Hubert Grammont
AlexPeige27 de Abril de 2014
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La nueva estructura ocupacional en los hogares rurales mexicanos: de la Unidad Económica Campesina a la Unidad Familiar Pluriactiva.
(versión preliminar)
Hubert C. de Grammont
ALASRU 2006
A lo largo del siglo xx se consideró que en el campo vivían campesinos, agricultores familiares, latifundistas o jornaleros agrícolas. A aquellos que no tenían tierra se les consideraba “campesinos sin tierra” por ser posibles beneficiarios del reparto agrario. La importancia de la ideología revolucionaria agrarista nutrida por la enorme capacidad de los campesinos por obtener la tierra, a pesar de la oposición férrea de los latifundistas o caciques locales, daba la impresión que el reparto era inagotable. Los campesinos empobrecidos o sin tierra que no podían vivir más en el campo migraban a la ciudad, alimentando las ciudades pérdidas de las periferias de las metrópolis. Las personas que vivían en el campo sin ser productores agropecuarios debían trabajar en el sector de servicios o manufacturero y, en última instancia, migrar temporalmente para ganarse el sustento. No se tenían datos suficientes para cuantificar esta situación de manera precisa, pero podemos suponer que esta visión era cercana a la realidad ya que, como lo veremos, en 1970 77% de la población económicamente activa del campo trabajaba en el sector primario mientras sólo 18% en el secundario en el terciario.
Sin embargo, en las dos últimas décadas del siglo pasado se transitó de una sociedad agraria en la cual predominaba el sector agropecuario a una sociedad rural en donde no sólo coexiste con otras actividades económicas sino que es la actividad menos importante tanto en términos de la población económicamente activa involucrada, de la participación de los hogares y del ingreso obtenido. Hubo un acelerado proceso de “desagrarización” del campo no por la desaparición de la actividad agropecuaria sino por el impresionante crecimiento de los ingresos no agrícolas en los hogares rurales, tanto campesinos como no campesinos, al punto de que representan hoy 93% de sus ingresos monetarios totales. Esta nueva combinación de actividades agropecuarias con actividades no agropecuarias, esencialmente asalariadas, se conoce como pluriactividad. Sin embargo, este concepto encubre dos procesos diferentes. Por un lado, tenemos el caso de las familias campesinas que intentan contrarrestar los efectos de los bajos precios de sus productos agropecuarios con estrategias de diversificación de las actividades de sus miembros, esencialmente asalariadas. De hecho, las actividades anexas al trabajo agropecuario siempre existieron en la economía campesina, en particular por el trabajo asalariado fuera de la unidad productiva, pero se reconocía que era la agricultura la que ordenaba y daba sentido a la vida del hogar campesino, de la comunidad y del campo mismo. Por el otro, tenemos a las familias no campesinas, que hoy en día conforman la mayoría de los hogares en el campo, que encuentran trabajo asalariado localmente, pero esencialmente vía las migraciones de retorno a nivel regional, nacional o hacia Estados Unidos.
Los cambios provocados por estas nuevas dinámicas son tan fuerte que la sociedad rural que conoce la nueva generación, anclada en pueblos marginados pero volcada hacia el mundo exterior por la migración, no se parece a la sociedad agraria de la generación anterior que veía en la tierra, y en la lucha agraria, el principal medio para mejorar sus condiciones de vida. Los arquetipos de la vida rural que eran la parcela y la milpa se ven sustituidos por la migración y el trabajo asalariado precario.
En este trabajo estudiamos este proceso de transformación haciendo un esfuerzo de cuantificación de los cambios ocurridos. En un primer momento hacemos una reflexión teórica sobre las transformaciones de la economía campesina y el fortalecimiento de los hogares no agrícolas en el campo para establecer algunos parámetros de análisis. Vemos como la Unidad Económica Campesina que prevaleció desde la posrevolución hasta la década de los ochenta se transforma con la globalización en una Unidad Económica Campesina Pluriactiva pero, además, coexiste con la Unidad Familiar Pluriactiva. Luego, estudiamos la transformación de la población agraria estrechamente vinculada con el sector primario, a una población rural en la cual cerca de la mitad de la población económicamente activa ya no tiene nada que ver con el campo si no es porque vive en pequeñas localidades rurales. En un tercer inciso analizamos la importancia relativa de los hogares campesinos y de los no campesinos así como las diferentes fuentes de sus ingresos y algunas características socioeconómicas de los jefes de hogar. Concluimos con unas consideraciones sobre la actual situación de la estructura ocupacional en el campo y la necesidad de repensar nuestra conceptualización tanto de lo que es el campo hoy en día como de lo que son los propios campesinos.
1) Algunas reflexiones sobre la Unidad Economía Campesina Pluriactiva y la Unidad Familiar Pluriactiva
La transformación permanente de las unidades de producción campesina para adaptarse a las situaciones cambiantes de la sociedad en la cual viven y su definición como unidad de producción es un tema de suma complejidad. Los trabajos de algunos autores han marcado la pauta sobre los estudios de la economía campesina en el capitalismo, recordemos brevemente los postulados de tres de ellos. Para Eric Wolf (1971), los campesinos, que existen desde tiempos inmemoriales, siempre “forman parte de una sociedad más amplia y compleja” y se definen por el “carácter de la relación” que establecen con esta sociedad, “son labradores y ganaderos rurales cuyos excedentes son transferidos a un grupo dominante de gobernantes que los emplea para asegurar su propio nivel de vida …”. Se trata entonces de una forma de producción, que “imprime desarrollo a una casa y no a un negocio” (pp.10-12), subordinada y funcional a la producción dominante. Es mercantil cuando está dominada por el mercado capitalista. El límite de sus esfuerzos productivos es cuando obtiene sus alimentación, el fondo de reemplazo y el fondo ceremonial necesarios a su unidad de producción porque todo el sobrante es transferido a la clase dominante que ejerce relaciones asimétricas por el ejercicio del poder. Para Marx (1972), que estudia las condiciones de reproducción del capitalismo, la economía campesina es por definición una economía mercantil: el campesino vende sus mercancías para comprar los bienes necesarios a la satisfacción de sus necesidades (circulación simple de mercancías). El límite de su capacidad de reproducción es el salario que se fija a sí mismo ya que el excedente es transferido a la sociedad en su conjunto vía la formación de los precios (intercambio desigual). A diferencia del ciclo de circulación ampliada del capital que es dinero-mercancia-dinero (D-M-D’), el ciclo de circulación simple de la economía campesina es mercancía-dinero-mercancia (M-D-M) y es esta lógica opuesta en el uso del dinero la que permite el intercambio desigual entre las dos formas de producción. Para Chayanov (1974), también la unidad campesina es una unidad doméstica mercantil porque se reproduce a partir del trabajo familiar propio y se inserta en el capitalismo vía el crédito y la circulación de mercancías. El límite de su capacidad de reproducción se encuentra en el balance que hace entre el trabajo y la satisfacción de sus necesidades (balance consumo-trabajo). Los tres autores plantean que la fuerza de trabajo familiar se adapta a las necesidades de la unidad de producción familiar: cuando hay poco trabajo que desempeñar en la propia unidad doméstica se busca trabajo asalariado temporal fuera de ella para obtener ingresos complementarios, cuando hay demasiado trabajo se contrata temporalmente mano de obra externa.
A partir de estos planteamientos se estableció entre los científicos sociales cierto consenso sobre la definición de la unidad de producción campesina, a pesar de las diferentes posiciones teóricas existentes. Se ha definido a la economía campesina bajo el capitalismo con una lógica propia diferente de la lógica capitalista, a partir de las siguientes características: 1) es una unidad de producción (parcialmente) mercantil que intercambia productos en el mercado; 2) en la cual no hay separación entre los medios de producción y el trabajo, por lo cual hay unidad entre la producción y el consumo; 3) es una forma de producción dominada por el capitalismo que determina su funcionamiento, por lo cual su relación con la producción capitalista es desigual; 4) se reproduce (esencialmente) a partir de la fuerza de trabajo familiar; 5) en la medida en que la fuerza de trabajo familiar es un recurso fijo, puede desempeñar otras actividades fuera de la unidad, en particular en actividades asalariadas, pero se considera a estas actividades como “complementarias” porque no son ellas las que definen el conjunto de la organización familiar sino que es la actividad agropecuaria.
En América Latina, esta nomenclatura se utilizó ampliamente durante tres décadas, de los sesenta a los ochenta. Sin embargo, en los últimos veinte años surgieron dos fenómenos que obligaron a los estudiosos a introducir nuevos matices en el estudio de la economía campesina. El primero es, en el contexto de la crisis de la producción campesina, la extensión del trabajo asalariado familiar al punto de que, para una porción importante de los campesinos pobres la actividad agropecuaria ha dejado de ser la que determina la organización del conjunto de las actividades familiares. Este fenómeno es particularmente importante para los
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