NATHUS PHILOSOPHOR
Fernando Gamaliel RodriguezTrabajo4 de Diciembre de 2017
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NATHUS PHILOSOPHOR
Mi Nacimiento Filosofar
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El cirio de la vida "la llama un millón".
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La vida sobre rieles.
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Mi enseñanza para vivir
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"Si amar toda una vida
no es suficiente y sientes que no lo has dado todo, entonces ama todoa una
muerte, que esa si es eterna."
DR. José antonio Pérez Ramos
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El cirio de la vida "La llama un millón".[pic 7][pic 8][pic 9][pic 10]
Dr. José Antonio Pérez Ramos.
Las narraciones del presente, se explican con los sentidos del pasado, al contemplar en un pueblito de los setentas con caminos empedrados, las aceras adornadas con alcatraces, los olores a leña ardiente de los fogones y los atardeceres rojizos cobijados por los prismas del ocaso.
Este hecho histórico, narra la esperanza ardiente de dos personas, que a través de la luz de sus ojos, la atracción penetró hasta sus corazones. Ella, joven veinteañera de piel blanca y ojos claros y él, hombre maduro de cuarenta años con físico noble y sólido como roble.
Todos los días por el atardecer, ella, se sentaba a cultivar las letras del saber, en una banca techada con luz artificial y propicia para la gente que quiera descansar, leer y ver la caída del atardecer. Él aprovechaba la tarde para correr en círculo los caminos empedrados del parque, con el sentido tradicional de todos los días. La gente común que vio lo sucedido, es testigo y da testimonio de los actos de amor que sucedieron.
Él y ella, no se dieron cuenta que un rayo del astro rey iluminó sus corazones, para dar inicio a un amor, donde las palabras no se pronunciaban y solo bastaban las miradas para dar a conocer la atracción que el destino les marcó.
Ella, todos los días, al ver al hombre correr por el parque dejaba que la llama prosperara, la atracción creciera y abriendo la ventana para que entrara la luz de amor. Pasó el tiempo y no negaba su amor hacia él.[pic 11]
Él no tardó en darse cuenta, que esa mirada tenía algo especial, que no solo era el leer, sino que la mirada disimulaba que percibía cada vez que pasaba cerca de ella, traía algo extraordinario. Los siguientes días no era solo correr, había una motivación más: contemplar la belleza de ella, que con una mirada se había dado cuenta que el amor era real.
Ella dejó de asistir por un tiempo al lugar de las tardes de lectura. Y él, en ese momento asistía por las tardes a buscarla pero ya no corría, para después volver los dos repentinamente a la misma rutina, él a correr ahí todos los días para mirarle en cada vuelta y ella a las tardes de lectura y a mirarle con amor ferviente.
Lo sorprendente es que pasaron los años y él no se atrevió nunca a expresar de viva voz el amor anidado que se encontraba en el interior de su ser.
Tradicionalmente en el pueblo y en aquellos años, no se acostumbra que las mujeres den el primer paso en estos asuntos. Sin embargo; en el tiempo que ella dejó de asistir al parque por las tardes, acontecieron hechos que impidieron que aquél amor se consumara, la pareja de enamorados fue víctima de una terrible obra de la casualidad, de una coincidencia.
Era una tarde nublada de otoño, el viento llevaba las hojas de los árboles en glorioso paseo por las calles y parque, el caballero enamorado decidido a volcar su amor se dirigió ansioso al encuentro de su amada, ataviado no de ropa deportiva, sino de un fino traje y sombrero, zapatos negros de charol, con la mirada fija en la banca del parque donde siempre la veía, y después perdida buscándola con prisa al no encontrarla ese preciso día.
Una bondadosa pareja de ancianos que solían ir de paseo y alimentar a las palomas, tenían conciencia plena de aquella escena, y justo cuando aquel hombre desesperado caminaba delante de ellos, le saludaron, él; mas por reflejo que por educación contestó el saludo, al tiempo que no detenía su marcha presurosa dando vuelta por aquellas esquinas, el viejo le dijo: “espere señor… ¿Usted, busca a la joven que todos los días viene a leer?”, él caballero se detiene y voltea, responde que sí.[pic 12][pic 13]
El viejo, con una mueca de sinceridad y una leve sonrisa le comenta: “Mire Usted, no lo hago con afán de molestarle, pero ella vino un poco más temprano, se sentó no a leer ésta vez, si no a esperar tal vez, minutos más tarde, pasó por ella un hombre, quizás un familiar o amigo…”, el corazón de aquél enamorado dio un vuelco, la angustia y desesperación se habían apoderado de él, solo asintió con la cabeza y caminó despacio, sus pesados pasos anunciaban que se derrumbaría, pronto pasó a sentimientos incluso de rencor, no dejaba de pensar que su amada se había cansado de esperar y que en esos momentos estaba en brazos de otro hombre, pensaba por qué nunca se atrevió a decirle lo mucho que la amaba.
Esa noche sin poder dormir, recordaba las palabras el anciano, podría tratarse solo de un amigo, de un primo, el jefe del trabajo, su padre o hermano, de tal suerte que acudió al día siguiente con la esperanza de verle. Ella dejó de ir, las interrogaciones y las respuestas al aire empezaron a surgir en el pensamiento de él, en su silencio se preguntaba por qué ella dejó de asistir, quizás una oferta de trabajo, la visita inesperada a algún familiar enfermo. O bien pensaba con ira y cierto odio, estará entregando su amor a alguien más, escuchaba la voz interior que le reprochaba su cobardía, con la cabeza entre las manos maldecía y gritaba, se sentaba y lloraba
En el pueblo donde sucedió nuestra historia, se encontraba un Templo del Siglo XVI, con sus características propias de la época, sobresaliendo dos particulares la oscuridad y la luz de los cirios La gente iba a dejar sus ofrendas y una que otra actividad de culto.
En una tarde que acudió al parque, para esperar su regreso, percibió aquel templo, que en sus atardeceres pasados no le ponía interés, pero ante el interrogante que embargaba su pensamiento decidió entrar por simple curiosidad, quiso conocerlo, sin saber lo que iba a encontrar. Pensaba que podía elevar una oración y que una respuesta por fin llegaría, no era un hombre de convicción en la fe, pero de cualquier modo intentaría, vio a unas personas orar y prender una vela o un cirio que ponían como ofrenda en el altar.[pic 14][pic 15][pic 16][pic 17]
Entró al lugar, sentado cerró los ojos oraba y pedía respuestas, al paso de los minutos se levantó, tomó un cirio y con las flamas prendidas que ahí estaban lo encendió, la luz se hizo penumbra, solo podía ver la llama encendida de su cirio, la curiosidad pasó a ser miedo arrebatador, ante el claro oscuro del interior del templo, al tiempo que, escuchó una voz que le llamaba por su nombre e interrogándolo del por qué nunca había entrado al templo hasta ese día.
La voz vino de un hombre imponente, vestido de negro, con sombrero de copa y sin rostro alguno, produciendo sentimiento de miedo ante él y sin dejar estar sorprendido por lo que estaba sucediendo, era acaso una visión pensó. A pesar de la turbación en que se encontraba se enfrentó a un diálogo con aquel Hombre de Negro.
Ante el interrogante de ¿quién eres tú, y qué es lo que quieres de mí? de parte de él, el Hombre de Negro se presentó como como el “Rey de las Tinieblas”, apenas sostenido en pie con el terrible escalofrío que sentía, pensaba que no había lugar a dudas, era el mal que había encarnado y que estaba frente a él, la voz continuó diciéndole: “De ti, ya tengo lo que quiero, tu alma me pertenece…” dicho esto aquel hombre parecía perder la conciencia, sin saber de donde salieron sus fuerzas sostuvo la voz y negaba “No, no es posible, ¿por qué?”, pensaba que pecados graves había cometido para merecer ese castigo.
La voz continuó: “Es una casualidad, tú acabas de encender la flama que en número corresponde a un millón, quien prende la millonésimo cirio me pertenece, a partir de ahora tu destino está sellado, tu vida mortal está ligada a la de esa luz que sostienes en las manos, cuando esa flama se apague, regresaré por ti, estarás conmigo eternamente”, así la voz decía, que no le valía huir a ningún lado ni pedir ayuda.
Finalmente pudo escuchar la sentencia final: “para mantener tu vida, debes mantener esa luz encendida, no podrás amar o ser amado, pues condenarás a la misma suerte a aquella persona a la que ames, me despido por ahora de ti, pero regresaré”.
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