Frankestien
miriana230 de Noviembre de 2014
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Meirieu, Philippe (1998) Frankenstein Educador Barcelona: Ed. Laertes
Introducción
Frankestein: “Hemos “hecho” un niño y queremos “hacer de él un hombre
libre”...¡como si eso fuese tan fácil! Porque, si se le “hace”, no será libre, o al menos no
lo será de veras; y, si es libre, escapará inevitablemente a la voluntad y a las veleidades
de fabricación de su educador.
¿Se puede educar sin ser un Frankestein?
Frankestein o el mito de la educación como fabricación
Integrarse siempre es un poco de domesticación. Es normal, al fin y al cabo, que aquél
que llega acepte algunas renuncias para tomar parte de la vida de aquellos que le
acogen. Ese es el precio a pagar para que te conviertas en miembro de la comunidad.
El niño necesita ser acogido, necesita que haya un adulto que le ayude a construir sus
propios saberes. No puede construirse al margen del entorno: es ese entorno el que, en
muy gran medida, lo construye.
Educar es desarrollar una inteligencia formal capaz de resolver problemas de gestión de
la vida cotidiana y es, también, desarrollar una inteligencia histórica capaz de discernir
en qué herencias culturales se está inscrito. Educar es, pues, introducir a un universo
cultural.
Hoy vivimos una aceleración sin precedentes en la historia. De una generación a otra, el
entorno cultural cambia radicalmente. En esas condiciones de aumento del desfase entre
generaciones y de inmolación de la transmisión cultural, encontramos a adolescentes
“bólido” (Imbert, 1994), sin raíces ni historia, dedicados por entero a satisfacer
impulsos originales.
Pigmalión El mito de la educación como fabricación. Pigmalión quiere “hacer” a su
compañera pero que se le entregue por propia voluntad.
“psicología de las dotes”. El fatalismo es la incompetencia del educador.
El “efecto expectativa”…determina los resultados que se obtienen del educando y su
evolución. La “predicción creativa” y la“autorrealización de profecías” el maestro
decretando que tal alumno es un “buen alumno” y comportándose con él como si fuese
tal, lo induce a modificar el comportamiento para mostrarse digno de la imagen que se
tiene de él, se considera obligado a hacer que se cumpla la predicción. “para que la
gente merezca muestra confianza, hay que empezar por dársela”
Etapas de la aventura educativa: obstinación en esmerarse, cólera ante la resistencia del
otro, apasionamiento cuando las cosas empiezan a desbloquearse, desaliento cuando se
descubre que no se ha conseguido nada, tristeza por el propio destino, entusiasmo
cuando se expone el proyecto, inquietud de no estar a la altura de la tarea, serenidad al
reemprender el trabajo y éxtasis cuando el otro colma nuestros deseos.
Todo educador quiere dar vida a lo que fabrica. Las cosas se complican cuando el
educador quiere “hacer al otro”, pero también quiere que el otro escape a su poder para
que entonces pueda adherirse a ese mismo poder libremente. Quiere el poder sobre el
otro y quiere la libertad del otro de adherirse a su poder. Pinocho o las chistosidades imprevistas de una marioneta impertinente.
A veces cuesta creer que el otro… pueda existir ahí, frente a nosotros, resistirse a
nuestra empresa emancipadora y a veces, incluso, sufrir por su culpa.
“situarse en el yo” no es fácil, en especial si se es un títere, un objeto fabricado para ser
manipulado. Pinocho, en realidad, está manipulado desde dentro. Es prisionero de él
mismo. Está encerrado en un dilema infernal: “Dar gusto al otro o dárselo a uno mismo”
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