Micromonólogos

Micro monólogo

Hombre mayor de unos 85 años. Reúne a sus hijos para hablarles de lo único que tiene para dejarles como herencia. Está sentado en una esquina, en la mecedora que utilizaba su esposa cuando amamantaba o quería hacer dormir a uno de sus niños. Es de altura pequeña; tiene el pelo canoso, sus ojos vidriosos que reflejan una mirada triste y cansada. Solo espera volver a encontrarse con ella. La habitación está en penumbras. Una luz tenue lo acompaña. Esta permite ver su rostro y una gran biblioteca que está frente a él.

Sus hijos entran, quieren prender la luz central pero él no los deja.

Don Ramiro: pasen, pasen. No prendan la luz. Lo más importante se nota; lo pueden ver. El resto no importa (Don Ramiro baja la vista, sus ojos se humedecen más. Respira hondo, levanta la cabeza y les habla)

Don Ramiro: Hoy, hijos, estoy todavía con ustedes. Saben cuánto extraño a su madre, por eso (indica esa gran hilera de libros) se la quiero entregar. Quiero (con la voz entrecortada) dejarles aquello, que aparte de ustedes, es la cosa más preciadas para mí. Cuando la miro solo recuerdo a su madre. Cuando me sabía relatar a viva voz lo que era para ella (Don Ramiro enciende una linterna potente e ilumina la biblioteca. La luz la recorre. Inunda los libros) Hijos…Ellos están allí… Son libros o solo papel…letra muerta en un estante ¡No quiero que se queden así! Su madre les daba vida; los movilizaba. Día a día les gritaba ¡Muestren sus princesas, sus príncipes, sus hombres, sus mujeres, sus ciudades, sus huesos, sus gritos silenciados, sus lágrimas! ¡Muestren sus batallas, los enamorados, la madre que habla, el padre que calla! ¡Muestren sus besos, sus abrazos! ¡Muestren las sonrisas Alegrías… Tristezas… Emociones… Recuerdos! ¡Muestren! ¡Muestren la vida que atesoran sus hojas! Ella me los contaba. Hacía resucitar al Fantasma de Canterville, a Otelo, a Jeratoré, a Los mundos de Gael. Les pedía que hablen…¡Habla Tú, yo aquí, ahora Romeo Julieta Las chicas de alambre Campos de Fresa Seis personajes Fausto Marlene Prometeo Homero Hamlet El alcalde de Zalamea Indias blancas! Hablen todos… Les pedía. Ellos hablaban… Ustedes cuántas noches los escucharon cuando se quedaban dormidos en el regazo de su madre. Soñaban con ellos. Viajaban. Construían y destruían castillos…Les acompañaron cuando eran purretes (con voz baja y entrecortada) Pero ahora yo les hablo, grito, grito vive, vivan pero solo escucho la soledad callada del lugar que tuvo calidez. Calidez maternal que me acompaña en mis días tristes pero que no alcanza para hacerles hablar. Por eso se los quiero dar. Para que ustedes los revivan, los inviten a salir de esos anaqueles que los aprisionan. Se los doy hijos. Ellos duelen, duele la vieja. Llévenselos… (apaga la linterna. Su camisa empieza a humedecerse…Sólo siente el sonido de la mecedora).

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