Bartleby, el escribiente

Con Bartleby, el escribiente, Melville representa, a su manera, como expresaban en la misma época Baudelaire sobre París, o Larra sobre Madrid y tantos otros, la creciente impersonalidad que impone al individuo la vida en las grandes ciudades, sumado a la resignificación del capitalismo y del trabajo que proveyeron en el siglo XIX las revoluciones industruales, que produjeron el éxodo de los campesinos hacia las metrópolis en busca de trabajo. 

Es la alienación que postula Marx cuando alude que, en la Modernidad, el hombre es ajeno a su trabajo, debido a que ya no es uno con el proceso de producción ni con la naturaleza que interviene, la despersonalización que va consumiendo a Baterbly, hasta privarlo de sus impulsos vitales.

Esta privación entra en contraste con los postulados del "sueño americano" que menciona Allen: que, como proclama la Declaración de la Independencia de Estados Unidos, "todos los hombres nacieron libres" y poseen como derechos inalienables la vida, la búsqueda de la felicidad y la libertad. 

El comportamiento de Baterbly, asimismo, no es unívoco. Podemos pensar esa respuesta característica y mecánica que repite a lo largo de la obra ("preferiría no hacerlo") tanto como una rebelión y un ejercicio de su derecho a la libertad, como un acto de renuncia a los valores del hombre moderno, y como una frase de un pobre enajenado que ha perdido el sentido de vivir, como así lo ve el propio narrador.

En todo caso, pienso que Baterbly "es" en ambas interpretaciones y que, como una serpiente que se muerde la cola, es la expresión misma de un sistema capitalista moderno que bulle por dentro y que, aunque pueda dar impresión de generar algo ajeno, es la emanación de sí mismo. 

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