ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Salvador Reyes Nevares El amor y la amistad en el mexicano

Albarrán García Luis RobertoResumen9 de Diciembre de 2025

722 Palabras (3 Páginas)25 Visitas

Página 1 de 3

Luis Roberto Albarrán García.

Bibliografía

Salvador Reyes Nevárez, El amor y la amistad en el mexicano, Porrúa y Obregón, México, 1952.

Reyes Nevárez profundiza en la constitución sentimental del mexicano, abordando cómo esta determina no solo sus relaciones afectivas, sino también su actuar político y social. Parte de una caracterización del carácter sentimental basada en tres rasgos fundamentales: la emotividad, la inactividad y la secundariedad. Estos no solo se presentan como meras categorías descriptivas, sino como fuerzas estructurantes que moldean la conciencia y la conducta del mexicano, generando una particular manera de habitar el mundo.

La emotividad se manifiesta como una sensibilidad exacerbada, una predisposición a reaccionar de manera intensa y desmedida ante los estímulos externos. Esta condición no es asumida como una virtud, sino como algo que se “padece”, una fragilidad constitutiva que coloca al individuo en una posición de zozobra permanente. A esta emotividad se une la inactividad, entendida no como simple pasividad, sino como una falta de agilidad para responder de manera pronta y efectiva a lo que ocurre en el entorno. El mexicano, según Reyes Nevárez, tiende a una rumiación interior, a un procesamiento lento y reflexivo de los acontecimientos, lo que lo acerca al perfil del “secundario”. Esta combinación de emotividad desbordada e inactividad reflexiva configura un carácter que se siente débil ante sí mismo y ante el mundo, incapaz de resistir el ímpetu de los sentimientos que lo asaltan. Este marco sentimental se erige en el principio rector de la vida mexicana, incluyendo el ámbito del amor. El amor, en este contexto, no es una experiencia de complementariedad o diálogo, sino una pasión en el sentido más radical del término. Se trata de una fuerza que deforma la realidad, colocando al objeto amado en el centro de un universo cerrado y autónomo, desde donde impulsa al amante hacia conductas irracionales y peligrosas. Bajo el imperio de esta pasión, cualquier acción puede justificarse: los celos, la entrega absoluta, el sacrificio. El amor se vive así como un destino inapelable, una corriente que arrastra al individuo sin dejar espacio para la libertad o la reflexión crítica. Esta lógica pasional no se limita al terreno íntimo, sino que se extiende a otros dominios de la vida colectiva, especialmente la política, pues observa que el político mexicano suele mostrar una marcada indiferencia hacia la técnica y la planificación racional del poder, mientras se deja guiar por móviles emocionales como la amistad, el odio o el resentimiento. La acción política deviene entonces en un juego oscilante, caprichoso, orientado por impulsos pasionales que buscan favorecer a los aliados, aniquilar a los rivales y afirmar el propio poder. No hay aquí un proyecto unitario o una visión de largo alcance, sino la sucesión de reacciones emotivas que imprimen a la historia nacional un carácter errático y voluble.

Dentro de este universo sentimental, el resentimiento y el despecho emergen como pasiones particularmente significativas, pues el resentido, consciente de su inferioridad o dependencia respecto al otro, no se enfrenta abiertamente, sino que recurre a la insidia, al comentario solapado, a la maniobra oculta, manteniendo siempre una apariencia de cordialidad. Este sentimiento, aunque dirigido inicialmente hacia una persona concreta, tiende a expandirse y a teñir la relación con todos los demás, convirtiéndose en una actitud generalizada hacia el prójimo.

El despecho, por su parte, se presenta como una modalidad del resentimiento en la que la hostilidad se atenúa, pero siempre se mantiene un objeto específico hacia el cual se dirige el rencor. En ambos casos, el mexicano muestra una habilidad singular para elaborar y ramificar sus pasiones, enrollándolas alrededor del episodio doloroso, eludiendo el núcleo conflictivo directo pero trazando alrededor una compleja filigrana de sentimientos contradictorios. Frente a esta determinación sentimental, el mexicano desarrolla una “mala fe metafísica”. Ante la angustia que le produce vislumbrar su propia libertad y su falta de justificación última, acude a su carácter sentimental como si este le proporcionara una sustancia, una base sólida y ajena a su voluntad que mitigue su zozobra. Así, convierte los sentimientos en cuasi-objetos, en entidades que pueblan su conciencia y le eximen de asumir plenamente su condición de ser libre. Esta actitud no es cobardía, sino una forma de finura, de elaboración indirecta y casi barroca del dolor, donde el sufrimiento se desliza, se alarga y se adorna, evitando la confrontación frontal pero sin renunciar a su intensidad.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (5 Kb) pdf (48 Kb) docx (136 Kb)
Leer 2 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com