SELENA GOMEZ
Abel MarceloBiografía29 de Septiembre de 2015
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DAR DE COMER AL PRÓJIMO
Mi experiencia en pastoral inicia así.
Era un día viernes y yo estaba muy entusiasmado por esta nueva experiencia (de hecho ya lo estaba desde años anteriores), así que acabaron las clases y fui directo a mi casa.
Comí lo más rápido posible, me bañé y me dispuse a ir. Con la congestión vehicular que hubo llegué a eso de las 3:30 al Hogar de la Paz. Justo al llegar me encontré con Bernande, Jampier y Harold. Llegamos al mismo tiempo.
Una vez que estábamos parados en la puerta (Bernande ya había estado tocando unos minutitos antes) una joven nos miraba desde la terraza mientras decía palabras inentendibles.
En eso una señora (si no me equivoco era la cocinera) nos abrió la puerta y nos dijo que aún no llegaba la madre del colegio que tenía que vigilarnos y darnos las órdenes.
Entramos y la primera en recibirnos fue Tania, que se encariñó con Bernande.
Los minutos fueron pasando y mis demás compañeros iban llegando, hasta que al fin estábamos completos.
Seguidamente llega Brenda, una compañera de 5to año que nos explicó que ella nos ayudaría en esta vez.
Mis compañeras se dirigieron al segundo piso junto con Brenda, mientras yo y mis compañeros nos quedamos en el primer piso a ayudar.
Lo primero que hice fue tratar de entablar amistad con alguna de las señoras de ahí, como para entrar en confianza. Algunas me entendían y respondían y otras, no.
Luego de eso, llegó otra señora que ayudaba ahí y le pregunté qué es lo que debíamos hacer y ella me dijo que era hora del lonche, así que yo decidí tomar la jarra y empezar a servir a todos.
Conforme iba sirviendo, entre todas me indicaban como es que se les servía, como por ejemplo: “ella toma en plato” o “no le pongas cerca, se va a quemar”. En fin, se protegían entre ellas.
[pic 1]
[pic 2]Después, de haber servido a todas (mientras mis compañeros daban los panes), pregunté que más podía hacer para ayudar, a lo que la señora me contestó: “Hay que darle de comer a Agapita, pero no, mejor déjalo, yo lo veo” a lo que yo le contesté con un “Yo quiero hacerlo” y en eso ella me da las indicaciones de cómo darle de comer.
Fue algo complicado al principio, pero poco a poco iba aprendiendo. Sus compañeras me ayudaron guiándome, así como: “ella solo abre la boca cuando le pones la cuchara” o “levanta un poco más su cabeza”. También le decían: “Agapita abre la boca”, fue una escena algo enternecedora y a la vez me causó algo de pena ver a esa pobre joven en ese estado, pero yo sé que si es así es porque Dios tiene un propósito.
[pic 3]
Al finalizar todo, pregunté otra vez: “¿en qué puedo ayudar?” y la señora me contestó: “ahí hay unos platos y tacitas por lavar, por favor” y sin pensarlo dos veces me dirigí al lavadero.
Creo que esa fue la parte más fácil de todo el tiempo de pastoral.
Finalmente, cuando ya había lavado los platos (con ayuda de una mujer del hogar) y ya había tirado la basura, trapeé el piso del lavadero y mis compañeros habían barrido y trapeado también, no había nada más que hacer, así que me puse a conversar con algunas de las mujeres del lugar.
Algunas me contaron sus historias muy tristes, marcadas por pérdidas y abandonos.
Finalmente, nos reunimos mis compañeros y yo, para poder rezar junto con Brenda y poder despedirnos.
Aprovechando que estábamos reunidos empezamos a contar que tal la habíamos pasado y a contar algunas anécdotas.
Entre anécdota y anécdota, Bernande me contó que Melanie, una joven del lugar, se había enamorado de mí.
“Es feo, pero me gusta” fue lo que me contó Bernande y que me lo confirmaron mis demás compañeras.
En eso Melanie baja y le pide a Brenda que nos forme en una fila para que la saludemos con un besito, y todos obedientes, procedimos a saludarla.
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