con la condición de quererlo así.

Sin embargo, nada

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