Agustin De Iturbide
Directionerjuly31 de Agosto de 2014
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l obispo de Guadalajara, Juan Ruiz Cabañas de la Cruz y Crespo, coronó a Agustín de Iturbide como emperador de México, el 20 de julio de 1882. El Plan de Iguala, había sido aceptado por la mayoría de los generales y oficiales del ejército realista; el ejército Trigarante elevaba día a día el número de sus efectivos y marchaba triunfante rumbo a la capital.
El pasado en el presente / José Octavio Guevara Rúbio
Mientras esto ocurría, en la capital de la República, una junta de militares realista destituyó al virrey Apodaca por su incapacidad para detener la insurrección iturbidista, en su lugar colocaron al general Pedro Novella. Iturbide tocaba ya las puertas de la ciudad de México.
España realizó un último esfuerzo para no perder su virreinato más valioso. Envió a Juan de O’Donojú en calidad de nuevo virrey a negociar con los partidarios de la independencia. Casi nada se podía rescatar para la causa española; pocas plazas seguían en posesión de las fuerzas realistas, entre ellas estaban la capital del puerto de Veracruz; bajo esas circunstancias, el virrey no tuvo más opción que reconocer la independencia de México; pero, primeramente antepuso ciertas condiciones que aceptó sin mayor discusión el “Libertador de México”, Agustín de Iturbide.
Ambos personajes firmaron los famosos Tratados de Córdoba, documento donde se acordaba que México se convertiría en una nación soberana asumiendo el estatus de imperio cuyo monarca sería, según lo estipulado, un príncipe perteneciente a la familia real española.
Juan O’ Donojú e Iturbide se reunieron en la hacienda de La Patera, cerca de la Villa de Guadalupe, el 13 de septiembre de 1821, para acordar un armisticio. Novella, el virrey interino, reconoció el mando y autoridad de O’Donoju, quien ordenó a las tropas realistas abandonar la plaza. Entre algarabía y júbilo popular, el día 27 ingresó triunfante a la capital Agustín de Iturbide, al frente del Ejército Trigarante.
Los capitalinos más notables y destacados: terratenientes, clérigos y militares, formaron una junta provisional gubernativa, la cual se encargó de decretar el Acta de Independencia del Imperio Mexicano y de nombrar una regencia que se encargaría de gobernar la nación hasta la llegada del príncipe español que ocuparía el trono de México.
Fernando VII, sus hijos y el resto de la familia real rechazaron la corona del recién nacido imperio. A pesar de este desaire, la nación se organizó políticamente y uno de los pasos que se dio en este tenor fue la elección de presidentes municipales y de diputados para el congreso general.
La pluralidad política y las rivalidades entre grupos de poder caracterizaron a éste, el primer congreso del México independiente. Los grupos y partidos que Iturbide logró conciliar en la lucha militar, ahora peleaban unos contra otros en la arena política. Un importante número de diputados apoyaban al libertador; los demás, es decir, los que conformaban la oposición se repartían en dos bandos, al primero pertenecían los republicanos o herederos de los viejos insurgentes, en el otro, militaban los borbonistas que demandaban el cumplimiento estricto de los Tratados de Córdoba.
Pero, más allá de los partidos o grupos políticos, México amaba a Iturbide. Deliberada o espontánea, y sin duda sincera, fue la manifestación del 18 de mayo de 1822. La noctámbula multitud, encabezada por el sargento mayor Pío Marcha y el coronel Epitacio Sánchez, que se lanzó a las calles a gritarle vivas a Iturbide y a exigir su entronización, encarnaba verdaderamente el anhelo de la nación y en hacía eco la voz popular de México.
El congreso, en votación histórica, refrendó la decisión del pueblo mexicano. España no cumplió con los Tratados de Córdoba;
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