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La consigna de Washington Uranga

Washington Uranga llegó a la Universidad Santo Tomás con su charla de cierre del IV Congreso Internacional de Comunicación Social para la Paz, totalmente preparada, sabía qué diría, cómo lo hablaría y qué mensaje quería transmitir.

Por. Andrea Rojas

El reloj marcó las 9:15 de la mañana y en el Auditorio Mayor ya se encontraban varios estudiantes y docentes, unos que demostraban estar aguardando desde hace un tiempo y otros cuantos apurados creyendo que llegaban tarde. Todos ellos esperaban a la misma persona, Washington Uranga: periodista, docente e investigador de la comunicación, que con su charla daría inicio a la última jornada del IV Congreso Internacional de Comunicación Social para la Paz de la Universidad Santo Tomás.

A pesar de que el académico al que todos esperaban llegó puntualmente, solo a las 9:30 la moderadora inició con la presentación. Al darle paso, se levantó de su asiento del auditorio y caminó con tranquilidad hacía la tarima. Se quitó su saco negro de traje y lo colgó en la silla, como si estuviese en casa. Hizo una seña para que reprodujeran sus diapositivas y se sentó en el estrado, lugar en el que estuvo durante toda su ponencia. Saludó a la audiencia expectante, mientras ordenaba un manojo de hojas en las que se encontraba todo su discurso escrito, mismo texto que dos minutos después empezaría a leer.

Luego de ordenar un poco sus ideas dijo que todo lo que hablaría giraría en torno a tres grandes preguntas:

1. ¿Qué se entiende por ciudadanía inclusiva?
2. ¿Se puede hablar de una ciudadanía comunicacional, y cuáles serían los factores que la constituyen?
3. ¿Se puede pensar en la ciudadanía como un concepto en construcción?

Se reacomodo en la silla y comenzó a hablar de la importancia de reconocer que no puede existir comunicación sin inclusión, que ésta es un activo y se mantiene en construcción permanente. Su ponencia demostraba la importancia de repensar el rol del Estado como garante de derechos.

Unos asistentes lo miraban fijamente tratando de comprender sus ideas, otros anotaban con rapidez en agendas y otros cuantos se limitaban a escucharlo atentamente sin quitar la mirada de las imágenes que se encontraban al fondo. Sus diapositivas estaban llenas de mensajes de paz, inclusión, memoria y derechos.

Washington seguía hablando de la comunicación, pero en ese momento cambió el rumbo y lo guío hacía las nuevas formas de acción ciudadana, la lucha simbólica permanente por el poder y la cercanía física entre los dirigentes y el pueblo: “hay quienes nacieron para mandar y quienes nacieron para obedecer… siempre ha sido así y siempre lo será”. Con esta frase sorprendió a muchos asistentes que giraron la cabeza para observarlo, mientras asimilaban la verdad de un sistema, en naciones latinoamericanas que han sido construidas desde las diferencias étnicas y antropológicas. Uranga repitió la necesidad de hablar de una comunicación con inclusión: brindar igualdad de acceso y participación; sin fronteras, sin segregación.

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