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Vesos


Enviado por   •  29 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  885 Palabras (4 Páginas)  •  152 Visitas

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pondrá en ti sus pesadas manos, cerca de las cóncavas naves, mientras yo viva y

vea la luz acá en la tierra, aunque hablares de Agamenón, que al presente se jacta de ser

en mucho el más poderoso de todos los aqueos.

92 Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate:

93 -No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del

ultraje que Agamenón ha inferido al sacerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el

rescate. Por esto el que hiere de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no

librará a los dánaos de la odiosa peste, hasta que sea restituida a su padre, sin premio ni

rescate, la joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le

hayamos aplacado, renacerá nuestra esperanza.

101 Dichas estas palabras, se sentó. Levantóse al punto el poderoso héroe Agamenón

Atrida, afligido, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al

relumbrante fuego; y, encarando a Calcante la torva vista, exclamó:

106-¡Adivino de males! jamás me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en

profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando ante

los dánaos, afirmas que el que hiere de lejos les envía calamidades, porque no quise

admitir el espléndido rescate de la joven Criseide, a quien anhelaba tener en mi casa. La

prefiero, ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no le es inferior ni en el

talle, ni en el natural, ni en inteligencia, ni en destreza. Pero, aun así y todo, consiento en

devolverla, si esto es lo mejor; quiero que el pueblo se salve, no que perezca. Pero

preparadme pronto otra recompensa, para que no sea yo el único argivo que sin ella se

quede; lo cual no parecería decoroso. Ved todos que se va a otra parte la que me había

correspondido.

121 Replicóle en seguida el celerípede divino Aquiles:

122 -¡Atrida gloriosísimo, el más codicioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra

recompensa los magnánimos aqueos? No sabemos que existan en parte alguna cosas de la

comunidad, pues las del saqueo de las ciudades están repartidas, y no es conveniente

obligar a los hombres a que nuevamente las junten. Entrega ahora esa joven al dios, y los

aqueos te pagaremos el triple o el cuádruple, si Zeus nos permite algún día tomar la bien

murada ciudad de Troya.

130 Y, contestándole, el rey Agamenón le dijo:

131 Aunque seas valiente, deiforme Aquiles, no ocultes así tu pensamiento, pues no

podrás burlarme ni persuadirme. ¿Acaso quieres, para conservar tu recompensa, que me

quede sin la mía, y por esto me aconsejas que la devuelva? Pues, si los magnánimos

aqueos me dan otra conforme a mi deseo para que sea equivalente... Y si no me la dieren,

yo mismo me apoderaré de la tuya o de la de Ayante, o me llevaré la de Ulises, y montará

en cólera aquél a quien me llegue. Mas sobre esto deliberaremos otro día. Ahora, ea,

echemos una negra nave al mar divino, reunamos los convenientes remeros,

embarquemos víctimas para una hecatombe y a la misma Criseide, la de hermosas

mejillas, y sea capitán cualquiera de los jefes: Ayante, Idomeneo, el divino Ulises o tú,

Pelida, el más portentoso de todos los hombres, para que nos aplaques con sacrificios al

que hiere de lejos.

148 Mirándolo con torva faz, exclamó Aquiles, el de los pies ligeros:

149 -¡Ah, impudente y codicioso! ¿Cómo puede estar dispuesto a obedecer tus órdenes

ni un aqueo siquiera, para emprender la marcha o para combatir valerosamente con otros

hombres? No he venido a pelear obligado por los belicosos troyanos, pues en nada se me

hicieron culpables -no se llevaron nunca mis vacas ni mis caballos, ni destruyeron jamás

la cosecha en la fértil Ftía, criadora de hombres, porque muchas umbrías montañas y el

ruidoso mar nos separan-, sino que te seguimos a ti, grandísimo insolente, para darte el

gusto de vengaros de los troyanos a Menelao y a ti, ojos de perro. No fijás en esto la

atención, ni por ello te tomas ningún cuidado, y aun me amenazas con quitarme la

recompensa que por mis grandes fatigas me dieron los aqueos. Jamás el botín que

obtengo iguala al tuyo cuando éstos entran a saco una populosa ciudad de los troyanos:

aunque la parte más pesada de la impetuosa guerra la sostienen mis manos, tu

recompensa, al hacerse el reparto, es mucho mayor; y yo vuelvo a mis naves, teniéndola

pequeña, aunque grata, después de haberme cansado en el combate. Ahora me iré a Ftía,

pues lo mejor es regresar a la patria en las cóncavas naves: no pienso permanecer aquí sin

honra para procurarte ganancia y riqueza.

172 Contestó en seguida el rey de hombres, Agamenón:

173 -Huye, pues, si tu ánimo a ello te incita; no te ruego que por mí te quedes; otros hay

a mi lado que me honrarán, y especialmente el próvido Zeus. Me eres más odioso que

ningún otro de los reyes, alumnos de Zeus, porque siempre te han gustado las riñas,

luchas y peleas. Si es grande tu fuerza, un dios te la dio. Vete a la patria, llevándote las

naves y los compañeros, y reina sobre los mirmidones, no me importa que estés irritado,

ni por ello me preocupo, pero te haré una amenaza: Puesto que Febo Apolo me quita a

Criseide, la mandaré en mi nave con mis amigos; y encaminándome yo mismo a tu

tienda, me llevaré a Briseide, la de hermosas mejillas, tu recompensa, para que sepas bien

cuánto más poderoso soy y otro tema decir que es mi igual y compararse conmigo.

...

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