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El Sambomono


Enviado por   •  9 de Enero de 2012  •  8.165 Palabras (33 Páginas)  •  585 Visitas

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El Sambomono

En el pueblo de Tres Zapotes vivía Juanito con su papá. Era un niño solitario, no le gustaba compartir sus juegos con otros niños. Cuando todos iban a nadar al río, Juanito se apartaba y nadaba solo; cierto día, sus compañeros fueron a espiarlo al otro lado del río y se llevaron una gran sorpresa: Juanito tenía todo el cuerpo cubierto de pelo y detrás le colgaba una cola. Inmediatamente sus compañeros empezaron a burlarse de él: “Juanillo, el oso” –le decían- mientras algunos lo jalaban de la cola y otros se acercaban a tocarlo.

En cuanto pudo, Juanito se escapó y fue a buscar a su padre. Le contó lo que había pasado en el río, y le dijo que ya no quería volver nunca ahí ni tampoco a la escuela, y que no deseaba ver a nadie, porque había sentido una rabia casi incontrolable. “Ya lo sabes papá, tengo cuerpo de oso y fuerza de oso, y si me molestan voy a acabar matándolos”.

El papá de Juanito estaba muy preocupado, “qué crueles son los niños” -pensaba-. Pero no encontraba las palabras para convencer a su hijo de que ignorara las burlas de sus compañeros, ya que Juanito estaba convencido de dejar el pueblo: “Me voy a ir pa’l monte, papá, y que nadie me busque porque me los sueno”. El papá no podía aceptar la idea de separarse de su hijo, pero tampoco pudo detenerlo; sólo le quedó el consuelo de ir a visitarlo de vez en cuando; “tienes que anunciar tu llegada con este caracol de mar” –le dijo Juanito, “si no, yo no voy a saber que eres tú”.

Juanito se fue y al poco tiempo empezaron a escucharse unas terribles historias de desaparecidos en el monte. Los que se internaban entre la arboleda, no volvían a aparecer y por las noches se escuchaban gritos de terror que provenían del monte. Con el tiempo hubo quien alcanzó a ver al animal del monte; era un humano con cuerpo peludo y con cola. La gente empezó a llamarle Sambomono, decían que era un animal solitario que atrapaba gente para no aburrirse.

El padre escuchaba esas historias y no se atrevía a hablar de su hijo. Lo único que pudo hacer fue recomendarle a la gente que no anduviera cerca de ahí y que, para cruzar el monte, lo mejor sería que lo hicieran tocando un caracol de mar, así el animal no atacaría. La gente siguió el consejo del papá de Juanito, pero nadie supo nunca que se trataba de su hijo.

El padre logró salvar algunas vidas, pero no dejaba de pensar “qué crueles son los niños”.

La Mulata de Córdoba

Miércoles, 20 de Febrero de 2008 06:23

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Malo Bueno

Cuenta la tradición, que hace mas de dos siglos y en la poética ciudad de Cordoba, vivió una célebre mujer, una joven que nunca envejecía a pesar de sus años. Nadie sabía hija de quién era, pero todos la llamaban la Mulata.

En el sentir de la mayoría, la Mulata era una bruja, una hechicera que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa habían visto que por las rendijas de las ventanas y de las puertas salía una luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella habitación.

Otros decían que la habían visto volar por los tejados en forma de mujer; pero despidiendo por sus negros ojos miradas satánicas y sonriendo diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.

De ella se referían prodigios.

Cuando apareció en la ciudad, los jóvenes, prendados de su hermosura, disputabanse la conquista de su corazón.

Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, y de ahí nació la creencia de que el único dueño de sus encantos, era el señor de las tinieblas.

Empero, aquella mujer siempre joven, frecuentaba los sacramentos, asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio la tenía a su lado, en el umbral de la choza del pobre, lo mismo que junto al lecho del moribundo.

Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y a la misma hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba y en México; "tenía el don de ubicuidad" - dice un escritor - y lo más común era encontrarla en una caverna. "Pero éste - añade - la visitó en una accesoria; aquél la vio en una de esas casucas horrorosas que tan mala fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y otro la conoció en un modesto cuarto de vecindad, sencillamente vestida, con aire vulgar, maneras desembarazadas, y sin revelar el mágico poder de que estaba dotada."

La hechizera servía también como abogada de imposibles. Las muchachas sin novio, las jamonas pasaditas, que iban perdiendo la esperanza de hallar marido, los empleados cesantes, las damas que ambicionaban competir en túnicas y joyas con la Virreina, los militares retirados, los médicos jóvenes sin fortuna, todos acudían a ella, todos invocaban en sus cuitas, y a todos los dejaba contentos, hartos y satisfechos.

Por eso todavía hoy, cuando se solicita de alguien una cosa dificil, casi irrealizable, es costunbre exclamar: -¡No soy la Mulata de Cordoba!

La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas partes se hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España su nombre era repetido de boca en boca.

"Era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una Medea, una Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada había oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta trastornar las leyes de la naturaleza... Era, en fin, una mujer a quien hubiera colocado la antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre sus más veneradas sacerdotisas; era un medium, y de los más privilegiados, de los más favorecidos que disfrutó la escuela espirita de aquella época!...¡Lástima grande que no viviera en la nuestra! ¡De qué portentos no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en su tiempo! ¡Cuántas evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos a su voz! ¡Cuántos incrédulos dejarían de serlo!"

¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero prodigio de su época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.

Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo que desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del Santo Oficio.

Noticia tan estupenda,

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