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ViccasantiTrabajo15 de Junio de 2015
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Introducción
Según Wright y Garzon1 es importante tener presente la naturaleza y características sui géneris de la enfermería: la composición predominantemente de mujeres, la estructura ocupacional muy estratificada, compuesta por un nivel profesional pequeño y un amplio estrato de personal auxiliar con diversos grados de preparación técnica o vocacional y la práctica del adiestramiento en servicio. De esta forma, el proceso de profesionalización de la enfermería en los países de América Latina y del Caribe se caracteriza por tres tendencias:
-Cambio en la educación de la enfermera, de la modalidad técnica hospitalaria a la modalidad universitaria (Guatemala, México, Perú y Venezuela);
-Actualización y modernización de la reglamentación y autorregulación de la educación y práctica de la enfermería (Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú y Venezuela);
-Surgimiento de instituciones privadas, en algunos países, para la formación de personal técnico medio de enfermería, fuera del control de la profesión (Brasil y Perú).
Históricamente, la enfermera ha enfocado sus actividades a las áreas de administración, organización y evaluación de servicios. Con la introducción de nuevas estrategias de asistencia en los sistemas de salud en América Latina y el Caribe, la enfermería enfoca su actividad hacia otros campos, principalmente hacia la atención primaria y el trabajo comunitario. Para ubicar a la enfermería en concordancia con las necesidades de atención de la salud de la población y las reformas de los sistemas de cada país, es necesario formar grupos de profesionales que asuman el liderazgo en la enseñanza, en la práctica y en la investigación. Los programas de postgrado en enfermería deben dar una respuesta a esta expectativa. Hasta ahora, estos programas han contribuido al progreso de la profesión por medio de la investigación y de la definición de un cuerpo de conocimientos propio y específico, posibilitando de esta forma la legitimación social de la práctica profesional de enfermería en los países de la región.
Como ha referido Martha Lucia Gutiérrez2, en la mayoría de los países de América Latina, las reformas de los sistemas de salud, los cambios estatales y las medidas de ajuste económico, de impacto negativo en algunos sectores, han puesto de manifiesto cambios positivos en ciertos perfiles de salud simultáneamente con una creciente profundización de la pobreza y la inequidad social. Por causa de estos fenómenos y aunque parezca contradictorio, dentro del movimiento de privatización en salud, modernización del estado y ampliación de mercados surge una gran preocupación por el desarrollo social y la búsqueda de mecanismos para lograrlo, ya que el riesgo de polarización entre ricos y pobres se agudiza.
En este orden de ideas todos los planes de salud y las políticas gubernamentales dan un puesto privilegiado a la participación ciudadana como una forma de ejercer un derecho y como un camino para acercarse a una verdadera democracia. En esta concepción los profesionales de la salud, como tales y como ciudadanos, tienen un papel vital en la meta de hacer posible la vida digna para la mayoría de la población y avanzar hacia el desarrollo con equidad2. En este camino de voluntades integradas, de acciones conjuntas y de desarrollo más armónico, la enfermería es un actor social situado ante un nuevo escenario y nuevas realidades, pero también, ante un conjunto de exigencias entre las cuales no es menor la necesidad de trabajar por la participación social para el desarrollo de la salud.
La profesión de enfermería ¿está, de hecho, preparada para asumir el desafío de trabajar en favor de la salud y el desarrollo? ¿Qué aportes ha realizado al desarrollo de la participación comunitaria en salud? ¿Qué caminos nuevos puede recorrer? Todo esto nos obliga a una reflexión y a la toma de decisión desde las nuevas coordenadas que plantea el hecho de concebir la salud como fuente de vida y desarrollo, de aceptar la idea de la producción social de la salud y de trabajar consecuentemente en la participación social para el desarrollo de esa salud.
Varios países de América Latina vivieron o están aún viviendo experiencias de privatización3 o de reforma en los servicios o sistemas de salud, en general, porque tienen a un lado el seguro social y al otro al Ministerio de Salud. En Brasil hemos pasado por esta experiencia, en la década comprendida entre 1980 y 1990, cuando los servicios de salud del Ministerio del Seguro Social fueron incorporados al Ministerio de Salud. Argentina y Colombia también han experimentado profundas reformas en todos los servicios. La Constitución de Colombia, de 1991, consolidó la descentralización política, abrió espacios a la participación ciudadana, redefinió los derechos económicos y sociales entre otros cambios. La apertura económica dio nuevas posibilidades al sector privado en actividades tradicionalmente reservadas al Estado e inició un proceso activo de modernización de las instituciones gubernamentales.
Siempre existió en los países latino-americanos una tendencia que consideraba como exclusiva del Estado las áreas de salud, educación y bienestar4. Sin embargo, cada día se ve más la necesidad de hacer alianzas solidarias o convenios con el sector privado, que sin duda, tiene más agilidad y puede dinamizar el desarrollo social, a través del apoyo a las investigaciones y publicaciones, promoviendo proyectos, dando asesorías, facilitando medios (sea con donaciones o importaciones de equipos) fortaleciendo la capacidad institucional o desarrollando programas innovadores. La reforma de la seguridad social ha rediseñado por primera vez la prestación de servicios de salud en los países y da cabida a la contratación privada que recibe el pago per capita o unidad por cabeza/persona (UPC). Las instituciones prestadoras de servicios de salud prestan servicios a los afiliados de las empresas promotoras de salud a las cuales están adscritas. Son clínicas, laboratorios, médicos y profesionales de salud organizados en grupos, asociativos o individualmente inscritos. Se puede deducir las múltiples posibilidades que tienen los profesionales de enfermería de ser contratados como profesionales independientes cuando están debidamente organizados5. La privatización, por tanto, puede ser favorable al ejercicio independiente de la enfermería para profesionales con capacidad para manejarse en varios contextos sociales y de realizar una acción colegiada para el desarrollo de su práctica. Durana y Artunduaga6 describen dos empresas privadas de enfermería: Cuidado en Casa Ltda y Apoyar Salud SA. En Brasil ya existen muchas organizaciones privadas de servicios domiciliarios llamados, también, home care, con enfermeras empresarias que mantienen a muchos empleados, incluso médicos, farmacéuticos, enfermeros y personal auxiliar.
Ética en enfermería
La ética, como juicio crítico de valores, necesita reunir ciertas condiciones, en nombre de la libertad. Valores no son meras palabras, valores sin acción correspondiente no pasan de slogans, pues valores son razones por las cuales vivimos, causas que defendemos, o por las cuales luchamos. Uno de estos valores para la enfermería son los cuidados, la esencia misma de la profesión. ¿Cómo ha evolucionado el ethos de la enfermería a lo largo de la historia y cuál sería el ethos del futuro que está siendo preparado? Ethos7 es una palabra griega, que puede significar costumbre o carácter, y comprende los comportamientos que caracterizan a una cultura, un grupo profesional, mientras hace uso de algunos valores y de una escala de valores. Así se puede hablar en ethos del abogado, del médico, del enfermero. Ethos incluye la tradición y la experiencia comunes de un grupo, basada en una jerarquía de valores, así como las direcciones de una profesión o de una clase social.
Por lo tanto, ethos puede ser definido como un conjunto de valores que una determinada profesión tiene y lo presenta a la sociedad, siendo así reconocida y merecedora de su confianza. El ethos no es fijo ni inmóvil. Él evoluciona con la propia profesión y con las influencias del medio; por ejemplo, las influencias filosóficas, religiosas, sociales, económicas, políticas y jurídicas son determinantes para la definición del ethos. A lo largo de la historia, podemos constatar la existencia de tres tipos de ethos que se desarrollaron conforme tales influencias: el ethos altruístico o altruista, el ethos agápico y el ethos filantrópico8.
El ethos altruístico o altruista está en el origen de toda la atención y cuidado dispensado por la enfermería, desde la época de las comunidades primitivas hasta las civilizaciones antiguas y al mundo greco-romano. Su característica principal era la amistad o el amor al ser humano, a la humanidad; el altruismo traducido en las formas de conducta que revelaban compasión, respecto y honestidad. El fundamento del ethos altruístico es la beneficencia. Según este principio, hacer el bien, no causar daño, cuidar de la salud y favorecer la calidad de vida constituye las máximas del ethos de la beneficencia.
El ethos agápico (del griego ágape, amor) fue el ethos de la enfermería en la cristiandad antigua y en la Edad Media. La novedad de este ethos fue ir más allá de la filantropía, del altruismo y de la beneficencia pagana. Esto porque, a pesar de aquellos valores, no raramente se excluían determinados segmentos, como extranjeros, esclavos, pobres, deficientes, mayores de edad, entre otros. Los diáconos, las diaconizas
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