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Van Emeren

AbbyJathniel1 de Mayo de 2012

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LA CONCEPCIÓN DE LA RETÓRICA EN DOS TEORÍAS QUE SOSTIENEN CONCEPTUALIZACIONES OPUESTAS DEL SUJETO DE LA ARGUMENTACIÓN

III Congreso Internacional "Transformaciones culturales: debates de la teoría, la crítica y la lingüística", Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 4, 5 y 6 de agosto de 2008

Bertha Zamudio, UBA María Elena Bitonte, UBA

En la construcción de un discurso intervendrían con igual importancia categorías de razón y categorías de pasión. Patrick Charaudeau

Resumen

Nos proponemos en esta comunicación contrastar dos concepciones de la retórica cuya diferencia resulta de enfoques opuestos del sujeto argumentador. Para este fin hemos seleccionado, por una parte, la interpretación de la retórica tal como aparece en Frans van Esmeren y col. (2002) en el marco de la teoría pragma-dialéctica y, por la otra, la retórica de Michel Meyer (2004) en el marco de la tradición aristotélica. Nuestro interés se centra en las siguientes cuestiones: 1) ¿cuál es el lugar del sujeto argumentador en el proceso argumentativo?, 2) ¿cuál es la relación entre argumentación, contexto y conflicto en uno y otro caso? y 3) ¿cuál es la función que le asigna cada uno de estos enfoques a la retórica? Si bien ambas miradas teóricas postulan como meta de la actividad argumentativa la atenuación de diferencias, el modo de lograrlo es completamente opuesto. Las consecuencias de aplicar uno u otro de los marcos mencionados serán consideradas a los largo de este trabajo.

Introducción

Dada la importancia de ambos modelos, nos detendremos en una breve presentación de cada uno de sus creadores.

Franz van Eemeren es actualmente profesor de Comunicación, Teoría de la Argumentación y Retórica en la Universidad de Ámsterdam. Ha desarrollado juntamente con sus discípulos desde los años ´80, una perspectiva sobre la argumentación: la pragma-dialéctica. Tal como es definida en Van Eemeren (2004), “La argumentación es una actividad verbal, social y racional orientada a convencer a un crítico razonable de la aceptabilidad de un punto de vista arrojando una constelación de proposiciones que justifiquen o refuten la proposición expresada en el punto de vista” (Van Eemeren, 2004, p.1).

Meyer, por su parte, ocupa actualmente la cátedra de Perelman en Bruselas. Pero su propuesta se destaca porque invierte el planteo de su predecesor: en tanto que para Perelman la retórica se subsume en la argumentación, en Meyer la argumentación es una parte del campo más amplio de la retórica. En efecto, Meyer considera que hoy en día las antiguas fronteras que planteaba Aristóteles se han desdibujado, viéndose la dialéctica sumergida en el terreno de la argumentación y la argumentación en el de la retórica.

Un aspecto sustancial de su teoría consiste en sostener que la génesis de la argumentación está dada por una cuestión problemática que marca, de entrada, la diferencia que separa a orador y auditor. La cuestión problemática es la medida de la distancia simbólica que opone a los protagonistas. “Por consiguiente –dice Meyer- la retórica es el análisis de las cuestiones que se establecen en la comunicación interpersonal” (Meyer, 2004, p. 11).

Más allá de sus diferencias, tanto Meyer como van Eemeren coinciden en la necesidad de unificar retórica y dialéctica en todo abordaje de la argumentación, pero el peso que le dan a cada una de ellas es muy diferente.

1- La concepción del sujeto.

Antes que nada, vamos a aclarar nuestra propia posición con respecto a la noción de sujeto del discurso, la que implica considerar las relaciones de comunicación que mantiene, los procedimientos de puesta en discurso que utiliza, así como los saberes, opiniones y creencias que él posee y que supone en su interlocutor .

Ahora sí vamos a examinar el lugar que le asigna cada modelo al sujeto (el hablante o argumentador y su público o argumentatario) en el intercambio argumentativo.

Van Eemeren y col. definen la dialéctica como “un método de oposición regulada” en la comunicación verbal y la interacción, que conduce a una aplicación pragmática de la lógica, una forma de poner la lógica en uso, así como para pasar de una conjetura u opinión a una creencia más segura” (van Eemeren y Houtlooser, 2002, p. 137). De acuerdo con esta afirmación, para la pragma-dialéctica, la discusión es una manera de reforzar una afirmación o volverla más sustentable. Su objetivo es alcanzar cierta forma de conocimiento, no ya identificable con la verdad, sino una opinión que pudiera ser tenida por verdadera por cualquier ser de razón. Subrayemos que las opiniones que configuran el punto de vista sostenido ya por el oponente, ya por el proponente, no son simples pareceres sino el producto de una estricta regulación procedimental, donde toda violación a alguna de las reglas propuestas por la teoría es considerada una falacia. A diferencia de la dialéctica formal, las reglas de la pragma-dialéctica para la discusión crítica ofrecen principios generales de construcción del discurso argumentativo para prevenir que tales obstáculos interfieran en el proceso de resolución (van Eemeren y Houtlooser: 2002, p. 132-133).

Así, van Eemeren usa la noción de auditorio universal de Perelman, por la de auditorio crítico. ¿Qué es una audiencia crítica? Según van Eemeren y Houtlooser, los actos argumentativos considerados retóricamente fuertes por una audiencia crítica, estarán, en la práctica, de acuerdo con las normas dialécticas que se aplican al estadio de discusión correspondiente .

Aunque esta perspectiva entiende a la argumentación como actividad eminentemente racional, dado que apela a consideraciones predominantemente intelectuales, no obstante, logra superar este racionalismo a ultranza -y este es uno de sus aportes fundamentales- incluyendo en su aparato teórico-metodológico a la teoría pragmática. Este encuadre tiene la ventaja de considerar el lenguaje usado y protagonizado por sujetos portadores de opiniones, que irán transformando su perspectiva conforme la comunicación avanza y no como mera herramienta informativa o descriptiva. La dimensión pragmática de la argumentación se expresa plenamente en que postula al lenguaje como acción. Pero como acción social, resultado de acuerdos o reglas dirigidas a otros participantes (Van Eemeren, 2004 p.2). De esta manera, es posible afirmar que más que la racionalidad es la “razonabilidad” la que gobierna la actividad argumentativa.

En este punto, conviene hacer una distinción entre la noción de racionalidad y la de razonabilidad. La racionalidad es una noción lógica identificada a menudo, con la dialéctica , en tanto que la razonabilidad es una noción pragmática que supone que todo argumentador asume que se dirige a un crítico razonable. Este principio universal opera como regla de oro en la dinámica argumentativa: en toda argumentación hay una apelación implícita a los siguientes criterios de razonabilidad : a) que la argumentación se sustente sobre premisas sostenibles y certeras (criterio demostrativo); b) que se adapte a los estándares culturales de la comunidad donde tiene lugar y a la situación (criterio intersubjetivo) y c) que los participantes se atengan a las reglas de una discusión crítica, hasta resolver la diferencia de opinión. Esto incluye: 1) permitir que los participantes expresen sus puntos de vista (regla de libertad), 2) que cuando una parte afirma algo se está obligado a probarlo (carga de la prueba), 3) que debe criticarse únicamente la tesis que el hablante ha sostenido (regla del punto de vista), 4) que la defensa de un punto de vista se ajuste al tema planteado (relevancia), 5) los hablantes pueden retomar premisas que hayan quedado implícitas (regla de implícitos), 6) que no se tomen falsamente premisas como puntos de vista aceptados, 7) que no se considere un punto de vista definitivamente defendido si no se ajusta a un esquema argumentativo apropiado (regla de esquema argumentativo), 8) un razonamiento es válido explicitando las premisas implícitas (regla de validez), 9) que el fracaso de una defensa debe conducir al protagonista a retractarse de su punto de vista (regla de clausura) y 10) que los enunciados no sean ambiguos o incomprensibles (regla de uso) (Van Eemeren y Houtlosser (2002 p. 14-16).

Tal como Van Eemeren y Grootendorst (2004) lo afirman, esta teoría combina el rigor normativo de los postulados de la lógica formal y la práctica, dando por resultado lo que denominaron pragmática normativa:

“Los teóricos de la argumentación no están sólo interesados en la efectividad de la argumentación para convencer a la gente de ciertos puntos de vista, sino también de las reglas que el discurso argumentativo debe cumplir para ser sólido (...) El discurso argumentativo es por lo tanto una búsqueda subjetiva con una dimensión tanto empírica como crítica y su estudio puede ser mejor entendido como una parte de la gran empresa que van Eemeren (1990) llamó pragmática normativa” (van Eemeren y Houtlooser: 2002, p. 131).

Vista hasta aquí la teoría pragmadialéctica se presenta como un modelo sin fisuras, una teoría que cumple los requisitos postulados por Louis Hjelmslev: exhaustividad, coherencia y simplicidad. Sin embargo, como otras teorías actuales de la argumentación que toman su basamento en la lógica y en la dialéctica, este modelo presenta una característica muy problemática al momento de ser evaluado en relación con el estatuto del sujeto de la argumentación. No podemos pasar

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