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Soy De La Plazaq


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2012  •  3.282 Palabras (14 Páginas)  •  296 Visitas

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Soy de la Plaza Italia http://www.griffero.cl/narrat.htm

Ramón Griffero

Son, una de esas mañanas en que te da¡ cuenta que la radio es rasca, que le subís el volumen y hasta ahí no más llega, que tu mamá es gorda y fea, la pobre, que tu taita no era na' ingeniero, sino gasfiter municipal, pero te sentís bien,..estái acostado tranquilo, tu hermano ya se puso el terno de junior, te tiró los mismos garabatos de siempre, lo de holgazán y flojo culiao, quizás de dónde sacái la plata. Pero uno está tranquilo con ese sol de las tres de la tarde pecando en ese cuarto piso. Ya están los chicos jugando fútbol, entonces te asomái a la ventana torso al aire, y te dai cuenta que a la tía Betsi del block del frente igual le tiritan las hormonas con uno, ahí te tirái sobre la cama, te veis desnudo y te encontrar grosso y no sabís si echarte una paja o pegarte una ducha. Y tu mamá igual tranquila porque le traís sus regalos, los panty, un rico pollo. "Mamá, ¿se le acabó el balón?, yo le traigo uno". Y te mira y no entiende, igual las sabe todas, pero se hace la tonta.

Ya la tetera hierve, un rico café y te empezái a poner nervioso, te apestan las cortinas del departamento, la vecina que llega a sapear, los llantos de los cabros chicos, entonces mejor vai a ver si se secó la polera, si te plancharon el jean y listo. Ya cuando vai escaleras, te vai sintiendo mejor, como de la sangre, se te alivianar las piernas. Viejas barriendo que te saludan, imaginandose todo, "cómo que llega siempre de madrugada si no es nochero", y se dicen que a ellas no las grupen con los cursos nocturnos, que los cuadernos son para la pura pinta y lo único que esperan es verte algún día en primera página del diario, pegado ahí en el quiosco y todos las viejas sabias diciendo que claro que me tenían cachado, que siempre andaba con la billetera llena, peleándose por aparecer a toda pantalla en el noticiero. ¡Ahí va saliendo la Betsi, es simpática la vieja, se las arregla para pillarme siempre a la salida del block... con su bolsa de feria; se pone colorada y le brillan los ojos. "Hola, pus tía Betsi", uno de estos días me la plancho, igual para darle un gusto, premio al esfuerzo...

Y fijo que me encuentro con el pelao punky sentádo en las escaleras. "Sigue el luto, compadre", le grito y el pelao de volado se ríe.

La cuca estacionada ahí en la Panamericana, asándose los locos, no pescan una. Les robái la pistola y ni se dan ni cuenta; igual les hago una levantada de cejas, a veces les muestro el carnet, legal compadre, legal...

Así uno se va carreteando para el centro, ventana abierta, codo afuera, rico viento, gorditas con mini, buenas gomas y todo tranquilo. Si a veces me siento como si fuera viajando por otro país y no cacho por qué la gente se amarga.

Los jueves es buen día, enero, sol, ricos helados. Primera parada paseo Ahumada, ahí todo moviéndose, un poco temprano, me compro un helado, me juego un video y a la pinta todo güendy.

Ya varios me han clavado los ojos en el paquete o me tiran una sonrisa, pero todavía no. En una de ésas me agarro unas gringas que toman schop en la Plaza de Armas y les armo un cuento.

No faltan, siempre pican. Ahí estaba una con su bolso arrugado, polera hualaila, sin sostenes, leyendo su guía, onda siempre perdidas. "¿Está ocupado?", le pregunté, sonrió y se corrió. Buena onda conocer extranjeros. Le conté que era del sur, del campo, casita frente a un volcán, montaña con fuego, entiendes, volcán, lesa la gringa no entendió ni una. No estaba mal, sonreía como gorrión y justo que llegó la atinada: una gorda grande como yegua, calzaba 43 mínimo, hablaron alemán, onda que le decía cuidado con quien hablái, la chica se puso seria y se fue. justo se deja caer el rucio, me dice que tiene una movida con unas viejas del barrio alto, whisky, coca, todo pasando, cuestión de llamarlas, pero cachaba que el rucio engrupia; seguro que eran unas gordas de la Gran Avenida, secretarias de piscola y luego el rucio te cuentea que pagan a fin de mes, pero que son clientas seguras y entre que todo pasando le di filo.

Al loco de la plaza le daba con gritar que el señor la llegaba, que atención pecadores y las empleadas que le creían todo se arruinaban la salida.

Entonces me fui al cine onda tranquilo, fijo que :ae el viejo que se pone a tu lado, te comenta las fotos , te invita a entrar. Y ahí venía, me preguntó si era Estudiante, le dije que sí que estaba haciendo hora para los cursos vespertinos. Ésa del lolo estudioso y pobre es la que más les gusta. Entonces, en la que “y mo te vas a quedar dando vuelta si falta tanto, yo invito si no te molesta”. Y así como dudando, con cara de no me vaya a pillar mamá, ésa también los pone locos, entramos. Ahí partió con la clásica, “sentémonos atracito que se ve mejor”. “Claro”, le dije, -n la sala todos se dieron vuelta para cachar y ahí estaba el rucio que se hizo el tonto.

Me hundí en la butaca, piernas abiertas, bien echado. El viejo ni miraba la pantalla, llegaba a transpirar. Yo ni pescando, siempre en las mismas. El viejo estaba demasiado nervioso, se acomodaba, se cruzaba de piernas, me pegaba su muslo. “Buena la película”, le dije. Tiró un sí nervioso y nada. La sala estaba azumagada y todos levantándose, cambiándose de asiento, pegándose a los muros. En la típica me puso la mano en la rodilla, uno tranquilo, dejar que se caliente bien, que hierva para pegarle el machete. Me empezó a bajar el cierre y el viejo torpe me atrapó el cuero, así es que le terminé la maniobra le dejé la mercadería a la vista, levantando las caderas para que se viera cototo. El compadre que estaba al otro lado, onda camisa blanca y corbatita, trató de atinar, pero le sujeté la mano y le pegué una mirada onda tate quieto, y ahí se quedó no más. El viejo no se la podía creer y se tiró a comérselo. “¡Ehh! -le dije-, sabís que no me gusta pedir, pero me falta plata para pagar la matrícula, por eso no más que estoy aquí; en la casa estamos mal, si podís ayudarme con algo”. No contestó, movió la cabeza, las butacas se agitaban como locas, el viejo se fue cortado al rato. Se iba a levantar para irse onda arrancando, siempre les pasa lo mismo, como que les baja la culpa. “¡Eyy! -le dije-, la ayuda”. En la más nerviosa me tiró unas monedas, y ahí le cambié la cara de estudiante por la seria; lo miré en la más dura y el viejo soltó el billete.

Igual me vi las dos películas, me fui a peinar al baño y enfilé para la Plaza Italia. Estaban los mismos haciendo movidas en el teléfono, amontonándose en las bancas; yo no los pesco. Un chico flaco narigón que es como de La Pincoya me preguntó si había visto al rucio.

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