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CONFUSIANISMO


Enviado por   •  16 de Octubre de 2013  •  5.341 Palabras (22 Páginas)  •  283 Visitas

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Confucianismo

Por Confucianismo se entiende el complejo sistema de enseñanzas morales, sociales, políticas y religiosas construido por Confucio sobre las antiguas tradiciones chinas y perpetuado como religión de Estado hasta nuestros días (O sea, hasta finales de la última dinastía china, Qing, cuyo postremo emperador, Pu Yi, debió abdicar siendo niño aún, en 1912, como resultado de la Revolución iniciada por Sun Yixian. N.T.). El Confucianismo se orienta no simplemente a hacer hombres de virtud sino también hombres educados y de buenas maneras. El hombre perfecto debe combinar las cualidades del santo, del académico y del gentilhombre. El Confucianismo es una religión sin revelación positiva, con un mínimo de enseñanza dogmática, cuyos rituales populares se centran en las ofrendas a los muertos. En ella, la noción del deber se extiende más allá de la esfera de la moral estrictamente dicha para abarcar casi todos los detalles de la vida.

I. CONFUCIO, EL MAESTRO

El mayor exponente de esta notable religión fue K'ung-Tze (Kong Zi, según el moderno sistema Pinyin de latinización del idioma chino, reconocido ya mundialmente, N.T.), o K'ung-Fu-Tze (Kong Fu Zi. Idem, N.T.), latinizado por los primeros misioneros jesuitas como Confucio. Confucio nació en 551 a.C., en lo que entonces era el estado feudal de Lu, y que ahora está incluido en la moderna provincia de Shan-tung (Shang Dong. Idem, N.T.). Sus padres, aunque no eran ricos, pertenecían a la clase superior. Su padre era un guerrero, que se había distinguido tanto por sus hazañas como por su noble ascendencia. Confucio era apenas un niño cuando su padre murió. Desde su niñez mostró gran aptitud para el estudio, y si bien hubo de trabajar como sirviente en sus años mozos para mantenerse a sí mismo y a su madre, siempre encontró tiempo para proseguir sus estudios favoritos. Progresó tanto en ello que a los veintidós años abrió una escuela a la muchos llegaron atraídos por la fama de sus conocimientos. Su habilidad y fiel servicio le merecieron una promoción al cargo de ministro de justicia. Bajo su sabia administración el Estado alcanzó un grado de prosperidad y orden moral que nunca antes había visto. Pero a través de las intrigas de estados rivales, el Marqués de Lu fue llevado a preferir los placeres vulgares a la preservación del buen gobierno. Confucio intentó, con sanos consejos, volver a su señor al camino del deber, pero todo fue en vano. A raíz de ello, Confucio renunció a su alto puesto a costo de su tranquilidad y comodidad personales, y abandonó el país. Durante catorce años fue de estado en estado, acompañado de sus fieles discípulos, buscando algún señor que quisiese escuchar sus consejos. Sufrió muchas privaciones. En más de una ocasión estuvo en riesgo inminente de ser acechadoacechadoa y muerto por sus enemigos, pero su valor, y la confianza en el carácter providencial de su misión, nunca lo abandonaron. Finalmente volvió a Lu, donde pasó los últimos cinco años de su larga vida animando a otros al estudio y a la práctica de la virtud, y edificando a todos con su noble ejemplo. Murió el año 478 a.C., a los setenta y cuatro años de edad. Su vida coincidió casi exactamente con la de Buda, quien falleció dos años antes, a la edad de ochenta.

Poca duda cabe que Confucio poseía una noble y avasalladora personalidad. Ello queda claro por los datos que tenemos acerca de su carácter, por sus elevadas enseñanzas morales, y por los hombres de altos ideales a los que educó para que siguieran su labor. En su entusiasta cariño y admiración, ellos lo declararon el más grande de los hombres, el sabio infalible, el hombre perfecto. Los propios dichos que de él se conservan muestran que él nunca pretendió poseer la plenitud de la virtud o de la sabiduría. Él estaba consciente de sus limitaciones y nunca intentó ocultar dicha conciencia. Mas de su amor por la virtud y la sabiduría no puede haber duda. En las "Analectas", VII, 18, se le describe como "alguien que en su apasionada búsqueda del conocimiento olvidó la comida, y en el gozo de alcanzarlo olvidó su pena". Cualquier cosa que en las constancias del pasado, ya en la historia, ya en la poesía lírica, o en los ritos y ceremonias, fuese edificante y conducente a la virtud, él lo buscaba con celo infatigable y lo daba a conocer a sus discípulos. Era un hombre de naturaleza afectiva, compasivo y sumamente considerado con los demás. A sus discípulos valiosos los amó entrañablemente y, a su vez, mereció de ellos su perdurable devoción. Era modesto y sin afectaciones en su porte, inclinado a la seriedad, pero poseía sin embargo una jovialidad natural que raramente lo abandonaba. Educado desde la niñez en la adversidad, aprendió a encontrar satisfacción y serenidad de mente aún donde faltaban las comodidades ordinarias. Gustaba mucho de la música vocal e instrumental y frecuentemente cantaba, acompañándose del laúd. Su sentido del humor se revela en una crítica que hizo de un canto muy estrepitoso: "¿Porqué utilizar un cuchillo para reses cuando se quiere matar un gallo?".

Con frecuencia se tiene a Confucio como el prototipo de hombre virtuoso sin religión. Se afirma que sus enseñanzas son principalmente éticas, en las que se buscaría en vano una recompensa en la vida futura como sanción de buena conducta. Pero la familiaridad con las antiguas religiones chinas y de los textos confucianistas deja al descubierto lo hueco de la aseveración de que Confucio estaba desvinculado de cualquier pensamiento o sentimiento religioso. Él fue religioso a la manera de los hombres religiosos de su tiempo y de su tierra. Al no hacer referencias a premios y castigos en la vida venidera él sencillamente estaba siguiendo el ejemplo de sus ilustres predecesores chinos, cuyas creencias religiosas no incluían este elemento de la retribución futura. Los clásicos chinos, antiguos ya incluso en tiempos de Confucio, no tienen nada que decir del infierno. Sí tienen, sin embargo, mucho que decir de los premios o castigos otorgados en la presente vida por el Cielo que todo lo ve. Hay una multitud de textos que muestran abiertamente que él no se separó de la creencia tradicional en el supremo Dios-cielo y los espíritus subordinados, en la divina providencia y en la recompensa, y en la existencia consciente de las almas después de la muerte. Tales convicciones religiosas de su parte quedaron expresadas en múltiples actos de piedad y culto.

II. LOS TEXTOS CONFUCIANISTAS

Dado que el Confucianismo en su sentido más amplio abraza no sólo las enseñanzas inmediatas de Confucio, sino también los documentos, costumbres y ritos tradicionales

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