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Maquino

vanemalabaresTesis5 de Septiembre de 2013

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Figura 11.1

Pesca de hormigas aprendida por imitación. (Fotografía de T. Nishida, toma¬do de Whiten ét al., 1999,)

Un animal le muestra los dientes a otro, el cual no reconoce dicho PAF. Sin embargo, este PAF evoca a su vez un PAF de "entonces muestre sus dientes" o "corra". ¿Por qué? Porque todos los que no respondieron rápidamente al PAF de "me mostró los dientes", ¡mu¬rieron! Se convirtieron en merienda, por lo cual con el tiempo ¡se descartaron del reservorio genético! Pero los que permanecieron en cuanto a selección natural, transformaron este PAF de reconoci¬miento en un a priori intrínseco.

ASÍ pues, heredamos de la filogenia la capacidad de reconocer que ciertas cosas son peligrosas, por herencia, sin tener que memorizarlas ontogénicamente; por ejemplo, los peces saben des¬de el nacimiento que los colores muy vivos de otros peces son pe¬ligrosos. Sencillamente, es algo que ya saben. Esos peces de colores vivos que van allá son venenosos; ¡lo están anunciando! ¡Y esto forma parte del "cableado" de los peces, tanto como el hecho de tener colas! Si se quiere, lo anterior es el punto final evolutivo, pero en su origen está la mímica. Es obvio que el lenguaje no tendría mu¬cho sentido si el receptor no comprendiera su significado. ¿Cómo ocurre la comprensión? Para que un animal comprenda el lengua¬je, lo más fácil es que, de algún modo, el receptor asocie un evento motor producido por él mismo con la recepción del mismo evento efectuado por otro animal. Es decir, la expresión externa motora de la imagen sensomotora se compara con lo que el animal recep¬tor realmente experimenta con sus sentidos: "El mono ve, el mono hace".

Aunque esto puede lograrse por aprendizaje, el mecanismo debe ser más poderoso que simplemente eso. Tendría que hacerse por el entendimiento (desde el punto de vista sensorial) de las con¬secuencias del comportamiento motor imitado. Esto es un poco complicado, pues hay un obstáculo por vencer.

Me explico. Supongamos que soy un caimán y que estoy mostrando los dientes. Esta situación es más complicada de lo que parece: Nunca me he visto a mí mismo mostrando los dientes. Sin embargo, puedo oír mi propio gruñido, de modo que cuando oigo gruñir a alguien lo reconozco como aquello que hago cuando estoy de cierto humor. Si veo que el gruñido va unido frecuente¬mente con mostrar los dientes, rápidamente asociaré ambas cosas y así cuando otro caimán me muestra los dientes no hago caso omiso de él o miro hacia otro lado como si nada. Éste es el punto medular de la evolución. Llegar a conocer los universales tuvo que originarse en que en un comienzo no se conocía acerca de ellos; esto sólo es posible de dos maneras. O bien el sistema nervioso sabe de antemano lo que está haciendo, o no lo sabe, en cuyo caso será la selección natural la que determine la respuesta: cuando otro caimán me muestra los dientes, yo le respondo mostrándole los míos. La respuesta correcta, claro está, es la segunda alternativa, la selección natural. ¿Cómo lo sé? Recordemos que al vernos por pri¬mera vez en televisión o en cine, siempre nos sorprendemos de lo tontos que parecemos. Hay algo interno que no cuadra con la representación externa del mismo evento, de modo que para com¬prender cabalmente la situación, no basta la imagen sensomotora de la acción. Desde el punto de vista sensorial, debe haber una manera de entender las consecuencias de una conducta motora. Ésta es la mímica. Yo, como caimán, no me veo a mí mismo mos¬trando los dientes, pero sé que lo hago cuando estoy furioso o cuando estoy listo a atacar. Ése es mi estado emocional y ése es el PAF liberado por él. Posteriormente veo que ese animal de allí, cai¬mán u otro, me muestra los dientes. ¿Asocio o no que dicho PAF es la expresión externa del mismo estado interno de cólera que co¬nozco en mí mismo? Por fortuna lo hago — me va la vida en ello — pero el caso es que sólo así un animal reconocerá e identificará el estado momentáneo interno de otro animal. Esta comprensión se adquiere tratando de imitar el comportamiento motor de otro, actuando por mímica y a la larga por ensayo y error. Puede que yo tarde indefinidamente en entender que cierto gesto de otro animal significa peligro, ya que no puedo saberlo. Por otro lado, si he vivi¬do suficiente tiempo cerca de otros caimanes, que sí lo saben, sim¬plemente imitando lo que hacían cuando otro les mostraba los dientes y les gruñía, me habría alejado ¡sin tener la más remota idea del evento precipitante! Pero mi posibilidad de supervivencia aumentó, porque aproveché el conocimiento de mis amigos cai¬manes. Soy objeto de la selección natural porque me comporto como si supiera que cuando "algo" me muestra los dientes, ello significa peligro.

Lo anterior es lo que constituye la generalización de los signi¬ficados ya mencionada, y que también se logra por ensayo y error. Considero que éste es el significado que suministra el nicho infor¬mativo específico del animal, lo que hacen quienes están cerca de mí y lo que ello significa para mí.

Aunque evidentemente se trata de reconocer patrones, dicho reconocimiento depende totalmente del contexto, por lo cual no se puede trasladar un cocodrilo del Nilo al Amazonas y esperar que sobreviva. En este caso ya no habrá ninguna familiaridad de patro¬nes, ningún acoplamiento de lo interno con lo que se percibe en el exterior. El cocodrilo ya no reconocerá nada en el ambiente, pues, infortunadamente su sistema espera un conjunto de características externas, completamente diferentes de las que lo rodean. En otras, palabras ¡la abstracción ha sido engañada!

Una nota adicional. Da la impresión de que la abstracción buscara acoplar lo interno con lo externo. El sistema reconoce como familiares patrones que a lo sumo son semejantes. Recordemos que para la "impronta", se apela claramente al reconocimiento de pa¬trones y, por tanto, a una abstracción que da origen y se asocia con la comprensión o con el significado. Otro ejemplo: recientemente se creó con un microchip una abeja artificial que efectúa la danza, se comunica con otras abejas reales y ahí las tenemos a todas volan¬do en busca de comida (Montague et al., 1995). De modo que no necesariamente tiene que ser una abeja: ¡basta con un patrón geomé¬trico retradimensional relativamente familiar y dinámico!

Papel de la mímica en el desarrollo del lenguaje

Volvamos a la mímica y al papel que desempeña en el desarrollo del lenguaje ¿Cómo logró la selección natural que la mímica se convirtiera en una propiedad intrínseca? Obviamente, sólo por vía de la mejor resistencia, ¿o si no qué? Partimos de la capacidad de imitar y estamos llegando al deseo de imitar, que es el paso poste¬rior crucial. El instinto de imitar se amplifica porque a la mayoría de los animales les resulta muy fácil imitar mediante el sistema auditivo. ¿Por qué? Porque un sonido que se oye se puede reprodu¬cir una y otra vez hasta que cuadre con lo que se oyó. Ya señalé que es más difícil imitar mediante el sistema visual porque, en genera!, uno no se observa haciendo algo. Así, la mímica evolucionó de manera rápida y exuberante allí donde encontró fácil florecer.

Mímica de los sonidos

Es obvio que los animales emiten sonidos y además pueden oír los sonidos que ellos mismos emiten. El PAF de la vocalización cambia por completo las cosas, porque en este caso el animal puede aco¬plar a sus propiedades motoras cualquier secuencia sensorial, o sea que puede tratar de imitar cualquier sonido que oye (recordemos lo dicho sobre el trino de las aves).

La vocalización es un fenómeno fascinante. Por alguna ra¬zón, en lo referente al lenguaje humano, tendemos a equiparar la vocalización con el lenguaje, pero la vocalización es mucho más antigua. La verdadera riqueza de la vocalización actual evolucionó cuando ésta se acopló con la intención o prosodia. Pero la vocaliza¬ción ocurrió primero, probablemente como accidente motor que desembocó en algo útil y, por tanto, me objeto de selección natu-ral.

En un comienzo, la vocalización era parte de un PAF bastante sofisticado. ¿Cuál? Cuando me duele, grito. Y grito porque me duele, pero esta vocalización es también una forma de defensa. Cuando uno grita, tiende a sorprender momentáneamente al ani¬mal atacante, humano u otro, cosa que lo distrae por unos instan¬tes de su ofensiva. Sí los gritos son muy fuertes, puede que el ata¬cante se detenga, o incluso que se aleje. En este caso se incrementan las posibilidades de supervivencia. Pensemos ahora en el sentido evolutivo: uno grita cuando es mordido o atacado, de donde evo¬lucionó el hecho de que uno grita cuando piensa que va ser atacado o mordido. El siguiente paso es gritar cuando se siente dolor, aun¬que el motivo no tenga nada que ver con e! de ser atacado. Luego vienen las generalizaciones: un fuerte golpe en el abdomen, un calambre en la pierna, un golpe del dedo del pie al tropezar contra una piedra.

De una mera representación de respuestas ante la actividad externa, la vocalización pasa a representar la actividad interna. La vocalización es un reflejo motor de alerta, aunque nótese que no es sólo una respuesta a algo externo. Ciertamente el despertador es un objeto muy "alertante", pero la "alerta" es un estado interno que se puede generar tanto desde el interior como desde el exterior. Transcurridas unas horas, me percato de que por error dejé las llaves en el automóvil cerrado: ¡Ay!, ¡no! Esto, definitivamente, es "alerta", generada a partir de un estímulo puramente interno, con¬sistente con

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