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Historia De La Palabra 'mierda'


Enviado por   •  7 de Enero de 2014  •  2.349 Palabras (10 Páginas)  •  637 Visitas

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Joan Ramon Saavedra Corominas

BREVE HISTORIA SOCIOLINGÜÍSTICA

DE LA «MIERDA» CASTELLANA

I. ORÍGENES DEL TÉRMINO

Todo cuanto sabemos acerca de los orígenes más lejanos del término «mierda» es que éstos se remontan por lo menos al latín. Siguiendo un proceso usual en el paso del latín al castellano, la /e/ breve tónica del étimo mĕrda acabó diptongando, algo que no ocurrió en el resto de lenguas romances; así pues, actualmente, en catalán, portugués, gallego e italiano la palabra correspondiente es merda –en occitano también, aunque escrita con tilde: mèrda–, mientras que en francés hablan de merde. El rumano es un caso aparte (murdărie).

En su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Corominas no da ninguna primera documentación para «mierda», sino que se limita a señalar que se trata de una palabra presente en español desde los orígenes de la lengua. Esto no es extraño, dado que la realidad a la que se refiere el término está tan presente en nuestra vida diaria personal que no tiene sentido fijarse en el primer documento escrito en el que apareció la palabra, ya que suponemos que ésta se venía usando en el habla cotidiana de la península desde que el latín se convirtió en castellano.

Donde sí podemos encontrar una primera documentación es en el Corpus Diacrónico del Español de la RAE , aunque no debe considerarse como algo absoluto, sino sólo como uno de los ejemplos escritos más antiguos en que aparece el término. Se trata del Fuero de Zorita de los Canes, pueblo de la actual provincia de Guadalajara. En este código legal, con fecha de 1218, hallamos «mierda» en un fragmento en el que se explica la pena legal por defecar delante de la casa de alguien:

«Tod aquel que puerta agena cagare, peche dos marauedis, et el mismo que uara la mierda, si pudiere seer prouado, et si non que iure con I uezino, et sea creydo.»

II. HISTORIA DE SUS SIGNIFICADOS Y EXPRESIONES

Si oteamos la historia semántica de «mierda», daremos con cierta información que nos puede inducir a error. Así ocurre, por ejemplo, al investigar la cuestión de si el término ha designado desde sus orígenes no sólo el excremento humano, sino también el animal. En el Diccionario de Autoridades (1726-1739) se da la siguiente definición exclusiva: «se entiende por lo común por el excremento del hombre» , acepción que se irá repitiendo en los diccionarios de la Academia de 1780, 1783 y 1791 . No será hasta 1803 cuando el DRAE defina «mierda» también como excremento animal , como si anteriormente la palabra no se usara en este sentido. Ésta última acepción ha perdurado en el diccionario hasta nuestros días, con la curiosidad de que se mantiene el uso de «mierda» sólo para «algunos» animales. Por su parte, el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes (1786-1793) de Esteban de Terreros y Pando también ofrecía la definición excluyente de «excremento humano», al igual que sucede en el Diccionario español medieval de Martín Alonso.

Sin embargo, al contrastar estas referencias lexicográficas históricas con los textos conservados, advertimos en las primeras una falta de adecuación con la realidad. Ya en latín aparecen ejemplos en los que «mierda» es considerado como algo propio también de animales. Basta con abrir las Fábulas de Fedro por la fábula 19 e irse a los versículos 24 y 25 de la versión original; en ellos se puede leer, en una traducción casera, algo parecido a lo siguiente: «Los perros, confundidos por el trueno tan estremecedor, de repente cagaron mierda con olorcillo» . Si no se queda satisfecho con esto, se puede acudir a la Medicina veterinaria de Vegecio, donde se habla literalmente de «mierda reciente de buey» .

Y si ya en las obras latinas encontramos ejemplos para el caso que nos ocupa, en los textos castellanos medievales su frecuencia aumentará notablemente. Una de las muchas muestras se halla en el Cancionero de Baena (s. XIV), donde en un poema de Alfonso Álvarez de Villasandino el poeta manda al carajo a su interlocutor de la siguiente forma: «dente un cagajón frito / con mierda de perros frita» . Más adelante, ya en el Siglo de Oro, abundan también casos en los que «mierda» aparece como excremento animal; así sucede, por ejemplo, en el cuento 65 de El sobremesa y alivio de caminantes (s. XVI), de Juan de Timoneda, que por su gracia y brevedad reproducimos aquí por completo:

«Un caminante entró en una viña por comer uvas. Estándolas comiendo vino la guarda, y pidióle prenda. Respondió el caminante: “Hermano, yo no soy entrado aquí para comer, sino para cagar”. Dijo la guarda: “Pues mostrad dónde habéis cagado”. Cansados de ir los dos por la viña, encontraron con un depósito de buey. Dijo el caminante: “¡Ah!, veis aquí donde cagué”. Respondió la guarda: “No es verdad, porque esa mierda es de buey”. Dijo el caminante: “¡Fuerte cosa es la vuestra! Si quiero cagar mierda de buey, ¿vedármelo heis vos?”»

Consecuentemente, y resumiendo, lo dicho hasta aquí sirve para demostrar un hecho que puede no parecer evidente, esto es, que aunque las fuentes lexicográficas pueden resultar –y de hecho resultan– de suma utilidad para nuestro estudio sociolingüístico histórico, éstas en ocasiones no son fieles a la realidad léxico-semántica que pretenden explicar.

Pese a esto, nos irá bien hacer un repaso histórico a los diccionarios de la Academia para tener una mínima idea de cómo ha ido evolucionando el término, al menos desde unos decenios antes de que empezase la Edad Contemporánea, concretamente desde 1734, año en que apareció el tomo cuarto del Diccionario de Autoridades (G-M). En él, aparte de la definición de «mierda» como excremento humano –que ya hemos comentado hace un instante–, se incluyen otras dos acepciones: «en su sentido riguroso, toda suciedad» y «grasa, suciedad o porquería, que se pega a la ropa u otra cosa». Estos tres significados seguirán presentes hasta 1803, fecha en la que –como también hemos apuntado hace un momento– se añade a «mierda» la posibilidad de ser excremento animal. Sorprendentemente, no será hasta 1984 cuando se introduzca nueva información en la entrada de la palabra: «interjección ofensiva» y «hombre despreciable, sin cualidad ni mérito alguno». En esa misma edición del diccionario, además, se concretan expresiones usadas en el momento, algunas de las cuales sobreviven hoy: «¡a la mierda!», «enviar / mandar / irse a la mierda», «irse algo a la mierda» e «¡y una mierda!». En 1989 se incluyen dos acepciones más: «en el lenguaje de la droga, hachís» y «cosa mal hecha, escasa o de ningún valor». Finalmente, en 1992 se retoca la definición de 1984 que señalaba el uso de «mierda» como «interjección ofensiva» y se ofrece una explicación más precisa: «exclamación vulgar de contrariedad o indignación». De modo curioso, en este mismo año se eliminan la mayoría de las expresiones que aparecían en los dos diccionarios anteriores y el uso de «mierda» para referirse al hachís. Todo esto se mantiene en el DRAE actual, es decir, en la 22ª edición del diccionario publicada en 2001.

Al terminar este apartado, creo importante destacar la gran riqueza léxica que atesora el español en el campo semántico relacionado con «mierda». Esto es evidente en los sinónimos, totales o parciales, que –ordenados aquí de más formales a más vulgares en una lista aproximada– designan la misma realidad «postdigestiva»: «desecho fecal», «deposición», «deyección», «defecación», «heces», «excremento», «estiércol», «mojón» , «boñiga», «diarrea», «cagarruta» , «cagajón» , «caca», «churro» o «torpedo», entre otros. Además, aparte de sinónimos, «mierda» puede alardear también de tener derivados como «jamerdar» , «merdellón» o «merdoso» .

III. SOBRE SU TONO MALSONANTE Y VULGAR

Es muy probable que ya en latín el término fuese considerado malsonante y vulgar. Un primer argumento para sostener tal afirmación es la presencia casi exclusiva de mĕrda en obras relacionadas con géneros menores de carácter satírico, cómico y humorístico, como las Sátiras de Horacio, los Epigramas de Marcial o las Fábulas de Fedro , siendo en ellas frecuente un lenguaje coloquial y un tono conversacional, lo cual conlleva que a veces puedan aparecer expresiones y léxico de un latín bajo y vulgar. El siguiente ejemplo de las Sátiras de Horacio es significativo, sobre todo si reparamos en los vocablos que usa el editor especialista en la traducción del fragmento latino:

«Mas, si en algo miento, que me ensucien la cabeza

mierdas blancas de cuervos y sobre mí venga a mear y

cagar Julio, Pedacio el mariquita y el ladrón Vorano»

Está claro que para otorgar credibilidad y veracidad a lo dicho podrían haberse usado palabras un poco más finas y elegantes…

Un segundo argumento a favor del más que probable tono malsonante y vulgar de mĕrda en latín son los pocos ejemplos –cuatro– que encontramos en el Oxford Latin Dictionary, si los contrastamos con los que el mismo diccionario ofrece para sinónimos como fimus –diez– o stercus –más de veinte–. De ahí que no sea descabellado concluir que la existencia de menos textos en los que mĕrda aparece puede deberse a que este término fuera considerado poco adecuado para los textos escritos, a causa de su supuesta vulgaridad.

Aparece aquí un posible contraargumento para la tesis que estamos sosteniendo, y es que en el Dictionnaire Latin-Français de F. Gaffiot se informa de un ejemplo de mĕrda en la ya citada Medicina veterinaria de Vegecio (s. IV) , obra que con ojos modernos se tendría por poco adecuada para el empleo de palabras malsonantes, dado su estatus de tratado científico. Sin embargo, tal contraargumento deja de serlo –y curiosamente se convierte en otro argumento a favor– si somos conscientes de un hecho: no era extraño en tratados técnicos el uso de un latín vulgar y popular, sobre todo durante el Bajo Imperio y en obras de tema veterinario , como es el caso de la de Vegecio.

Ya en castellano medieval, la connotación baja en «mierda» es casi segura, básicamente por tratarse de un periodo intermedio entre el latín –en el cual acabamos de demostrar el más que probable tono ordinario de mĕrda– y el castellano moderno. Aquí se podría aducir como contraargumento la aparición del vocablo en textos jurídicos y códigos legales medievales , pero, como ocurre en el caso de la Medicina veterinaria de Vegecio, este hecho no prueba lo que parece si estamos al corriente de la frecuente presencia de términos coloquiales y vulgares en documentos jurídicos durante la Edad Media, época en la que aún no se había fijado –o se iba fijando muy lentamente– un registro propio para ellos en lengua vernácula.

Parece que en el siglo XIV ya no hay caben dudas acerca de la vulgaridad de «mierda», pues los versos de Alfonso Álvarez de Villasandino mencionados más arriba así lo atestiguan: «dente un cagajón frito / con mierda de perros frita» es una expresión que interpretamos claramente como despectiva, algo que va unido al tono malsonante de sus vocablos. Avanzando en el tiempo, llegamos a la no aparición del término que nos ocupa en el Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias (1611), exclusión que bien se puede explicar por una presumible tendencia en esta obra lexicográfica del Siglo de Oro a dejar a un lado palabras que serían calificadas como bajas y hasta ofensivas, es decir, poco adecuadas para el vocabulario que supuestamente habría hecho del castellano una lengua rica y prestigiosa.

La confirmación definitiva del tono vulgar y malsonante de «mierda» en castellano se hace explícita a finales de siglo XVIII en el ya citado diccionario de Esteban de Terreros y Pando, donde asegura tratarse de una «voz mui baja, y de poca, ó mala crianza, y así no se deberá decir, si no con alguna frase, ó locucion mas modesta» . Resulta extraña, por tanto, la inclusión de «mierda» decenios antes en el Diccionario de Autoridades, considerando la voluntad expresada en su prólogo de evitar «todas las palabras que significan desnudamente objeto indecente» .

Llegados a este punto, y para terminar este breve ensayo escatológico, es interesante ver como –contrariamente a lo que puede parecer a primera vista por la poca belleza y lo vulgar del vocablo– en la historia de la literatura han recurrido con gran asiduidad a la palabra en cuestión, tanto en poesía como en teatro y prosa, muchos de los célebres autores en lengua castellana (entre otros, Quevedo, Torres Villarroel, Moratín, Octavio Paz, Camilo José Cela, Miguel Delibes… ), lo cual eleva la «mierda» castellana a un rango de patrimonio lingüístico, cultural y literario y la hace digna de ser preservada con esmero. Así lo pretende este poema popular anónimo –encontrado en un baño público–, con el cual se cierra el presente trabajo:

De los placeres sin pecar,

el más dulce es el cagar;

con un periódico extendido

y un cigarrillo encendido,

queda el culo complacido

y la mierda en su lugar.

• BIBLIOGRAFÍA

• ALONSO, M., Diccionario medieval español, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1986

• BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES: <http://www.cervantes virtual.com>, [consultas de octubre de 2009 a enero de 2010]

• COBARRUBIAS, S., Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid, 1611), editado por Martín de Riquer, Barcelona, editorial Alta Fulla, 1998, (4ª ed.)

• COROMINAS, J., PASCUAL, J. A., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DCECH), Madrid, editorial Gredos, 1980-1991

• DAVIES, M., Corpus del Español: <http://www.corpusdelespanol.org>, [consultas de octubre de 2009 a enero de 2010]

• FEDRO, Favole, Traducción al italiano de Enzo Mandruzzato, Milán, editorial Rizzoli Libri, colección Biblioteca Universale Rizzoli, 1994, (8ª ed.)

• GAFFIOT, F., Dictionnaire Latin-Français, París, Hachette, 1981, (36ª ed.)

• HORACIO, Sátiras / Epístolas / Arte poética, edición bilingüe de Horacio Silvestre, Madrid, Cátedra, 1996

• MARCIAL, Epigramas completos, edición de Dulce Estefanía, Madrid, Cátedra, 1996

• NEBRIJA, A., Vocabulario español-latino (Salamanca, 1495), editado por la RAE, Madrid, 1951

• OXFORD, Oxford Latin Dictionary, editado por P. G. W. Glare, Oxford, Clarendon Press, 1985

• RAE, CORDE (Corpus Diacrónico del Español): <http://www.rae.es>, [consultas de octubre de 2009 a enero de 2010]

• RAE, Diccionario de Autoridades, (Madrid, 1726-1739), editado por Gredos, Madrid, 1984

• RAE, Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española: <http://www.rae.es>, [consultas de octubre de 2009 a enero de 2010]

• RAE, Diccionario de la Lengua Española, Madrid, 2001, (22ª ed.)

• TERREROS Y PANDO, E., Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes, (Madrid, 1786-1793), editado por Arco/Libros, Madrid, 1987

• VEGECIO, Medicina veterinaria, traducción de José María Robles Gómez, Madrid, editorial Gredos, colección Biblioteca Clásica Gredos (267), 1999

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