La Següa

La Següa

   En un bar que estaba muy alejado de la ciudad, un par de amigos se disponían a tomar cervezas.

   Era una noche de aquellas que había una hermosa luna en la que se dibuja la silueta de todo lo que se ve en la penumbra. Estos jóvenes inmaduros e imprudentes, tomaban y tomaban casi sin parar.

   Ya en la madrugada, el cantinero que los atendía, les comenzó a contar historias fantásticas; una de ellas decía así: érase una vez una joven mujer que frecuentaba los bares, y para hacerse acompañar de algún hombre incauto, los llevaba con dulces palabras y mientras los conducía a su casa, no les presentaba su rostro, siempre se los ocultaba con su cabello.

   Cuando por fin lograban verle de frente, descubrían que tenía la cara de un caballo, y muertos de miedo, muchos quedaron locos.

   Nuestros amigos, incrédulos, se reían del cantinero y burlándose con mofa, dijeron que a ellos o les importaba tal personaje, y que si la encontraban se pondría a conversar con ella sin ningún temor.

   Diciendo y haciendo, salieron del bar, más que caminando, balanceándose de un lado a otro sobre aquella oscura callejuela.

   No habían caminado mucho cuando, en la penumbrosa calle, divisaron no muy lejos, la figura borrosa de una mujer, no se sabe si era por la borrachera o estaban mal de la vista a que no lograban distinguir con claridad.

   Acercándose poco a poco a ella consiguieron verle de espaldas, pero... ¡Qué susto se llevaron! Era en otras palabras, nada más y nada menos que la “Següa”.

   Y sin más que decir, salieron corriendo hasta llegar exhaustos a su casa para nunca más volver a tomar en lo que les resta de vida.

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