El Truelo

EL TRUELO

Hace muchos años, cuando preparaba una clase sobre árboles de decisiones para el cálculo de probabilidades, traduje y modifiqué una historia que describe ese proceso. Recientemente Luis Enrique me la recordó. Pensé que si ésta historia había sobrevivido diez años en su memoria, bien valdría la pena compartirla con los lectores de Teorema.

"Érase una vez, en el remoto reino de Ur, una princesa de nombre Lisandra, pretendida por tres caballeros de la corte. El joven Roderico, el más talentoso de los tres, era defensor de causas nobles y había conquistado el corazón de la princesa pero era el menos ducho en el arte de las armas. Se decía que el perverso y envidioso Álvaro, su segundo pretendiente, había estado involucrado en actos de corrupción sin que esto se le hubiera podido demostrar. Por otra parte era un tirador de regulares calificaciones. El tercer aspirante a la mano de la princesa era el frío e indolente Efraín, el mejor tirador de la región. Efraín debía ya tres vidas, incluyendo la de Soraya, su novia de la juventud.

En el torneo de tiro de pistola sobre siluetas, celebrado el verano reciente, con 1,200 disparos por participante, habían participado los tres pretendientes. Efraín había tenido 1,200 aciertos y ninguna falla, Álvaro había acertado 900 veces y Roderico solo 800.

He aquí, que el rey tenía que decidir dentro de los tres a quien otorgar la mano de su hija antes de que esta cumpliera veintiún años, fecha que se acercaba demasiado de prisa. El rey había consultado con Engeñón, su ministro consejero y este le había propuesto la realización de un truelo.

El truelo seria semejante a un duelo pero se realizaría entre los tres pretendientes. El rey había aceptado la propuesta y decidido que el truelo se realizara el sábado 8 a las 10 de la mañana en el coliseo real. Para asistir al acto habían circulado invitaciones impresas con letras de oro puro.

El ministro Engeñón, que era un jugador empedernido, había decidido las reglas del truelo de la manera siguiente: los competidores se colocarían en los vértices de un triángulo, separados 25 pasos entre sí. A cada uno se le entregaría un total de dos balas (una cada vez). Cuando el competidor recibiera una bala tenía que hacer uso de ella, quedándole prohibido guardarla para más tarde. El orden de tiro había sido establecido en el sentido contrario de las habilidades de los contendientes. Roderico sería el primero en disparar y Efraín lo haría de último.

Para el viernes siete, ya todos los detalles se habían realizado exitosamente. Habían sido distribuidas las invitaciones, las comidas y bebidas estaban listas, el traje de la novia había quedado estupendo y el altar se encontraba lleno de flores blancas que representaban la pureza de Lisandra, su alteza real.

El infalible Efraín se sentía muy tranquilo en la certeza

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