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Mario Vargas Llosa


Enviado por   •  4 de Junio de 2014  •  1.823 Palabras (8 Páginas)  •  224 Visitas

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Bibliografía Mario Vargas llosa

Mario Vargas llosa fue un escritor peruano que a los dieciséis años inició una carrera literaria y periodística estrenado un tema que trata sobre el drama de la huida del Inca en 1952. Cuando su estreno logro entrar a una Universidad de San Marcos, y se puso a estudiar una carrera de literatura. Cuando el término pudo Viajar a Europa, y empezó a trabajar en una Radio de Televisión Francesa, después fue profesor en el Queen Mary.

Después de terminar algunos estudios Mario Vargas escribió y publicó su primera obra, que fue Los jefes en 1959, con solo veintitrés años, después de su primera publicación. Inicio novela que La ciudad y los perros en 1867 para después trasladarse a Washington y Puerto Rico.

Cuando Mario pudo tener una madurez literaria llegó con otra obra que la llamo: La casa verde en 1966, cuya prosa integra abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos, de los recursos que logro darle dicha obra empleó también en parte en una obra que llamo Los cachorros en 1967 la cual también otra obra que llamo Conversación en la catedral en 1969,que fue un retrato de la dictadura peruana de Manuel Odría.

Cuando en 1962 su obra la que llamo, La ciudad y los perros, recibió el Premio de Biblioteca Breve después unos meses más tarde fue publicada tras sortear la censura franquista. Así comenzaba el viaje de una obra literaria considerada una de las mejores novelas en español del siglo xx. Cincuenta años más tarde, la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española rinden homenaje al académico y premio nobel Mario Vargas Llosa con una nueva edición del libro que marcó el inicio de su trayectoria literaria.

Su obra que le dio una trayectoria sobre la literatura, fue La ciudad y los perros, que fue traducida a más de treinta lenguas, está ambientada en el Colegio Militar Leoncio Prado. Los protagonistas de la novela, un grupo de jóvenes que se «educan» en una disciplina militar implacable y violenta, aprenden a sobrevivir en un ambiente en el que están muy arraigados los prejuicios raciales y las diferencias entre clases sociales y económicas; donde todos se muestran como no son en realidad y la transgresión de las normas establecidas parece ser la única salida.

La coordinación de la presente edición ha sido encomendada a la Academia Peruana de la Lengua y a su presidente, Marco Martos, cuyo texto inicial rastrea las fuentes literarias de Vargas Llosa. Acompañan a este volumen, cuidadosamente revisado por su autor, los estudios de José Miguel Oviedo (Perú), Víctor García de la Concha (RAE), Darío Villanueva (RAE), Javier Cercas, Carlos Garayar (Perú), John King (EE UU) y Efraín Kristal (Perú).

LA CIUDAD Y LOS PERROS

-Cuatro -dijo el Jaguar.

Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro había desaparecido para todos, salvo para Porfirio

Cava. Los dados estaban quietos, marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.

-Cuatro -repitió el Jaguar- ¿Quién?

-Yo -murmuró Cava- Dije cuatro.

-Apúrate -replicó el Jaguar- Ya sabes, el segundo de la izquierda.

Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón de] colegio se libraba del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que erizaba su piel.

-¿Se acabó? ¿Puedo irme a dormir? -dijo Boa: un cuerpo y una voz desmesurados, un plumero de pelos grasientos que corona una cabeza prominente, un rostro diminuto de Ojos hundidos por el sueño. Tenía la boca abierta, del labio inferior adelantado colgaba una hebra de tabaco. El Jaguar se había vuelto a mirarlo.

-Entro de imaginaria a la una -dijo Boa-. Quisiera dormir algo.

-Váyanse -dijo el Jaguar- Los despertaré a las cinco.

Boa y Rulos salieron. Uno de ellos tropezó al cruzar el umbral y maldijo.

-Apenas regreses, me despiertas -ordenó el Jaguar- No te demores mucho. Van a ser las doce.

-Sí -dijo Cava. Su rostro, por lo común impenetrable, parecía fatigado-. Voy a vestirme.

Salieron del baño. La cuadra estaba a oscuras, pero Cava no necesitaba ver para orientarse entre las dos columnas de literas; conocía de memoria ese recinto estirado y alto. Lo colmaba ahora una serenidad silenciosa, alterada instantáneamente por ronquidos o murmullos. Llegó a su cama, la segunda de la derecha, la de abajo, a un metro de la entrada. Mientras sacaba a tientas del ropero el pantalón, la camisa caqui y los botines, sentía junto a su rostro el aliento teñido de tabaco de Vallano, que dormía en la litera superior. Distinguió en la oscuridad la doble hilera de dientes grandes y blanquísimos del negro y pensó en un roedor. Sin bulla, lentamente, se despojó del pijama de franela azul y se vistió. Echó sobre sus hombros el sacón de paño. Luego, pisando despacio porque los botines crujían, caminó hasta la litera del

Jaguar,

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