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Enviado por   •  3 de Octubre de 2013  •  1.750 Palabras (7 Páginas)  •  228 Visitas

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Arturo Uslar Pietri

Venezuela, la identidad del venezolano, la imagen del país, en fin, la Venezolanidad fue un tema constante en las numerosas, diversas y enjundiosas reflexiones que realizó Uslar Pietri durante su larga y fructífera vida intelectual. Para el escritor "esa unidad de tierra, de hombres y de destino ha ido revelándose en distintos tiempos de distinta manera. Ha empezado por sentir su condición y luego ha comenzado a expresarla en confesiones y revelaciones. Ha habido primero una visión exterior de una realidad, de un enigma, ha habido luego una sensación interior de esa realidad, y, al final, ha habido las tentativas de expresión de esa realidad. Esto es lo que podríamos llamar el proceso de invención de Venezuela."(Uslar Pietri.1986, 372)

En este sucinto ensayo, vamos a privilegiar la palabra del escritor para analizar, a partir de sus propios criterios, las expresiones de nuestra Venezolanidad de acuerdo con cuatro dimensiones conceptuales relevantes desarrolladas por el propio pensador, a saber: los nombres de Venezuela, el rescate del pasado, nuestro irremisible carácter de hispanoamericanos y, por último, el mestizaje como hecho fundamental de la identidad del venezolano.

Quienes en tiempos de Felipe II dicen la palabra Venezuela

ya no evocan a la histórica ciudad del Adriático. No les trae

el recuerdo de canales y palacios de mármol, sino una visión

salvaje de tierras, llanuras y ríos. Se han soldado sus sílabas

dentro de un sonido nuevo y una nueva significación.

Arturo Uslar Pietri

No existe lo que no se nombra, nuestro país antes de llegar a ser la Venezuela que conocemos, otorgándonos gentilicio e identidad de venezolanos, fue designado con diversos vocablos que sirvieron para diferenciarlo de otras realidades geográficas y facilitarle, a la vez, pasajeras y efímeras identificaciones . Uslar Pietri se pasea por todas estas denominaciones, y en un texto titulado como este capítulo nos ofrece la diversidad de términos que afloraron o brotaron de la mente de los conquistadores para designar esa nueva realidad geográfica que ofrecía un mundo inédito, encontrado por efecto de la aventura y del azar.

En su enjundioso texto, Uslar anuncia de entrada que "Venezuela pudo llamarse Tierra de Gracia. Así la nombró Colón, Almirante del Mar Océano. Y sus pobladores hubiéramos sido los graciteños. O hubieran sido los graciteños. Unas gentes seguramente distintas de lo que somos los venezolanos, porque el nombre no es cosa postiza y artificial, sino que tiene que ver con el ser del objeto y su destino." (Uslar Pietri, 1986, 355)

Pero esta denominación, aunque permaneció profundamente impresa en el corazón de los fervorosos creyentes que eran los españoles, duró poco, fue sin dudas el producto de una inspiración personal y de una profunda creencia religiosa arraigada también en el espíritu del Almirante del Mar Océano. El 31 de julio de 1498, Alonso Pérez, marinero natural de Huelva, encaramado en la gavia de la nao colombina divisó al poniente tres montañas; era un día martes y el Almirante anotó en su bitácora que : "yo la esperaba el lunes antes"; se acercaron a la tierra divisada y Colón la bautizó Isla de la Trinidad. Sin embargo, al decir de Isaac J. Pardo: "En este momento ocurre algo extrañamente simbólico. Colón buscaba la tierra firme con desesperación y pretendía tener en sus cálculos errores no mayores de un día, de un lunes para un martes. Pero a la altura de la costa sur de Trinidad y con la proa al Occidente, enfermó de la vista. ‘Nunca – escribe – se me dañaron los ojos, ni se me rompieron de sangre y de tanto dolor como agora’. Al llegar a la punta del Arenal en el extremo sud-occidental de la isla, divisó el poniente y la llamó Tierra de Gracia. "(Pardo, 1988, 22)

A la larga, sin embargo, más pudieron la certeza del navegante y la intuición de geógrafo del Almirante sobre sus hondas convicciones cristianas que motivaron, en un momento de éxtasis espiritual, al propio Colón a escribir en su célebre Carta a los Reyes Católicos: "Torno a mi propósito referente a la Tierra de Gracia, al río y al lago que allí hallé, tan grande que más se le puede llamar mar que lago, y en siendo grande se llama mar, por lo que se les llama de esa manera al de Galilea y al Muerto. Y digo que este río no procede del Paraíso Terrenal, viene y procede de tierra infinita, del Continente Austral, del cual hasta ahora no he tenido noticia; mas yo muy asentado tengo en mi ánima que allí donde dije, en Tierra de Gracia, se halla el Paraíso Terrenal." En efecto, según los cronistas e historiadores de este periodo de contacto entusiasta y del posterior desencanto de Colón con la supuesta tierra firme y supuesto paraíso terrenal, su Tierra de Gracia: "…el descubridor enceguecido, que había tomado la isla de Cuba por tierra firme, nunca estuvo muy seguro de lo que pudiera ser aquella Tierra de Gracia. Más tarde habría de llamarla Isla Santa." (Pardo, 1988, 22)

Por muy poco tiempo fueron graciteños los pobladores de aquella presunta Tierra de Gracia que tanto entusiasmó a un Colón afectado por la conjuntivitis, ya que la misma pasó a conocerse prontamente, por efecto ahora de la fonética y no de las creencias religiosas,

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