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La Relectura De La Histórica Carta Que Dirigió Seattle, Jefe De La Tribu Suwamish Al Presidente De Los Estados Unidos Contiene Una Hermosa Proclama Por La Conservación De La Naturaleza Y Los Recursos Naturales. Fue Escrita Hace 152 años Pero aún Cons


Enviado por   •  20 de Agosto de 2014  •  690 Palabras (3 Páginas)  •  370 Visitas

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La relectura de la histórica carta que dirigió Seattle, jefe de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos contiene una hermosa proclama por la conservación de la naturaleza y los recursos naturales. Fue escrita hace 152 años pero aún conserva su fuerza argumental y la frescura de un fruto silvestre. La carta contiene varios principios ecológicos y éticos que se halla implícitos en un texto hermoso, vibrante y humano, en él se traduce la sabiduría ancestral que guía la relación hombre-naturaleza de su comunidad y que, por cierto, es muy distinta de aquella que inspiró a la civilización industrial.

“Habéis de saber – dice Seattle – que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada niebla en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y experiencia de mi pueblo”. Cada hombre de la tribu y más aún, cada ser vivo e inerte de la naturaleza es entendido y tratado en la consmovisión del gran Jefe como parte del conjunto armónico que es la naturaleza, cuando afirma: “somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros”.

La comprensión de los ciclos biogeoquímicos de la materia en los ecosistemas que constituye un aspecto básico de la ecología moderna, se deja entrever en la sabiduría y admonición de quien sí sabe como enseñar a sus hijos, cuando dice: “Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies, es la ceniza de los abuelos. Debéis enseñar lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra, afecta los hijos de la tierra”. Con ello revela la posición de los seres humanos como seres emergentes de madre naturaleza y la sabiduría ancestral para coexistir en forma armónica con el entorno natural.

El homo consumens pleno de arrogancia y falsa superioridad, convertido en “dominador de la naturaleza” constrasta con la modestia del ser emergente, fruto de la tierra y la evolución cuando proclama: “La tierra no pertenece al hombre sino el hombre a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es solo una hebra de ella”. Y destaca el inmenso valor del aire, el agua, la flor y el ave… frente al gigantismo industrial que advierte venir con inusitada fuerza destructiva representada en la figura del “humeante caballo de vapor” con el que advierte la llegada del maquinismo de la “modernidad”.

La interdependencia de los seres de la comunidad biológica está presente en el pensamiento de Seattle en la expresión: “Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre morirá…porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir al hombre, todas las cosas están relacionadas entre sí. Los hombres blancos también pasarán. Talvez antes que las demás tribus”.

La contaminación del ambiente,

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