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La Ciencia Analitica Segun Albert Einstein Y Newton Y Platon Jr.


Enviado por   •  29 de Septiembre de 2012  •  1.098 Palabras (5 Páginas)  •  490 Visitas

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Quien tiene cien tipos de amores tiene cien tipos de dolores.

Quien tiene noventa tipos de amores tiene noventa tipos de dolores.

Quien tiene ochenta tipos de amores tiene ochenta tipos de dolores…

Quien tiene un amor tiene un dolor.

Quien no tiene amor no tiene dolor.

El budista tratará, con un esfuerzo mental personal, de irse liberando del amor (sin caer en el odio claro) para liberarse del dolor. El cristiano tratará, con la gracia de Cristo, de transfigurar el dolor por el amor.

En el cristianismo, es el lugar de la entrega obediente en manos del Padre, ellugar del sacrificio, el lugar del sí obediente del Hijo al Padre

El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes

teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» , de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» , con una atención constante

para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» . Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios .

El verbo que abre nuestra exhortación invita a FIJAR la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro.

El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón.

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» . El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.

Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas

y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía.

En nuestro

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