Don Benito Juárez García

Hacer una semblanza de Don Benito Juárez García, representa un reto de magnitudes insospechadas, porque hablar de su obra, su legado jurídico, su trascendencia histórica, y su personalidad eminente y cautivadora, lleva implícito el riesgo de ser injustos con el patricio, al que no se le puede definir en un discurso de unos cuantos minutos, ni reflexionar sobre su magna estatura, sin el consabido riesgo de omitir múltiples datos reveladores de la grandeza de su figura.

Hoy, con la honrosa representación de las mentes liberales que enarbolan el ejemplo del Benemérito de las Américas, como mejor paradigma de un republicano constitucionalista, toca al suscrito traer a colación algunas de sus múltiples facetas que sirven de inspiración a los niños y ciudadanos de todas las épocas, porque nadie, de cara a la verdad, ya la razón, puede negar que el indio de Guelatao es la inspiración del infante de la primaria que hace contacto con sus primeras letras, del adolescente de la secundaria que busca incesantemente el perfil de su vocación, del joven de la educación media y profesional que suena con conquistar espacios de éxito en el momento en que labra su futuro y del ciudadano mexicano que anhela vivir en un país en donde se respete el derecho ajeno, se privilegie la igualdad de todos ante la ley y se gobierne con un espíritu de servicio para todos, ajeno a cualquier interés por obtener ganancias mas allá de la justa medianía republicana.

Esto es así, porque Benito nació en un pequeño pueblo conformado, -según su dicho- por apenas veinte familias, en donde desde su corta edad que dedicaba a las labores del campo, recibió la inspiración de buscar su superación personal aprendiendo a leer y escribir el castellano, el cual le serviría años más adelante para escribir las leyes que permitirían a todo mexicano un encuentro con su dignidad e identidad y una explicación de la importancia de sus libertades y propia vida más allá de las explicaciones propias del dogmatismo y la sin razón.

Que difícil resulto a Benito Juárez según sus propias palabras desprenderse de aquella serranía que le vio nacer y le privó del privilegio de conocer a sus propios padres; pero mayor esfuerzo, le costó hacerse valer entre una sociedad oaxaqueña que renegando de su propia estirpe zapoteca, relegaba al indio que no hablaba ni escribía el castellano, cual si fuese un objeto indigno del conocimiento y útil únicamente para el servicio de los ricos y los poderosos.

Su condición de huérfano e indígena no fue obstáculo para buscar su superación constante, tampoco lo fue para oponerse a una vocación sacerdotal que se le pretendió imponer. Por el contrario, sobreponiéndose con dignidad y férrea voluntad a todo ello, obtuvo notas de excelencia en sus estudios iniciales que lo motivaron a continuar sus estudios de derecho, y de su formación teológica y religiosa obtuvo la base que le hizo entender que la autentica libertad de consciencia se obtiene mediante la búsqueda incesante y el conocimiento de la verdad, que nunca puede ser producto de la imposición y el fanatismo y que el propio fundador de la religión que estudió, predicó que se debe dar al César, lo que es del César, ya Dios, lo que es de Dios, dejando muy en claro que uno es el ámbito de acción que le corresponde al Poder Publico Y otro, es el ámbito de acción estrictamente espiritual que le corresponde al Gobierno Eclesiástico.

Así, desde pequeño supo sobreponerse a las adversidades. Desde sus años iniciales, que dedico al pastoreo de ovejas en aquella apartada región del país, aprendió seguramente a lidiar con los lobos rapases que intentaban arrebatarle los corderos que le encomendaba su tío Bernardino. En su adolescencia, tuvo que resistir la mirada y las actitudes ofensivas de aquellos que le privaban del anhelo de saber leer y escribir el castellano y años más tarde, tuvo que lidiar con aquellos otros que mediante la imposición de una profesión que no anhelaba, buscaban acotar una mente liberal que décadas más adelante gobernaría a nuestra nación con absoluta dignidad y patriotismo, ganando para la posteridad el título

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