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El cuento "Alicia en el pais de las maravillas"


Enviado por   •  10 de Marzo de 2015  •  Informes  •  814 Palabras (4 Páginas)  •  163 Visitas

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ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS

Una tarde, la hermosa Alicia había ido al campo con su mamá. Se puso a jugar y a perseguir a las multicolores mariposas que volaban de flor en flor. Jugó tanto que sintiéndose cansada, se sentó a la sombra de un árbol, dispuesta a leer un libro de cuentos.

Como hacía mucho calor, la niña sintió sueño, un sueño tan profundo, que se quedó dormida apenas había iniciado la lectura de su libro.

En su sueño vio que n conejo blanco, con ropas estrafalarias y con un reloj en la mano, decía constantemente: ¡Llegaré tarde! ¡Llegaré tarde!

— ¿A dónde llegará tarde un conejo? —Se preguntó Alicia.

Y viendo que el conejo blanco se metía por el hueco de un árbol, la niña lo siguió, y cuando el conejo pasó por el ojo de la cerradura de una puerta, pensó que no podría hacer lo mismo.

Miró alrededor de la vivienda y vio sobre una mesa una botella, cuyo letrero decía: “Bébeme”. Alicia bebió su contenido y sucedió un prodigio: disminuyó tanto de tamaño, que pudo pasar por el ojo de la cerradura para seguir al conejo.

Pero éste había desaparecido ya.

Halló, en cambio, una casita roja rodeada de un bello jardín. Entró en ella y vio en el comedor un apetitoso plato de guisos. Alicia los probó y, al instante, comenzó a crecer. Creció tanto, que su cabeza rompió el techo, asustando a un ave que anidaba allí y que se puso a chillar:

— ¡Auxilio! ¡Acabo de er un monstruo!

— No soy un monstruo. Soy una niña —Se defendió Alicia.

— Mentira. No hay ninguna niña que tenga un cuello, brazos y piernas tan enormes. ¡Fuera, si no quieres que picotee tu nariz!

Luego, la niña vio otro plato con exquisitos hongos guisados. Pensando que podrían tenían que ser la virtud de disminuir la descomunal estatura que había adquirido, comió unos cuantos y, al momento, vio que su talla disminuía, hasta llegar a su porte normal.

Alicia continuó hacia adelante, hasta dar con unos naipes que tenían cabeza, brazos y piernas que salían de las cartulinas en que estaban grabados.

— ¿Qué hacéis en esa apariencia? —Les preguntó, sorprendida, Alicia.

—Estamos pintando de rojo las rosas blancas, porque hemos arrancado, sin darnos cuenta, las rosas rojas del jardín de la reina. Si ésta se entera, nos hará rtar la cabeza —respondieron las extrañas figuras.

— ¿Quién es vuestra reina? —Les preguntó la niña.

— L a Reina de la Baraja. Es cruel y por la menor cosa hace decapitar

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