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Enviado por   •  26 de Mayo de 2014  •  1.894 Palabras (8 Páginas)  •  288 Visitas

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En la tradición religiosa judía, el significado de mal’ak, un “mensajero” del único Dios, totalmente sujeto a su voluntad, se encuentra en el Antiguo Testamento y está desarrollado como idea teológica en el pensamiento cristiano. También se encuentra en el Antiguo Testamento la afirmación de que ciertos “hijos de Dios” (luego interpretados como ángeles caídos) se casaron con mujeres que dieron luz a “gigantes” (Génesis 6: 1-5). Un satan (adversario), o Satán, es incluido en el consejo angélico de Yahvé, y funciona como el tentador de Job y David en el Antiguo Testamento (Zacarías 3:1; Job 1 y 2; Crónicas 21:1).

Los dioses extranjeros, o de la naturaleza, son fuerzas espirituales inferiores en el Antiguo Testamento desde 700- 600 en adelante. En la Septuaginta (200-100), el griego angelos se traduce como mal’ak, mientras que dáimon (o el neutro daimonión) -con el sentido de “espíritu inferior a lo divino”-, se traduce para los Hebreos como ídolos, dioses extranjeros, criaturas hostiles de la naturaleza, y demonios de la naturaleza, y theos se usa para el único Dios. Por lo tanto, a partir de ese momento la palabra daimon, antes moralmente ambivalente o neutral, adquiere una connotación casi exclusivamente maligna en el contexto monoteísta. Al mismo tiempo, la misma idea de los angelos se desarrolla en el comentario hebreo rabínico como una fuente de explicación para el origen del mal. Los “hijos de Dios” en Génesis 6 son interpretados como angeles que han descendido por voluntad propia, y que, a través de sus mujeres, dieron a luz a espíritus malignos. Sammael, líder de estos ángeles rebeldes, entró en la serpiente del Edén para tentar al hombre. Posteriormente, la literatura judía pseudo- epigráfica y apocalíptica, elabora sobre la rebelión angélical y el descenso a la tierra, el origen de los espíritus malignos, el rango jerárquico de los angeles, sus lugares de residencia, su aflicción física y moral como hombres, y su castigo temporal y final, así como aquel que corresponde a los espíritus malignos nacidos de su unión con las mujeres.

El líder de los ángeles rebeldes es llamado Semjaza, Azazel, Mastema, Beldar, Satanail, Sammael, o Satán en esta literatura. El contexto del pensamiento religioso judío permanece detrás de las frecuentes referencias en el Nuevo Testamento a Satán como el diabolus (“adversario”), y a dáimones y daimonía. También, la idea de estos espíritus malignos que surgieron de la unión de angeles con mujeres y permanecieron en la tierra para viciar a la humanidad, probablemente descansa tras la concepción del Nuevo Testamento sobre la posesión causada por “enfermedades” demoníacas.

Las tradiciones griega y judía se mezclan confusamente en el sintético comentario de Filo el judío (20 A. C.- D. C. 50) sobre Génesis 6:1 -5: “Es la costumbre de Moisés de dar el nombre de angeles a aquellos a quienes otros filósofos llaman demonios (o espíritus), almas que vuelan y flotan en el aire” (De gigantibus, Loeb trad.).

Antes de admitir a los Angeles a la visión plena de Su Gloria (Visión Beatífica), Dios los sometió a una prueba, al igual que el hombre tuvo su prueba.

La naturaleza de la prueba no se conoce con certeza, pero muchos teólogos sostienen que el Padre Eterno reveló a los Angeles la futura Encarnación de Su Divino Hijo, y les hizo saber que al Dios-hecho-Hombre deberían rendir adoración.

Luzbel, uno de los más gloriosos, elevados y bellos Angeles de la Corte Celestial, deslumbrado y ofuscado por el orgullo, habiéndose atribuido a sí mismo los maravillosos dones con que el Creador lo había dotado, se rebeló contra Dios, no aceptó el supremo dominio del Señor y se constituyó así en el "adversario" de su Creador levantando su gran grito de rebelión y de batalla: "No serviré" (Jer. 2, 20). "Seré igual al Altísimo" (Is. 14, 14). Muchos Angeles le siguieron en su orgullo. Se dice que hasta un tercio de ellos (ver Ap. 12, 4) ). Pero en ese momento otro gran Arcángel, igual en belleza y gracia que el arrogante Lucifer, se postró ante el Trono de Dios y, en un acto de adoración profunda, opuso al grito de batalla de Lucifer uno de amor y lealtad: "¿Quién como Dios?" ("Miguel").

Y es así como San Miguel Arcángel obtuvo su nombre con su grito de fidelidad, y es así como Luzbel se constituyó él mismo en Lucifer, "Satanás" ("adversario"), el Enemigo, el Diablo. A éste se han aplicado las palabras del Profeta Isaías: "¿Cómo caíste desde el Cielo, estrella brillante, hijo de la Aurora? ¿Cómo tú, el vencedor de las naciones, has sido derribado por tierra? En tu corazón decías: 'Subiré hasta el Cielo, y levantaré mi trono encima de las estrellas de Dios ... subiré a la cumbre de las nubes, seré igual al Altísimo' Mas ¡ay! has caído en las honduras del abismo." (Is.14, 12-15). (Según los exégetas estas palabras son una parábola alusiva directamente al Rey de Babilonia e indirectamente a Satanás, cuyo espíritu y acciones se reflejaban en la conducta del Rey)

La conclusión de esta batalla entre los Angeles Buenos y los ángeles malos se encuentra en el Apocalipsis (12, 7-10): "En ese momento empezó una batalla en el Cielo: Miguel y sus Angeles combatieron contra el Monstruo. El Monstruo se defendía apoyado por sus ángeles, pero no pudieron resistir, y ya no hubo lugar para ellos en el Cielo. Echaron, pues, al enorme Monstruo, a la Serpiente antigua, al Diablo o Satanás, como lo llaman, al seductor del mundo entero, lo echaron a la tierra y a sus ángeles con él".

Dice San Pedro: "Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los encerró en cavernas tenebrosas, arrojándolos al Infierno" (2a. Pe. 2, 4). "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los seres humanos después de la muerte" (San Juan Damasceno). Y el Catecismo nos dice que no fue por un defecto de la Misericordia Divina que el pecado de los ángeles caídos no fuera perdonado, sino

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