Caperucita Roja
Jhonatan183Síntesis8 de Mayo de 2015
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Caperucita Roja
Había una vez una niña llamada Caperucita Roja. Su mama, que sabía coser muy bien, le había hecho una caperuza roja para que estuviera calentita y protegida del viento y como a la niña le gustaba mucho la llevaba a todos los dias, por lo que todo el mundo la llamaba así.
Un día, la mamá de Caperucita la mandó a casa de su abuelita porque estaba enferma, para que le llevara en una cesta pan, chocolate, azúcar y dulces.
Su mamá le dijo: no te apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay lobos y es muy peligroso.
Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le había dicho y , de repente, se encontró con el lobo y le dijo:
-Caperucita, Caperucita, ¿dónde vas tu tan bonita ?.
-A casa de mi abuelita a llevarle pan, chocolate, azúcar y dulces.
-¡Vamos a hacer una carrera!- Le dijo el lobo
-Te dejaré a ti el camino más corto y yo el más largo para darte ventaja.
Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había engañado.
El lobo llegó antes a la casa de la abuelita y se comió a la pobre ancianita.
Cuando Caperucita llegó, llamó a la puerta:
-¿Quién es?, dijo el lobo vestido con las ropas de la abuelita.
-Soy yo, dijo Caperucita. Pasa, pasa nietecita.
Cuando Caperucita vio a su abuelita se sorprendió con su aspecto :
-Abuelita, qué ojos más grandes tienes, dijo la niña extrañada.
-Son para verte mejor.
-Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes.
-Son para oírte mejor.
-Y qué nariz tan grande tienes.
Es para olerte mejor.
-Y qué boca tan grande tienes.
¡Es para comerte mejor!.
Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo tras ella.
Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los gritos se acercaron con sus escopetas y sus cuchillos de caza. Uno de ellos le dió un golpe muy fuerte al lobo feroz en la cabeza y el lobo cayó al suelo desmayado. El cazador cogió su cuchillo y le abrió la panza al lobo sacando a la abuelita de Caperucita, que aún estaba viva y para darle un escarmiento al lobo le lleno la barriga de piedras y le volvió a coser la barriga. Después de esto se fueron apresuradamente de allí.
Al cabo de un rato el lobo despertó y sintió una terrible sed y se fue corriendo al rio a beber agua pensando que la pesadez de su barriga era por la abuela de Caperucita. Al acercarse a la orilla, la barriga le pesaba tanto tantísimo que se tambaleó y cayó al agua, ¡ y se ahogó !.
.
Caperucita después de este susto aprendió la lección y núnca jamás volvió a desobedecer a su mamá.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
FIN
El patito feo
Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.
Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.
Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.
Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.
Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...
La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis.
El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...
Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito.
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.
El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.
Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.
Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.
Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.
Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.
Blancanieves y siete enanitos
En un país muy lejano vivía una bella princesita llamada Blancanieves, que tenía una madrastra, la reina, muy vanidosa.
La madrastra preguntaba a su espejo mágico si ella era la más guapa del mundo entero y éste respondía:
- Tú eres, oh reina, la más hermosa de todas las mujeres.
Y fueron pasando los años. Un día la reina preguntó como siempre a su espejo mágico:
- ¿Quién es la más bella?
Pero esta vez el espejo contestó:
- La más bella es Blancanieves.
Entonces la reina, llena de ira y de envidia, ordenó a un cazador:
- Llévate a Blancanieves al bosque, mátala y como prueba de haber realizado mi encargo, tráeme en este cofre su corazón.
Pero cuando llegaron al bosque el cazador sintió lástima de la inocente joven y dejó que huyera, sustituyendo su corazón por el de un jabalí.
Blancanieves, al verse sola, sintió miedo y lloró. Llorando y andando pasó la noche, hasta que, al amanecer llegó a un claro en el bosque y descubrió allí una preciosa casita.
Entró sin dudarlo.
Los muebles eran pequeñisimos y, sobre la mesa, había siete platitos y siete cubiertos diminutos. Subió a la alcoba, que estaba ocupada por siete camitas. La pobre Blancanieves, agotada tras caminar toda la noche por el bosque, juntó todas las camitas y al momento se quedó dormida.
Por la tarde llegaron los dueños de la casa: siete enanitos que trabajaban en unas minas y se admiraron al descubrir a Blancanieves.
Entonces ella les contó su triste historia. Los enanitos suplicaron a la niña que se quedase con ellos y Blancanieves aceptó, se quedó a vivir con ellos y todos estaban felices.
Mientras tanto, en el palacio, la reina volvió a preguntar al espejo:
- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...
Furiosa y vengativa como era, la cruel madrastra se disfrazó de inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.
Blancanieves estaba sola, pues los enanitos estaban trabajando en la mina. La malvada reina ofreció a la niña una manzana envenenada y cuando Blancanieves dio el primer bocado, cayó desmayada.
Al volver, ya de noche, los enanitos a la casa, encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta, creyeron que había muerto y le construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudieran despedirse de ella.
En ese momento apareció un príncipe a lomos de un brioso corcel y nada más contemplar a Blancanieves quedó prendado de ella. Quiso despedirse besándola y de repente, Blancanieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina.
Blancanieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina y desde entonces todos vivieron felices.
FIN
Pinocho
En una vieja carpintería, Geppetto, un señor amable y simpático, terminaba un día más de trabajo dando los últimos retoques de pintura a un muñeco de madera que había
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