Soñar Con La Ciudad

La joven mira hacia afuera a través de los barrotes de hierro. El día está soleado

y destellos de luz iluminan el jardín que se ve desde la reja. Desea salir, gritar, correr, pero no puede. No se lo permiten. Está atrapada. El sol filtrado por el pasillo que da al patio le recuerda los días de

verano en su montaña. Los recuerdos son borrosos, remotos, aunque lograr rememorar, de vez en cuando, la alegría que sentía allá y que no consigue hacer brotar acá. Toma los barrotes con sus manos y los estremece. La puerta está cerrada. No hay llave. Nunca le han dado la llave. No confían en ella. Saben que dentro de su mente aparentemente dócil, casi sin pensamientos, se agita todavía la muchacha vivaz que ellos conocieron muchos años atrás. Esta allí replegada, mas no muerta aún. Se consuela pensando que alguna vez aquello tendrá que acabar. Entonces, el amplio patio donde nació, creció y vivió hasta aquel infortunado día en que fue arrebatada de su vida usual y sumergida en un mundo extraño, diferente volverá a hacer suyo no tendrá que mirar el sol por las rendijas y las siluetas de las montañas volverán a llenar sus pupilas. Aquella esperanza es lo único que la mantiene viva, palpitante tendida sobre su catre de tela y madera. “como extraña su choza, en las cimas frías de la provincia! “ ¿Por qué papa no ha venido a verme? Me lo prometió. ¿Se habrá olvidado de mí?”. Recuerda a su madre con una lagrima se desliza por su mejilla” ¿Qué hará ahora? ¿Cómo estarán mis hermanos? ¿Habrán nacido más? Su mama fue siempre muy prolífica, amante de los niños. Está segura de que tiene más hermanos pequeños. Trata de imaginárselos, pero no consigue

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