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Tauroética


Enviado por   •  24 de Noviembre de 2022  •  Ensayos  •  2.194 Palabras (9 Páginas)  •  172 Visitas

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Tauroética

En todo el continente americano, México es el país que tiene más peso en cuanto a las corridas de toros ya que es taurinamente el segundo país del mundo con más cantidad de plazas de toros detrás de España. Primero que nada, a la fiesta brava es un espectáculo que tiene su origen en España y llegó a México como producto de la conquista desde hace 496 años, la primera corrida que se celebró en la Ciudad de México fue el 24 de junio de 1526 para festejar el regreso de Hernán Cortés de las Hibueras, en la actual República de Honduras. ¿Realmente debe seguirse permitiendo la realización de eventos de corrida de toros que son consideradas parte de nuestra “cultura y tradición” en nuestro país?  Este festejo que muchos llaman “tradición” y como en todo en las corridas de toros hay opiniones a favor y en contra. Existen los antitaurinos (opositores), que declaran que trata de un evento violento donde no se respeta la vida animal y que además infringe el derecho humano a un medio ambiente, mientras que los taurinos (defensores) opinan que no es un espectáculo de sangre sino cultura y arte en el ruedo y como en México tiene casi 500 años de llevarse a cabo, se debería romper con esta práctica creando conciencia de qué es algo inhumano, ya que hay que considerar todas las culturas tienen elementos destructivos y que no por ser tradiciones se justifica la crueldad. En las corridas de toros al final lo que habla de los espectadores México es uno de los ocho países en el mundo donde la tauromaquia es legal. Es un tema muy polémico que divide opiniones, pero creo que valdría la pena analizar a fondo y reconsiderar si se debiera continuar con esta tradición que permite el maltrato animal y también llega alterar cierta sensibilidad que tenemos ante la muerte. Así que en este ensayo propongo encarar la discusión sobre la tauromaquia desde un concepto de cultura no esencialista capaz de oponerse a este acto inhumano de la “vida” que se produce en aquellas dinámicas hegemónicas que intentan construir a un “otro” residual como el animal, al que se puede utilizar, o al enemigo al que se puede eliminar o dominar, estando en desventaja no solo por el hecho de ser humano y toro sino también por las condiciones en las que lo tratan días previos a la corrida.

Para empezar, situémonos en una plaza de toros, llena de personas, dónde el torero ha tenido una preparación, después de muchas prácticas y llegar a dónde está, todo se ve a favor del torero pues el es quién lleva la ventaja, aunque se enfrentará a un toro que es “bravo por naturaleza”, y pone en riesgo su vida, ahora si vamos a la perspectiva de toro que para empezar es un animal herbívoro, ya que no posee un instinto carnívoro que le instigue atacar a otros animales, por lo tanto es pacífico. Su instinto de defensa frente a situaciones de miedo le lleva a intentar huir en lugar de atacar. Sólo a base de castigos y manipulaciones se consigue alterar su naturaleza tranquila. En la plaza el toro lo único que busca desesperadamente es una salida para poder huir. Por esta razón lo primero que hacen los toros cuando entran al ruedo es dar varias vueltas. Finalmente, como no hay opción de escapatoria, deben afrontar el entorno que lo rodea. Sus supuestos ataques son intentos desesperados para intentar defenderse de unos agresores armados. 

Aunque se tratara de un animal de naturaleza más fiera este espectáculo tampoco sería justificable, ya que formaría parte de la manipulación que los seres humanos ejercen sobre otros animales para sus caprichos.

 

Las torturas empiezan mucho antes de que los toros salgan al ruedo. Durante los días previos a la corrida los toros no son alimentados, y durante las últimas horas tampoco se les proporciona agua. Para prepararles para la corrida se les mantiene a oscuras durante horas, se les recortan y liman los cuernos (hecho conocido en argot taurino como el “afeitado”). De esta manera se les priva de su única defensa.

 

También se les propician palizas, golpeándolos con sacos de arena o palos en los riñones y en los testículos, con el objetivo de disminuir su fuerza. Les untan los ojos con vaselina para disminuir su visión, ya mala de por sí. Les hacen cortes en las pezuñas, untándoselas con aguarrás. Les introducen algodón en la nariz para dificultar su respiración. Les tapan las orejas con papel de periódico húmedo para hacerles perder equilibrio y reflejos. Y ya desde semanas antes se les empieza a suministrar laxantes mezclados con la comida para debilitarlos.

 

Todas estas prácticas están prohibidas por el mismo reglamento taurino, pero se realizan de forma oculta, ya que lógicamente todo esto no se hace en el ruedo a la vista del público. Aun así, han sido confirmadas por algunos veterinarios y trabajadores de cosos taurinos.

 

En este debilitado estado, el toro tiene que salir del toril hacia al ruedo, donde tiene lugar la parte más cruenta y conocida por todos: en el momento de salir se le clava la “divisa” (un objeto punzante más pequeño que los que le clavarán después). La divisa es según los taurinos un distintivo de la ganadería, pero en realidad la verdadera finalidad de esta es causar dolor al toro en el momento de salir, para asustarle y para que salga de manera brusca, y muestre una apariencia fiera y alterada.

Una vez que ya mencioné parte de la circunstancia que afronta el toro ahora hablaré sobre algunos de los argumentos establecidos por los antitaurinos. La presupuesta capacidad moral de lo humano para distinguir entre lo justo e injusto, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. La razón, inteligencia, y el alma caracterizan al hombre, ya que lo hacen ajeno a un estado salvaje y lo distingue del resto de animales dentro del sistema jerárquico de “lo viviente”. El enfrentamiento entre hombre y toro no puede ser considerado entonces como una lucha entre iguales, es decir, no es justa. Tanto desde una moral religiosa o una ética secular, los aficionados a la fiesta brava son entonces acusados de carecer o tener deformada dicha capacidad.

La tal Fiesta Brava no es una actividad cultural. Es una actividad cruel y sangrienta que ignora el dolor y el sufrimiento de los animales. El humano comete muchos desatinos, brutalidades y monstruosidades dignas de personas que se muestran insensibles ante este acontecimiento.

Ya que las actividades crueles y sangrientas son consideradas propias de este tipo de personas, siendo una característica del humano de ser aquel que permite discernir entre lo bueno y lo malo, y así abstraer el sentido de justicia que se necesita para alejarse de las actitudes crueles y sangrientas. El razonamiento antitaurino pareciera acercarse en este punto al argumento de Alexandre Kojève que reconstruye Agamben: lo humano solo tiene lugar en la medida que es capaz de trascender y transformar la animalidad que lo sostiene. Es decir, solo a través de una acción que niega los hechos, el hombre es capaz de dominar y destruir su propia animalidad. Por tanto, la consecuencia del gusto por las corridas donde la exposición de la muerte violenta por acción voluntaria del hombre configura el acto ritual, no puede ser considerada propia de seres dotados con sentido de justicia como se hace establece en la siguiente expresión: “Los españoles dejaron esta costumbre inhumana que ningún ser justo tiene que valorar como cultura o costumbre”.

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