Nabonides
aureangel29 de Mayo de 2013
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NABÓNIDES
El propósito original de Nabónides, según el profesor Rabsolom, era simplemente restaurar los tesoros arqueológicos de Babilonia. Había visto con tristeza las gastadas piedras de los
santuarios, las borrosas estelas de los héroes y los sellos anulares que dejaban una impronta
ilegible sobre los documentos imperiales. Emprendió sus restauraciones metódicamente y
no sin una cierta parsimonia. Desde luego, se preocupó por la calidad de los materiales,
eligiendo las piedras de grano más fino y cerrado.
Cuando se le ocurrió copiar de nuevo las ochocientas mil tabletas de que constaba la
biblioteca babilónica, tuvo que fundar escuelas y talleres para escribas, grabadores y
alfareros. Distrajo de sus puestos administrativos un buen número de empleados y
funcionarios, desafiando las críticas de los jefes militares que pedían soldados y no escribas
para apuntalar el derrumbe del imperio, trabajosamente erigido por los antepasados
heroicos, frente al asalto envidioso de las ciudades vecinas. Pero Nabónides, que veía por
encima de los siglos, comprendió que la historia era lo que importaba. Se entregó
denodadamente a su tarea, mientras el suelo se le iba de los pies.
Lo más grave fue que una vez consumadas todas las restauraciones, Nabónides no
pudo cesar ya en su labor de historiador. Volviendo definitivamente la espalda a los
acontecimientos, sólo se dedicaba a relatarlos sobre piedra o sobre arcilla. Esta arcilla,
inventada por él a base de marga y asfalto, ha resultado aún más indestructible que la
piedra. (El profesor Rabsolom es quien ha establecido la fórmula de esa pasta cerámica. En
1913 encontró una serie de piezas enigmáticas, especie de cilindros o pequeñas columnas,
que se hallaban revestidas con esa sustancia misteriosa. Adivinando la presencia de una
escritura oculta, Rabsolom comprendió que la capa de asfalto no podía ser retirada sin
destruir los caracteres. Ideó entonces el procedimiento siguiente: vació a cincel la piedra
interior, y luego, por medio de un desincrustante que ataca los residuos depositados en las
huellas de la escritura, obtuvo cilindros huecos. Por medio de sucesivos vaciados
seccionales, logró hacer cilindros de yeso que presentaron la intacta escritura original. El
profesor Rabsolom sostiene, atinadamente, que Nabónides procedió de este modo
incomprensible previendo una invasión enemiga con el habitual acompañamiento de furia
iconoclasta. Afortunadamente, no tuvo tiempo de ocultar así todas sus obras.)1
Como la muchedumbre de operarios era insuficiente, y la historia acontecía con
rapidez, Nabónides se convirtió también en lingüista y en gramático: quiso simplificar el
alfabeto, creando una especie de taquigrafía. De hecho, complicó la escritura plagándola de
abreviaturas, omisiones y siglas que ofrecen toda una serie de nuevas dificultades al
profesor Rabsolom. Pero así logró llegar Nabónides hasta sus propios días, con
entusiasmada minuciosidad; alcanzó a escribir la historia de su historia y la somera clave de
sus abreviaturas, pero con tal afán de síntesis, que este relato sería tan extenso como la
Epopeya de Gilgamesh, si se le compara con las últimas concisiones de Nabónides.
1 Los que quieran profundizar el tema, pueden leer con provecho la extensa monografía de Adolf von Pinches: Nabonidzylinder, Jena,
1912.
Juan José Arreola Confabulario
Hizo redactar también —Rabsolom dice que la redactó él mismo— una historia de
sus hipotéticas hazañas militares, él, que abandonó su lujosa espada en el cuerpo del primer
guerrero enemigo. En el fondo,
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