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Tracey Emin


Enviado por   •  6 de Marzo de 2014  •  Tesis  •  556 Palabras (3 Páginas)  •  169 Visitas

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málaga- Tracey Emin (Londres, 1963) está nerviosa. La artista teme que los periodistas españoles sean duros con ella. En su país ha sido despellejada cada vez que inauguraba una exposición. Eso es lo que pasa si te dedicas a mostrar el aspecto más sórdido de tu vida en fotos, cuadros, vídeos e instalaciones, desvelando una intimidad casi embarazosa. Una cama desecha con las sábanas sucias, rodeada de condones, compresas usadas, bragas, botellas de vodka vacías y un cenicero lleno de colillas fue su pasaporte a la fama. Esta instalación, «My bed» (Mi cama), fue finalista del Premio Turner en 1998. Desde entonces, para muchos su obra es la de una mujer frívola y provocativa que usa su sufrimiento para hacer caja. Emin fue violada a los 13 años, tuvo dos abortos y varios intentos de suicidio. El sexo, la soledad, el dinero, la fama y el fracaso aparecen en su carrera de veinte años, que ahora se puede ver en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga. Ella, de 45 años, habla sin pudor, visceral, descarada y frágil. Por ejemplo, dice que es odiosamente rica, que colecciona casas antiguas, que está asustada porque en pocos años le llegará la menopausia. -Le acusan de que sólo le importa el mundo exterior cuando le afecta, de que sus obras son la huella de un ser egoísta. ¿Qué le preocupa? -No soy una cínica ni una persona sarcástica, tengo valores y me preocupa el mundo en el que vivo. Me involucro en los problemas sociales, pero, ¿por qué coño tengo que contar a nadie lo que yo hago? He donado varias de mis obras para recaudar dinero para causas nobles. -¿Le agobia la idea de ser un icono para muchos jóvenes del Reino Unido? -En absoluto. Disfruto mucho con esa situación. A mis exposiciones van chicos con el monopatín bajo el brazo y también muchas chicas con problemas similares a los que yo he vivido. Y eso es lo que les jode a los especialistas, que la gente que no sabe de arte disfrute de mis obras. -Muchos la ven como una exhibicionista que presume de hazañas sexuales. -No es así. Muchos pensaron eso cuando vieron «Every I Have Ever Slept With 1963-1995», una tienda de campaña adornada con los nombres de todas las personas con las que había dormido. No estaba hablando de sexo, sino de intimidad. Aparecían los 35 hombres con los que me había acostado, pero también el de mi abuela, a la que quise con locura. -Ha dicho que no es una buena pintora. -Sí, me gustaría pintar de una forma más visceral. Cuando pinto, pongo en orden mis sentimientos y mis ideas, es también como pelearme con todo, disfruto mucho del diálogo que tengo con la obra. Me siento heredera de la tradición de los pintores expresionistas. Me encantan Egon Schiele y Munch, pero si tuviera que elegir una única obra de un pintor me quedaría con Vermeer. -¿Le preocupa la cotización de su obra? -Si, es una cuestión que me importa. No quiero que mis obras tengan un precio muy alto. Soy una buena mujer de negocios, pero no llevo

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