Caperucita Roja, jugando con el tiempo
kathemartinez03Ensayo11 de Abril de 2023
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Caperucita Roja
Érase una vez en un lejano bosque, donde ya se escondía el sol, y se podía apreciar diversidad de colores en el cielo, estaba una niñita que lucía una hermosa capa de color rojo. Como la niña la usaba muy a menudo, todos la llamaban La Caperucita Roja. Se veía dulce y tierna. Parecía no ser capaz de matar una mosca. Pero ahí estaba, rellenando el cuerpo inerte del lobo feroz con piedras. Si no fuese tan terca, y hubiese hecho caso a las palabras sabias de su madre, su inocencia no estaría ahora, manchada, sus manos no serían del color de su capa.
Su conciencia y sus manos no estarían manchadas del color de su capa.
Apenas amanecía, el sol se estaba poniendo, en aquella casita escondida en medio del espeso bosque se apreciaba un aroma a pan recién horneado, fresco y caliente. Un día, la mamá de Caperucita Roja la llamó y le dijo:
-Tu Abuelita no se siente bien, está muy enferma, he horneado pan y quiero que tú se los lleves. -
-Sí mamá -respondió Caperucita Roja
Antes de salir, la pequeña niña se puso su característica capa roja, lleno su canasta con pan y se puso sus zapatos negros.
-Caperucita, debo decirte algo y tienes que hacerme caso- dijo su madre mientras le pedía con señas que se acercara a ella.
-Si mami, dime- respondió la niña mientras se subía a la cama de su madre
-Quédate en el camino y nunca hables con extraños- le dijo su madre con un fuerte tono de advertencia. Abriendo sus ojos como platos.
-Si mamá, yo sé -respondió Caperucita y salió a la casa de la abuelita.
En camino a la casa de su abuelita, se encontró con el lobo feroz.
-Hola pequeña, ¿hacia dónde vas, en este lindo día? -preguntó el lobo con malicia.
Las palabras de su madre retumbaron en su cabeza “No hables con extraños”, pero el lobo tenía un encanto que atrapo a Caperucita Roja, su manera de moverse, su hablar, la elegancia que emanaba y lo educado que era.
-Me dirijo a la casa de mi abuela-respondió. -Está enferma y voy a llevarle este pan que mi madre recién horneo-
- ¿Qué tan lejos tienes que ir? - curioseo el lobo feroz
- Al final del camino, ahí vive mi abuelita—dijo la niña con una sonrisa de oreja a oreja.
—Ten un feliz día mi niña —respondió el lobo.
El lobo se aprovechó de esta información, moría de hambre. Pudo haberse comida a Caperucita pero era muy pequeña, no le servía de plato fuerte. La abuela en cambio debía ser mas grande y su carne debía ser mas blanda y madurada. Lo había decidido, esa noche tendría plato fuerte y postre. Se adentró en el bosque. Corrió como bestia desatada hasta la casa de la abuela antes de que Caperucita pudiera llegar.
El lobo feroz llego a la puerta de su víctima, tocó tres veces y espero pacientemente. Al cabo de unos segundos la abuelita le abrió. Al ver sus enormes dientes y oscuros ojos, la anciana corrió despavorida dejando atrás su bata. Sus gritos se ahogaron a medida que era digerida por el lobo.
El lobo tomó la bata de la abuelita, se puso sus lentes y su gorrito de noche. Luego de darse por bien servido se acostó en la cama de la anciana, cubriéndose hasta la nariz con la manta y tal como lo había planeado, escucho los suaves golpecitos en la puerta
-Abuelita, llegue, voy a pasar- dijo Caperucita Roja.
-Pasa mi niña, estoy en mi camita- respondió el lobo con vos disimulada
Caperucita noto que su abuelita estaba muy diferente, sus ojos, sus orejas, su voz, a lo que el lobo disfrazado le respondía con excusas. Decidió hacer una ultima pregunta.
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