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Articinio


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  1.026 Palabras (5 Páginas)  •  299 Visitas

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I A PROPÓSITO DEL ARTICINIO

CHUNK 1.22

ESA RARA RELIGIÓN GRIEGA

Cuando hablamos de articinio, también estamos hablando de una vuelta al instinto; de hecho, la palabra articinio denota justamente el regreso a un lugar particular del ser humano donde el pensamiento —y los actos— regresan a su estado primitivo. Cuando digo primitivo, no quiero decir burdo o tosco, sino original, primario, primitivo en tanto que más cercano a nuestro origen.

Articinio sirve además para denotar una forma de instinto —eso ya lo he dicho hasta el cansancio—. Pero ¿qué es ese instinto? ¿A qué fines sirve? Todo instinto no es otra cosa que una “suerte de fuerza” que no podemos definir correctamente y este término nos sirve para hablar de un algo esencial que nos hace movernos o conservarnos. El instinto humano nos hace humanos, nos hace permanecer humanos.

Esta situación resulta paradójica sin embargo, porque es a un tiempo fuerza que detiene a lo humano en lo que es, pero al mismo tiempo es aquella que le da nuevas direcciones agregando elementos que antes no tenía. Cuando nos asomamos al fondo del pozo del articinio, sucede lo mismo que cuando lo hacemos en muchos de los grandes relatos, que en la última habitación de nuestras discusiones, encontramos algo más que sustancia: una pura y absoluta potencia indiferenciable. Es por eso que el articinio es un término que nos llevará —mientras se conserve en el estado que ahora propongo— a una suerte de viaje siempre un tanto metafísico.

He hablado con matemáticos y científicos a este respecto y como era de esperarse se muestran un poco escépticos. —Si tu asunto ese del articinio, tiene que ver con lo trascendental en sentido místico, nada tenemos que decir y poco interés encontrarás en la comunidad científica. —Eso me han dicho. Pero luego me sumerjo en los textos de Peirce y noto que hubo en él una gran inquietud por asir lo inefable, acuñó términos como abducción o fanerón justamente para tratar de hacer caber lo inconmensurable en el aparato de la lógica y así darle al menos una pequeña posibilidad a nuestro entendimiento racional de aquello que es irracional. Pero esto no fue —debemos reconocer— un invento con la marca de agua de Peirce y sólo él. Como un gran conocedor de los griegos, Peirce abrevó de las mareas griegas. Pitágoras ya había pensado al acuñar su término “mathematike” agregando el sufijo para denotar el estudio de la geometría y los números a una raíz de uso común entonces “mathema” que refiere a cualquier tipo de conocimiento, pero era usado mucho más en relación con temas religiosos.

Esta conexión vista ya desde los años 500 a.C. Por Pitágoras y las escuelas griegas le da buena explicación a términos que aún hoy escuchamos, como el de proporción divina o el de geometría sagrada. Lo que buscan en realidad es una suerte de conexión entre lo inefable, lo místico y trascendente con la razón, sobre todo asociada al pensamiento lógico, matemático o geométrico, como era el caso de Pitágoras. Ya en

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