Todo por la galllina

Comenzaba un nuevo en año en la granja turística Guadalupe, los animales se preparaban para recibir a los visitantes que atraídos por la belleza del lugar, acudían a conocer la vida de las vacas, conejos, avestruces, ovejas, gallinas, caballos y demás miembros de esta familia.

Las ovejas se peluquearon, los caballos se limaron sus herraduras,  los conejos se hicieron ortodoncia  y los demás  animales que estaban de viaje, regresaron para alistar sus corrales y estar presentables.

Hurrem la gallina más vanidosa del lugar llegaba de visitar a sus primas “ricas” de lejanas tierras, presumiendo sus aventuras y las costosas compras. Pero algo en su aspecto físico y su forma de ser no andaba bien.

No quería comer, se cansaba de parlotear y su caminado refinado ya estaba chueco. El perro Robeiro, viejo y sabio, se dio cuenta que la situación no era común y ordenó asilarla.  También consultó a Eze la oveja curandera, conocedora de las plantas, que aconsejó que la única posible cura de esta extraña enfermedad podrí estar en la planta sagrada llamada Catleya que solo se daba en las Amazonas.

El chisme recorrió toda la granja, pero nadie se atrevía a correr riesgos en el Amazonas por ayudar a la gallina presumida. Solo Simón el becerro más joven y valiente se interesó en ayudar a la gallina y de paso vivir una aventura.  

Junto sus amigos, la coneja Ainoa y el puerquito Francis, llegaron a esas tierras de peligros, de las que se decía que si se entraba no se salía. Con mucho miedo buscaban la Catleya, hasta llegar a un gran pantano  donde la flor era protegida por una anaconda gigante.

Los amigos intentaron entrar sin ser vistos pero no fue posible y la anaconda los atrapó de inmediato porque pensó que eran intrusos. Los amigos, muertos del miedo, explicaron la razón de su atrevimiento. La anaconda los miró con ojos misericordiosos y les dio permiso de tomar las flores que quisieran. La anaconda tomó con mucha alegría esta extraña visita y les deseo buena suerte en su aventura.

De regreso a casa sucedió lo inesperado, mientras dormían una siesta en el camino un grupo de pillos zorros les arrebataron todas sus pertenecías y con ellas las catleyas sagradas. Tristes llegaron a la granja y se encontraron con amarga sorpresa que todos los animales se habían contagiado de la extraña enfermedad.

Por fortuna Ainoa la coneja llevaba una Catleya con la que decoraba su cabeza, la única cosa que no se pudieron llevar los zorros. El perro sabio y la oveja curandera los recibieron y rápidamente prepararon un antídoto pero este solo alcanzó para quien estaba más grave, la gallina Hurrem.

Mientras la gallina se recuperó, los demás animales empeoraban. En un momento el perro Sabio imaginó la solución y envió a los corrales de cada animal un huevo de la gallina Hurrem, el cual debían comerlo y compartirlo con todos los contagiados.  La esencia de Catleya estaría ahí y fue como toda la granja recupero su salud y armonía.

Moraleja: en momentos de enfermedad, angustia y adversidad,  la solidaridad de conocidos y extraños puede ser la cura para el peor de los males.

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